Fernando Dorado •  Opinión •  21/10/2016

La tarea más importante del momento

“El desarrollo del proceso revolucionario tiene que apoyarse en los nuevos hechos y no en los viejos esquemas”.

Lev D. Bronstein

Los resultados de las elecciones del plebiscito del 2 de octubre mostraron una realidad que estaba en desarrollo pero oculta. Un nuevo panorama terminó por expresarse con nitidez. La guerra en los hechos ha quedado atrás (cese bilateral de fuegos). En la mente de los colombianos eso se convirtió en la exigencia de “Fin del Conflicto” y “Acuerdo Ya”. La polarización Santos-Uribe, que era expresión de una contradicción real, fue disminuida en el proceso. Igualmente, las FARC fueron derrotadas. La amenaza “castro-chavista” se diluyó.

La contradicción que enfrentaba a los grandes terratenientes y a la gran burguesía agraria con el gobierno en torno al tema de la paz negociada, que era el soporte social y económico de Uribe –en lo fundamental–, fue superada. Algunos sectores históricamente conservadores, reaccionarios y clericales de esas clases sociales, se dejaron arrastrar por la campaña de desinformación, odio y resentimiento impulsada por el Centro Democrático, pero ya es una fuerza marginal. La “paz neoliberal” atrajo al grueso de grandes terratenientes y empresarios.

El pataleo del expresidente más que por temas de tierras, justicia, propiedad privada y valores de familia, es por garantizar su propia impunidad y la de sus cómplices, asunto que en privado lo van a resolver las élites comprometidas con la salida negociada del conflicto armado: o sea, la burguesía transnacional, la burocrática, la agraria y un sector de la “emergente”. El plebiscito demostró que los trabajadores y sectores populares no cuentan con una fuerza política que los representara en esta coyuntura. Los demócratas y la izquierda, no figuraron.

El error de las FARC fue creer que contaba con la suficiente fuerza para romper durante el proceso con el “retén neoliberal” que el gobierno impuso en la mesa: “No está en discusión la estructura del Estado y el modelo económico”. En vez de concentrarse en los temas de justicia, víctimas, seguridad y condiciones para reintegrarse a la sociedad para hacer política legal, se involucraron en temas y reivindicaciones (tierras, política de género, otros) que le corresponde conseguirlos a la sociedad con su lucha social y política. Así, lo enredaron todo.

La dinámica social posterior al plebiscito va corrigiendo el camino. Eso lo han mostrado las movilizaciones. La juventud universitaria que en su mayoría va a engrosar a los “nuevos trabajadores” o profesionales precariados, ya muestra en forma incipiente su comportamiento del futuro. Con inteligencia y autonomía se pusieron por encima del SI, el NO y la abstención y se expresaron por el fin de la guerra. Usaron la consigna de “Acuerdo Ya” como exigencia, no como respaldo absoluto a los acuerdos de La Habana, ni como apoyo al gobierno.

Sin embargo, sin imaginarlo empujan y obligan al “pacto entre cúpulas”. La derrota formal del SI implica la renegociación de los acuerdos firmados entre el gobierno y las FARC. El precario triunfo del NO basado en la propuesta de “corregir el proceso”, obliga a Uribe a amarrarse al “carro de la paz negociada”. Era inevitable y no podía ser de otra manera. Y por tanto, la actitud lógica es presionar esas élites (Santos, FARC y Uribe) a ponerse de acuerdo de una u otra forma. Ellos crearon el entuerto, deben resolverlo respetando los derechos de las víctimas y sin imponerle a la sociedad privilegios de ningún tipo en términos de justicia.

Mientras tanto le corresponde a la sociedad asumir con presteza y oportunidad la nueva realidad. Hay que iniciar desde YA la construcción de la “paz estable y duradera” que no puede ser otra diferente a una Paz Social y Democrática. Ya no existe ninguna excusa para enfrentarse con decisión a las políticas neoliberales y antipopulares del gobierno de Santos. Pero, lo principal, hay que iniciar con firmeza, determinación, espíritu amplio y actitud democrática, la construcción de un Nuevo Proyecto Político, que en verdad represente los intereses de las amplias mayorías de la sociedad. Ya la juventud con sus movilizaciones y su espíritu creativo lo ha iniciado. Lo más avanzado de la democracia y la izquierda, sin protagonismos, caudillismos ni esquemas, podrá ayudar con su experiencia y conocimientos.

No hay otra tarea más importante que esa. Y se puede hacer sin atropellar pero sin pedirle permiso a nadie. La nueva realidad lo exige y lo pide a gritos. ¡Hay que hacerlo! 

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