Agustín Moreno •  Opinión •  13/08/2016

Dejen ya el teatro y hablen del paro

Dice la última encuesta del CIS que el paro es el primer problema para los ciudadanos. También dice que crece la preocupación por la educación, la sanidad y la dependencia, consecuencia del deterioro al que se ven sometidas para avanzar en su privatización. Sin embargo, en las negociaciones para formar Gobierno estos temas no son una prioridad. En las seis condiciones de Rivera a Rajoy ni una sola referencia a estas cuestiones. Se refieren a obviedades sobre la corrupción para salvar la cara a Ciudadanos (C´s) y vestir el muñeco de la investidura, ya que en política económica están de acuerdo.  De nuevo la clase política va por un lado y los intereses de la ciudadanía por otro.

El país continúa funcionando a pesar del impasse político. El Gobierno en funciones sigue tomando medidas lesivas como el Real Decreto de reválidas LOMCE. La oposición está desdibujada porque toda su actividad se centra en la investidura. El déficit sigue su curso y Bruselas finalmente no sancionará a España a cambio de mayores ajustes. Mientras, los grandes problemas siguen ahí: el paro, la desigualdad, las privatizaciones, los desahucios, el deterioro de las condiciones de trabajo y de vida de millones de personas. Pero sólo se habla del sí, el no o la abstención a Rajoy, o del techo de gasto, es decir, de duros recortes sociales y a la inversión; nada de un Gobierno decente con un programa político con soluciones. Sería una derrota para la democracia y el triunfo de la impunidad que un partido con una política antisocial, carcomido por la corrupción y con sólo 137 diputados siguiera gobernando. Eso es lo que pasó en la Comunidad de Madrid después del mismo paripé entre el Partido Popular (PP) y C´s, y allí nada ha cambiado.

Ahora bien, lo que goza de una espléndida salud es el teatro político. Que si Rajoy se presentará o no a la investidura y en qué fechas, que no hace ninguna concesión significativa en su política… Que si el PSOE tiene estrategia aparte de esperar, que si Felipe González y otros presionan brutalmente a Sánchez para que se abstenga, que si se suicidarían si dejan gobernar a Rajoy… Que Ciudadanos hará lo que le digan los del Ibex y votarán sí, que si De Guindos yGaricano son dos neoliberales en sintonía… Que los editoriales de El País marcan el paso a las fuerzas borbónicas… En fin,una comedia de enredo con un desenlace más que previsible: gobierno del PP sin ningún cambio de política con el apoyo de C´s y la abstención del PSOE, si Sánchez no resiste la presión de la oligarquía política y económica.

Pero hay algo más que las dificultades para componer Gobierno. El principal bloqueo político es el pacto de hierro de las fuerzas del bipartidismo con el sistema financiero y la monarquía para impedir la modernización democrática y una política a favor de la mayoría. Esto se traduce en el veto a que Unidos Podemos (UP) participe del poder. Por eso el PSOE en la legislatura anterior se negó a buscar el pacto por su izquierda, pudiendo conseguir la abstención de los nacionalistas. Y aunque salgan las cuentas en la actual legislatura, no dice nada de la posibilidad de intentarlo.

Si finalmente Rajoy lograse la investidura con la abstención del PSOE, se pondrá en evidencia que es un partido enfermo, sin programa, con algún sector anclado en un rancio anticomunismo y con el objetivo principal de no ser superado por Unidos Podemos. Pero sobre todo, sin autonomía, algo que le impide apostar con un modelo a la valenciana o la portuguesa por un gobierno progresista. La ingobernabilidad no es deseable, pero lo más negativo para España no es repetir las elecciones sino repetir Gobierno del PP después de haber saqueado al país y mancharlo de corrupción. ¿Aguantaremos de nuevo la pesadilla de un Gobierno de Rajoy por la incapacidad del PSOE de ser autónomo respecto a Felipe González y al sistema financiero que le impiden tener una estrategia propia?

Mientras, los problemas siguen estando ahí. Lo más grave es que se sigue robando el futuro a la juventud a la que se le ofrece desempleo, precariedad, menos oportunidades de formación y exilio laboral. El otro día oí decir a una abuela que “este paro no se ha vivido nunca: antes los peores trabajos eran para los que no querían (o podían) estudiar, ahora son para los que tienen carreras o se van al paro o fuera del país”; proyectaba la situación de sus nietos. Por ello, es crucial para todos afrontar este drama para muchas personas y grave problema macroeconómico para el país. Desempleo, economía sumergida, falsos autónomos y jóvenes desahuciados son los ingredientes de un paisaje social insoportable. Sería necesario un Pacto de Estado para un Plan de Solidaridad contra el Paro con tres ejes básicos:

a) La creación de suficientes puestos de trabajo dignos en derechos y estabilidad, derogando para ello las últimas reformas laborales. Medidas de reparto del trabajo (reducción de la jornada laboral, edad de jubilación y horas extraordinarias). Mejora de los niveles salariales para acabar con los “trabajadores pobres” y por ser bueno para la demanda y el empleo.

b) Un cambio de modelo productivo que apueste por la recuperación de la industria, la I+D y sectores económicos con más valor añadido.

c) La protección del desempleo y otras situaciones de vulnerabilidad social, afrontando el debate sobre la Renta Básica. ¿Acaso no es una cuestión de Estado la búsqueda de soluciones al paro? No se entiende que lo sea el modelo territorial y que no tenga importancia para esta clase política que haya cuatro millones y medio de personas con su vida quebrada (1,1 millones lleva más de cuatro años sin encontrar empleo). ¿O estamos jugando a que el paro tiene la función de actuar como ejército de reserva para aumentar la explotación laboral?

Este es el desafío. O se toma conciencia de que sólo entre las paredes de las Cortes no se ventila la transformación que este país necesita o las fuerzas que la defienden están perdidas. El Parlamento es muy importante para el debate político e institucional, pero limitarse a él equivale a jugar el partido del cambio en un futbolín entre cuatro, en vez de jugar en campo grande, en el gran estadio que son las plazas y centros de trabajo con millones de ciudadanos participando. Sin calle, sin debate y movilización, no hay futuro. Este país no tiene remedio si la derecha sigue velando sólo por los intereses de las élites económicas. Pero si la izquierda transformadora se limita a anidar en el Congreso, no cambiará nada y la oligarquía habrá conseguido poner escolleras ante las aguas bravas de la indignación ciudadana. Hay que romper las maniobras de expulsión del terreno de juego, recuperar la iniciativa, estar con la gente y plantear soluciones a sus problemas. La izquierda no puede sentirse derrotada por una expectativa. Se espera mucho de ella.

Fuente: https://www.cuartopoder.es/laespumaylamarea/2016/08/11/dejen-ya-el-teatro-y-hablen-del-paro/


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