Zulema Samuel del Sol •  Opinión •  25/09/2016

Ojalá que la Trova cubana no se borre tan pronto (I)

La Nueva Trova, surgida en los primeros años de la Revolución cubana, transformó la estética de la canción a nivel mundial. Sin embargo, aunque en la actualidad existen varios espacios dedicados a trova y para la trova, el gusto musical de la mayoría de los jóvenes de hoy se aleja cada día más de esas raíces.

Las razones de ese distanciamiento pueden ser varias, aunque expertos en el tema aseguran que se debe esencialmente a la influencia de los productos de una industria musical globalizada o a la escasa promoción de la canción de autor en los medios de difusión.

Cronología de una canción al azar

A mediados del siglo XIX, la trova irrumpe en la isla como un ejercicio ocasional, derivado del repentismo y otras incursiones de la música popular decimonónica. Tras varios períodos, el género se inserta con aires cada vez más orientados al ingenio poético y la literatura musicalizada, representado en las voces de Sindo Garay, Manuel Corona, Alberto Villalón y otros virtuosos.

En la actualidad, los hijos de la nueva trova, la novísima y la contemporánea, coexisten dentro de una única categoría de la canción. Sin embargo, parece que tanta diversidad no es suficiente, pues el público joven se siente cada vez menos identificado con el género.

Esto se manifiesta en los resultados del sondeo aplicado a una muestra de cincuenta estudiantes de la Facultad de Matemática y Ciencias de la Computación de la Universidad de La Habana, donde se constató que la mayoría de los encuestados se identifican más con el pop, el hip-hop y el reguetón, y limitan el espectro de la trova a las figuras de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés.

Lo mismo se reflejó en el caso de veinte estudiantes del preuniversitario Saúl Delgado, del Vedado, y otros diez jóvenes de la secundaria básica Rubén Martínez Villena, del mismo municipio, que expresaron su preferencia por la música bailable como el reguetón, y asociaron la trova como algo pasado de moda o que solo gustaba a una minoría de universitarios o intelectuales.

La raíz del fenómeno podría devenir de la aún no suficiente divulgación de los trovadores en los medios de comunicación, así como la inexistencia de una estrategia cultural que priorice, sin imponer gustos, la presencia de este género.

La trova sin crítica se traba

Joaquín Borges Triana, periodista del Caimán Barbudo, expresó que los medios vinculan este tipo de canción solo con los momentos solemnes y las fechas luctuosas, dejando así obras de excelente calidad fuera de su programación musical sistemática.

En ese sentido, Michel Hernández, reportero de la redacción cultural del diario Granma, afirmó que los últimos tiempos la aplicación de la estrategia político-cultural del país no se corresponde con las obligaciones de los proyectos artísticos que, en vez de acoger expresiones cuestionadoras de la realidad y la dinámica social, ofrecen al público productos musicales carentes de mirada crítica y valorativa.

«El objetivo de los comunicadores deberá ser, en este ámbito, lograr que los medios se interesen por una cultura más alternativa, auténtica, de obra más indagadora en nuestra realidad, la apoyen y condicionen su reconocimiento en la población, para no perder una zona vital de la creación cubana», agregó.

«No se trata de censurar el reguetón ni ningún género, ya se sabe el daño que ha hecho la censura en Cuba. Tampoco quiere decir que dentro de la trova todo es bueno, también hay cosas mediocres como en todos lados, pero si los medios divulgaran más estos proyectos, quizás asistieran muchos más jóvenes a las peñas de trovadores, y de esta manera la trova y estos espacios no comerciales no serían prácticamente un gueto», afirmó Hernández.

Joaquín Borges-Triana con Ariel Díaz

A esto se suma la falta de la crítica musical, que según Borges Triana, vive uno de sus peores momentos, curiosamente cuando existe una mayor diversidad de publicaciones, tanto impresas como digitales. La causa se la imputó a dos cuestiones fundamentales: la ausencia de revistas especializadas en la música y la carencia de metodologías especializadas en las carreras que podrían tributar a dicho género de opinión.

«La solución estaría en diseñar un sistema educativo en el cual, quizás a nivel de postgrado, preparásemos a los profesionales con el andamiaje elemental para ejercer la crítica porque los periodistas, gremio al que me enorgullece pertenecer, no suelen dominar en algunos casos las herramientas técnicas para realizarla, y los musicólogos desconocen las técnicas periodísticas para redactarla», agregó el especialista.

En un trabajo publicado en este sitio, el trovador Ariel Díaz recalcó: «Salvo algunas excepciones, los trovadores más jóvenes no hemos tenido críticos, nadie nos ha nombrado en la real dimensión, polémica y singular, en que nuestra obra ha florecido en las calles de muchas ciudades de Cuba».

