Armando B. Ginés •  Opinión •  20/08/2016

Mariano, dobles de cerveza y una de mejillones al vapor

Si no quieren mejillones aderecen su paso por la terraza veraniega con otras raciones especialidad de la casa regional o nacionalista que mejor se ajusten a sus paladares personales. Y si no desean cerveza, pues vino del país también sería una excelente alternativa. Eso sí, Mariano Rajoy es compañía ineludible en la mesa familiar o de amistades íntimas.

 

Tiene que gobernar Rajoy. Tienen que ser las derechas sí o sí. Lo están repitiendo hasta la saciedad los carcamales políticos del PSOE más ínclitos del ruedo españolista: Felipe, Guerra y Bono. Sánchez y los suyos cederán más tarde o más temprano. Está cantado. Y ya lo estaba después del 20D cuando el secretario general de Ferraz eligió a Ciudadanos y Rivera como aliados para contrarrestar el influjo izquierdista, entonces en plena ebullición y al alza, de Podemos.

 

La estrategia de las elites, los poderes fácticos y el bipartidismo PP-PSOE es aguantar hasta el límite, intentando ir poco a poco amoldando los discursos radicales a la realidad a la que se pretende llegar: que bajo ningún concepto gobierne la izquierda en España.

 

Hace falta crear un caldo de cultivo mediático especial para que la opinión pública haga suyo el contubernio que se viene gestando en las trastiendas parapolíticas. Al electorado del PSOE hay que mimarlo para que no cunda la desbandada hacia otros feudos más a la siniestra o bien para que la organización socialista no sufra un batacazo espectacular que la reduzca a casi nada en los próximos comicios a la vista a celebrar en Euskadi y Galicia.

 

El PSOE continúa siendo un bastión del régimen nacido en la transición. No es que Podemos sea una opción revolucionaria ni por asomo, pero todavía existen dudas razonables de que pueda ser domesticada por el sistema político español, al menos algunas de sus tendencias internas.

 

De las dos últimas consultas generales, si nos atenemos a las palabras literales de PSOE, Podemos y Ciudadanos, habría salido una mayoría de centro-izquierda para desalojar a la corrupción y las aristas más neoliberales del PP. Sin embargo, Ciudadanos, como era de esperar, ha mentido con todas sus consecuencias.

 

Rivera y su marca asomaron su patita falaz a la vida pública para servir de enlace a PP y PSOE, recogiendo sufragios moderados de ambos que se iban a ir a la abstención o a Podemos. Ciudadanos solo suma, según las necesidades coyunturales, con Rajoy o con Sánchez. Ya lo hemos visto: tanto uno como otro han llamado en primera instancia a la casa naranja.

 

En el caso del PP parece de recibo por afinidad ideológica, pero la jugada de Sánchez estuvo clara desde el principio: sus preferencias siempre han sido escorarse a la derecha. Ese centro neurálgico y utópico que representa Rivera sirve de alivio a las dos riberas del bipartidismo nacionalista español.

 

No vale citar los acuerdos entre las distintas adscripciones o coaliciones en la órbita de Pablo Iglesias y el PSOE como razón en contrario. En los municipios se controlan pírricos presupuestos y las normativas autonómicas y las leyes estatales restringen muy mucho su capacidad de acción. La alta política y las grandes directrices se hacen desde Moncloa. Y allí, la izquierda está vetada.

 

La travesía del PSOE viene siendo tortuosa y contradictoria entre sus discursos altisonantes y sus hechos pragmáticos. No podía ser de otra manera. Su historia remota pesa bastante y la mayoría de su electorado se siente de izquierdas. Dar aire al PP de un modo expreso desencantaría a muchos y quebraría el cordón sentimental o emocional que une a las siglas socialistas con su gente más afín.

 

De ahí que los grandes medios de comunicación estén dedicando sus editoriales, y encargando a sus plumas de mayor prestigio como lanceros al servicio de sus señores, a crear un estado de opinión ad hoc y un futuro caótico, enrevesado y confuso si no se produce la investidura de Rajoy a cualquier precio y vamos, por ende, a unas terceras elecciones o bien, caso muy improbable, Sánchez abre expectativas a un entendimiento entre las diversas izquierdas parlamentarias.

 

Rajoy como mal menor o el diluvio universal es el dilema que nos proponen los hacedores políticos de opinión guarecidos en sus laboratorios fáusticos. No hay más que Mariano según sus interpretaciones sesgadas. Aprovechando el flotador del estío, esta disyuntiva puede hacer mella en las mentes menos politizadas y más proclives a no levantarse de la terraza mientras haya un resto de cerveza o vino y unos euros para gastar en una ración alrededor de unas risas compartidas y los chascarrillos coloquiales de rigor.

 

Después del 15M, de tantas mareas en defensa de los recursos públicos y de movilizaciones sociales de todo tipo, el barco volverá a empezar desde el puerto de la costumbre inveterada. La tradición y la molicie juegan desde los inicios del capitalismo en el bando de las derechas, los que imponen su cultura, su ideología y sus propios intereses por delante del bien general y colectivo. Mucha España de boquilla y luego ¡viva Suiza o Panamá!

Mientras haya unas míseras monedas en el bolsillo del pantalón corto para sentarse en la terraza a echar un trago y llevarse al coleto una vianda de ocasión, todo irá de maravilla. Con el PP y Ciudadanos (y el PSOE a la deriva) ganan (¿qué y quiénes ganan?) la Champions League, la rancia tauromaquia y la precariedad vital y laboral.

 

Por cierto, ¿y dónde se esconden los sindicatos de clase? Mucha culpa de lo que ahora sucede tiene que ver con esa ausencia inexplicable en el discurso público de la palabra organizada de la clase trabajadora. Con tanta clase media de pose cutre y mirada perdida en los pokemonsgo así nos va.

 

A los que viven de un salario, son pensionistas medios o bajos o falsos autónomos, se la están metiendo hasta el corvejón. No digamos nada de la juventud hija de la clase que trabaja que quiere estudiar o seguir en la brecha.

 

Lo ya reflejado, la corrupción ha echado profundas raíces en Moncloa y en el subconsciente popular. La metástasis de la resignación es un mal oscuro de difícil erradicación. Podemos es insuficiente para derribar muros tan poderosos y resistentes. Tómense el último trago… a la salud de Mariano. Es el capo de esta España cada vez menos nuestra y más de los venales y de los adictos a las sinecuras en la sombra.


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