Fernando Dorado •  31/08/2016

Y no podía ser de otra manera

Popayán, 31 de agosto de 2016

“Primero se debe superar la ilusión, luego la fantasía. Sólo así aparecerá lo Real”

Terminó el levantamiento armado de más de 52 años de las FARC. Concluye con más pena que gloria. Así el gobierno y la guerrilla se esfuercen por presentar los acuerdos como “históricos”, la verdad es que no han conseguido conmover a “Juan Pueblo”. Con el lema clásico de “¡Ni vencedores ni vencidos!” se intenta dar un aire de grandeza al final de una guerra sin espíritu. Tratan de embriagar –sin lograrlo– a todo el mundo con la “paz”.

Pero no hay tal. Una guerra larga y degradada, que desde el principio fue provocada y controlada por la casta dominante, no podía terminar de otra manera. “El mejor acuerdo posible” dice el principal negociador del gobierno; “La más bella de todas las batallas” afirma quien encabezó la delegación de las FARC; “Entramos en una nueva era” pregona el presidente Santos. Pero la fiesta sólo entusiasma a sectores reducidos. Por lo menos, hasta ahora.

Hasta hace muy poco el gobierno decía: “Esperen el acuerdo final”. Uribe también aguardaba para caerle con todo al gobierno. Pero ni lo uno ni lo otro. Es un documento denso que muy pocos leerán. Igual a nuestra Constitución Política. Atiborrado de artículos y parágrafos que en este caso son puntos y subpuntos. Pareciera hecho para enredar la pita. Abierto a interpretaciones a pesar de que se quiso amarrar hasta el más mínimo detalle. Señal de desconfianza y duda. Muestra auténtica de nuestro espíritu leguleyista y exegético.

Cesa la guerra sin que su conclusión sacuda las fibras íntimas de los colombianos. El perdón apenas aparece insinuado pero no es lo central. Es un final sin pasión ni compasión. Se habla de reparación a las víctimas pero se reduce su campo de aplicación. Nadie le ha pedido perdón al conjunto de la sociedad. Nadie ha reconocido sus errores ni ha mostrado un sincero espíritu de arrepentimiento. Para la gente del común eso suena a “otra tregua”. Santos aparece pragmático; Uribe se manifiesta opuesto, celoso y vengativo; y las FARC posan triunfantes.

Y no podía ser de otra manera. El arte del momento es explicarse el porqué de los hechos. Ir más allá de las simples apariencias. Desentrañar las causas que llevaron a ese desenlace. No para asumir una actitud inmediatista –por el SI o por el NO– ante un plebiscito refrendatario que no hace parte del fin de la guerra. Ésta ya terminó. El evento electoral del 2 de octubre es sólo un intento de darle apariencia democrática a un acuerdo finiquitado entre unas partes que no representan los intereses generales de la sociedad colombiana. Circo y luces, sin pan ni tierra.

¿Por qué la gran burguesía colombiana y el mismo imperio renuncian a reivindicar el fin de la guerra con las FARC como un triunfo total? ¿Por qué les interesa presentarlo como una especie de acuerdo humanitario? ¿Qué motivos tienen para mostrar el fin del conflicto armado como un paso hacia una “Nueva Era”? ¿Qué ocurrió para que no lograran comprometer a Uribe? ¿Cuáles son las razones de fondo para que ahora (no antes ni después) se juntaran todos los elementos para llegar al fin de la guerra con las FARC?

Todas y muchas más preguntas hay que hacerse para poder entender el momento actual, comprender la dinámica que viene de atrás, identificar las fuerzas sociales y políticas que han ido surgiendo a lo largo de estas décadas y poder actuar en consecuencia. Aparentemente todo ha ido de la mano y responde al cálculo de los intereses dominantes. El imperio siempre estuvo allí, detrás pero determinante. No se tocó un milímetro de la institucionalidad oligárquica. Ni el modelo económico ni el carácter del Estado estuvieron nunca en peligro ni en discusión. Sin embargo, hay mucho trasfondo por descubrir e interpretar.

Las cosas no son como las pintan. Los intereses ocultos de los grandes emporios económicos pronto sacarán la cabeza. Pero así mismo, las fuerzas sociales y políticas acumuladas –aquellas que quieren ser cooptadas y domesticadas con el “postconflicto”– pronto brotarán desde las profundidades de una realidad lacerante que está marcada de inmensas injusticias, de inocultables desigualdades, y sobre todo, de una enorme corrupción político-administrativa que corroe sin límites un régimen de oprobio que se quiere pintar de magnanimidad y generosidad.  

¡Bien porque termine un conflicto armado instrumentalizado y desgastante! Mal porque se pretenda –a la sombra de acuerdos inanes y limitados– tapar una realidad que pronto brotará y creará condiciones para que la protesta y la organización popular se traduzcan en nuevas posibilidades de efectiva reivindicación social.

Muere una guerra controlada. Renacerá el conflicto social. La mirada debe re-crearse.

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

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