Otro punto a tener en cuenta son los gustos de las jóvenes audiencias, dentro de los cuales la trova no ocupa un lugar primordial, debido en gran medida a la homogenización cultural que se da a nivel mundial y que también está incidiendo dentro de nuestro país.

Para Triana, en la actualidad con el desarrollo de las nuevas tecnologías, la formación de los gustos va más bien por los mp3, la flash memory, el intercambio de material en soporte digital, que a la larga da como resultado expresiones musicales y culturales que son de baja calidad estética, y penosamente son las que tienen un mayor nivel de consumo por las grandes audiencias.

«En la mayoría de los casos, estas preferencias digitales arrastran a la juventud a vacíos cognoscitivos que se encuentran en otros soportes como los libros, y la limita del disfrute de la buena poesía debido, esencialmente, a la ausencia de una preparación previa para ello», concluyó.

Otra explicación al asunto la ofreció Fidel Díaz Castro, periodista y director de la revista Caimán Barbudo, al afirmar que «la gran parte de nuestros medios ha aplicado conceptos mediáticos simplones y tergiversadores de lo que es el arte, incluso de asimilar la música como arte. Se debe trabajar primero para que la gente conozca toda esa riqueza melódica y aprenda a apreciarla, y luego reedificar los mecanismos de promoción de la trova».

Comenta Díaz que la trova nunca ha tenido un mecanismo que se encargue de hacerle los videos clip, y le resulta increíble que no tenga una fundación cuando existen para el rock, el rap y el hip hop.

Estrategias de promoción

Las estrategias de difusión en la Isla son colegiadas entre los artistas, la empresa a la que pertenecen, el Instituto Cubano de la Música (ICM) y los medios de comunicación.

Natasha Vázquez, especialista principal de Comunicación del ICM, alegó que a pesar del trato priorizado que ofrece la institución a los trovadores, los proyectos de promoción no suelen surtir efecto. La causa puede conferirse tanto a una mala gestión de las empresas musicales, al desinterés de los artistas hacia estos temas, o a la falta de intencionalidad en la manera de divulgar ciertas manifestaciones artísticas en los medios.

Vázquez se inclinó más por la última variante, al expresar que son pocas las veces que la prensa se hace eco de las informaciones que, referentes a la trova, se presentan en las ruedas de prensa emitidas por el ICM a finales de cada mes.

«Por su parte, los diarios nacionales en su formato impreso dedican un corto espacio a los temas culturales, dentro de los cuales la música no siempre resulta la más referenciada. La radio se ha comportado más receptiva con los cantautores, pero ellos mismos minimizan la utilidad de las 99 emisoras existentes en Cuba. Los artistas profesan, en cambio, un apego a la pantalla, sin darse cuenta de que las propuestas emitidas en la misma son inferiores en número, tiempo de emisión y frecuencia semanal con respecto a otras opciones», añadió la especialista.

Sin embargo, para la joven periodista Paola Cabrera existe otra cara del problema: «Los trovadores, como los “trovadictos”, muchas veces carecen de la voluntad o las herramientas para hacerse notar. Conozco muchos trovadores con una propuesta musical interesante, con posibilidades en ese sentido de insertarse en el mercado (el mercado de la música no solo consiste en la venta de discos, sino en la capacidad de convocar al público), y no lo aprovechan pues no entienden que su labor no solo consiste en la creación, sino también en la promoción de su obra».

«Quizás el problema está en la filosofía del trovador, que es un músico de la llamada contracultura, que busca hacer un arte lejos de las exigencias del mercado, pero que debe ser reevaluada pues alejarse del mercado significa perder la posibilidad de aumentar la cantidad de personas que se acercan a ese tipo de música», aseveró.

Por su parte, Michel Hernández considera que los trovadores también tienen que buscar estrategias de divulgación en las nuevas tecnologías y experimentar algunas veces con otras sonoridades, que no sea únicamente con guitarra, buscar un gancho sin renegar a la canción.

En un material suscrito por Bladimir Zamora, el trovador Tony Ávila revela que a su generación le falta arriesgarse, rescatarse a sí misma del aislamiento y actuar en defensa propia, ya que nadie lo hará por nosotros.

El también crítico de música Joaquín Borges Triana alega que resolver esta situación que viven hoy la trova y los trovadores, no depende de una institución individual, no depende del Instituto de la Música, sino de una labor sistémica donde todos los factores trabajen de manera mancomunada: los medios de comunicación (la radio, la TV), los espacios de presentación donde se hace la cultura en vivo y los propios músicos.

(Continuará…)
Fuente: El Diablo Ilustrado


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