Manuel Medina •  Opinión •  21/10/2016

Las connotaciones ocultas que desvela una protesta estudiantil

    El pasado miércoles, varias decenas de estudiantes se concentraban en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, con la finalidad de hacer manifiesto su rechazo por la presencia  del ex presidente socialdemócrata Felipe González y  su acompañante, el presidente de la empresa mediática PRISA, Juan Luis Cebrián, cuando pretendían participar en una charla. Los estudiantes expresaron su disconformidad  con la visita de ambos personajes  con gritos como  «¡Fuera fascistas de la universidad!« o «¡Felipe González, estás manchado de sangre!».

     Este tipo de protestas no son infrecuentes en la universidad. De hecho, Felipe González, siendo todavía presidente del gobierno, sufrió una suerte de escrache en el año 1993 en esa misma institución académica. En aquella  oportunidad, los estudiantes movilizados se refirieron al presidente del gobierno con sonoros epítetos como «chorizo», y frases como «¡esa, esa, esa, habla de Filesa!» . En aquella ocasión, los periódicos de la extrema derecha del sistema político  resultante de la constitución de 197, – El Mundo, ABC etc.- aplaudieron, incluso con cierto frenesí, lo que consideraron como una «sana protesta» estudiantil.

      Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo 23 años después. En esta ocasión, la casi totalidad de los grandes medios de comunicación han respondido como un solo hombre  en defensa de González. El ultramontano «El Mundo» encabezó con estos grandes titulares la información sobre lo que ni siquiera llegó a ser un incidente: «Encapuchados impiden un acto de Felipe González en la universidad».

      La RTVE  dijo- por su parte-  que la conferencia del ex presidente tuvo que ser suspendida «por la violencia de la protesta».

    El digital «El Español» ,que dirige el furibundo antifelipista de otra época Pedro J Ramírez,  pregonó la información con un titular que rezaba «200 encapuchados revientan un acto de Felipe González».

    El digital OKdiario, que dirige el inefable Eduardo Inda, aseguró que «200 podemitas enmascarados impiden que Felipe González de una charla en la universidad».

   Ni que decir tiene que todos los partidos del arco parlamentario – desde el PP a Podemos – han «condenado» la protesta en contra del hombre que un día jugara  un papel decisivo  en la activacion del terrorismo de Estado.

UNA CRISIS DE RÉGIMEN

      En realidad, la protesta estudiantil contra el ex presidente González no se diferenció en nada esencial de otras muchas que, durante décadas, se han organizado, de forma habitual, en las universidades españolas . Lejos de la imagen de los «200 encapuchados» que «asaltaron»  el recinto universitario, lo cierto es que solo una treintena  de ellos se había colocado un papel sobre el rostro, en el que aparecían escritos los nombres de los policías de los GAL y de sus víctimas, tal y como puede comprobarse con una observación atenta de las filmaciones recogidas por los medios de comunicación.

     El tratamiento desproporcionado que han dado estos medios a la protesta no responde a la envergadura de la misma. Tiene que ver, en realidad,  con el  desarrollo de la crisis del sistema político heredado del franquismo y con las luchas intestinas entre las diferentes facciones y grupos que se disputan parcelas de poder e influencia  dentro del mismo. 

FELIPE GONZÁLEZ, UN VALIOSO FETICHE DE LOS «CONSENSOS DE LA TRANSICIÓN»

       ¿Qué es lo que ha ocurrido  en los últimos 25 años para que los exégetas de la protesta estudiantil contra González se hayan  convertido hoy en sus más virulentos detractores? A principios de la década de los 90, a lo que llamaremos  la «derecha clásica», encarnada en los sectores políticos con reminiscencias franquistas, le parecía inaceptable que el PSOE pretendiera continuar administrando la máquina del Estado,  después de catorce años consecutivos  de permanencia en el Ejecutivo. Desde su concepción bipartidista de la administración del Estado,  el Partido Popular y otros grupos políticos adscritos a esa «derecha clásica» estaban reclamando entonces  «su turno» en el reparto  del poder político. No se trataba de que este sector social  temiera que el PSOE estuviera «conspirando» en contra del régimen  político establecido, y que los propios socialdemócratas habían ayudado a construir, sino de que la derecha «con pedigree»  estaba exigiendo a gritos comenzar su «turno» en el Gobierno de la nave.

      Con la perspectiva que nos proporciona el tiempo,  hoy ya nos encontramos  en condiciones de comprender  cuáles eran  los rendimientos que devengaban los  «turnos» gubernamentales. La crónica diaria de los «pelotazos», las multimillonarias comisiones etc., etc., nos permiten atisbar el perfil del gigantesco iceberg de corrupción en que han consistido estas cuatro décadas de la instaurada  monarquía de los Borbones.

DEL BIPARTITO AL TRIPARTITO

    Hoy, sin embargo, la situación es diferente a la que se vivía durante  aquellas protestas estudiantiles de los 90 contra Felipe González. Hoy el Régimen del 78 no goza de la estabilidad que tenía en aquella época. Todas sus instituciones han sido vapuleadas por la  crisis politica y económica. Y nuevos sujetos han entrado en la liza por la disputa del control de la máquina del Estado. Un sector de los contendientes – el PP, el grueso de los cuadros directivos del PSOE, Coalición Canaria y otras organizaciones políticas –  están por no cambiar nada de la estructura  institucional que les ha permitido tomar por asalto las instituciones del Estado durante cuarenta años. Ello explica la encarnizada defensa que todos ellos han hecho de la figura de Felipe González. El ex presidente constituye el máximo símbolo representativo de toda una etapa histórica, de un régimen político que permitió la continuidad, sin ruptura, del dominio de las clases sociales que se hicieron con el poder económico y se consolidaron durante la dictadura.

    La tercera fuerza política que ahora ha entrado en disputa está integrado por Podemos, Izquierda Unida  y sus múltiples  coaliciones reformista,  que  no pretenden cambiar el sistema político, según ellos mismos han reconocido en numerosas ocasiones, sino tan solo a retocar los aspectos más lacerantes del mismo, sustituyendo a la  socialdemocracia histórica en el aparato de administración del Estado. En el terreno económico aspiran a recuperar  el concepto de  «sociedad del bienestar», que en realidad solo existió durante un corto periodo de tiempo en  la inmediata segunda postguerra mundial, y en la cabeza de los teóricos de la socialdemocracia.

      La confrontación entre los que luchann por conservar el régimen político y aquellos otros que solo desean retocarlo, y de paso colocarse en un lugar destacado de la «lista del turno», hace que sus litigios se presenten  truculentamente en los medios, provocando en muchos  la impresión de que  en esos  diferendos se están dirimiendo nuestros intereses.

     Por eso, justamente, resulta hoy más oportuno  que nunca recordar a los despistados,  y también a los ingenuos, que lo importante en una sociedad como la nuestra  no  consiste en detectar  quiénes son los que se van a «turnar»  en la titularidad de uno u otro  gabinete gubernamental, sino en tener claro cuáles son los auténticos accionistas de esa suerte de «Consejos de Administración» que, desde la  trastienda,  determinan siempre sus decisiones.

Fuente: http://canarias-semanal.org/not/19197/las-connotaciones-ocultas-que-desvela-una-protesta-estudiantil/


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