Eduardo Montagut Contreras •  Memoria Histórica •  22/08/2016

Las atrocidades en el Congo del rey Leopoldo

El rey de los belgas, Leopoldo II, fue uno de los dueños más importantes de una porción de territorio de África, conocida como el Congo, aunque luego terminara siendo colonia de Bélgica. Era una extensión de terreno, en la cuenca del río Congo, que superaba en ochenta veces el país donde reinaba. El monarca ha pasado a la historia en sus páginas negras por la explotación sin piedad de los sus habitantes. El explorador Stanley reconoció la zona en nombre del rey, hizo tratos con los poderes locales, muchos de ellos destacados esclavistas, y así nació el Estado Libre del Congo, aunque de libre tenía muy poco o nada. Una serie de empresas y compañías privadas se repartieron las riquezas naturales sin control alguno. El Congo era muy rico en minerales, maderas preciosas, marfil, y, sobre todo, tenía el codiciado caucho, necesario para la naciente y pujante industria del automóvil.

Para explotar estas materias primas se puso a trabajar a los nativos en unas condiciones terribles. Los castigos físicos eran constantes para quiénes no obedecían, y se podía llegar a la mutilación de manos y pies. Había que cumplir una serie de objetivos y si no se conseguían se aplicaban severas penas. El terror era el método para producir y tener dominada a la población.

Esta situación llegó a la opinión pública occidental gracias a la multitud de pruebas que se amontonaban, mientras Leopoldo, que nunca visitó el Congo, negaba la brutalidad y el terror que se practicaba para que pudiera lucrarse. En el trabajo de aportar testimonios y pruebas de lo que se estaba haciendo en la zona destacaron Edmund Morel y W.H. Sheppard. Las evidencias fueron tales que hubo que formar una comisión de investigación. Se calcula que se redujo la población congoleña en un 20%, aunque algunos investigadores elevan muchísimo este porcentaje. Las conclusiones de la investigación hicieron que el Parlamento belga, ante el escándalo mayúsculo que se produjo, decidiera hacerse cargo del Congo.

Hasta cierto punto la conocida novela de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, está inspirada en el horror que se generó en el Congo.

Y terminamos el artículo con un texto del propio rey Leopoldo, una carta a los agentes del Estado del Congo (1897):

 

«La tarea que los agentes del Estado han de cumplir en el Congo es noble y elevada. Está bajo su incumbencia la civilización del África Ecuatorial.

Cara a cara con el barbarismo primitivo, luchando contra costumbres, de miles de años de antigüedad, su deber es modificar gradualmente esas costumbres. Han de poner a la población bajo nuestras leyes, la más urgente de las cuales es, sin duda, la del trabajo.

En los países no civilizados, es necesario, creo yo, una firme autoridad para acostumbrar a los nativos a las prácticas de la que son totalmente contrarias a sus hábitos. Para ello es necesario ser al mismo tiempo, firme y paternal.”


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