Libardo García Gallego •  Opinión •  04/11/2016

Anticomunismo u odio a la igualdad social

El sábado 29 de octubre un grupo de neonazis, de la high oligárquica, terratenientes, fanáticos cristianos, e hijos de papi y mami, realizaron una marcha anticomunista en Bogotá, bajo el disfraz de la consigna “contra los acuerdos de La Habana”. Agredieron a un periodista que se atrevió a entrevistar a algunos de ellos y proclamaron a gritos su radical anticomunismo. Estas personas encarnan la ultraderecha organizada en el Movimiento de restauración  nacionalista (MORENA) e iban orientadas por una reconocida senadora del CD, tan reaccionaria que cuando murió García Márquez le deseó su destino en el infierno. Se apartan claramente de la filosofía  de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y de la Constitución Colombiana y mantienen estrecha amistad con los paramilitares; no están dispuestas a aceptar ideas contrarias a las de Hitler y Mussolini; son la intransigencia radical en pasta, enemigas de la diversidad ideológica y política.

Estos dos videos dan fe de las anteriores afirmaciones:

1.    https://youtu.be/hQwIh9spjKQ

2.    https://youtu.be/wSLmLRrvxpI

 

Como se creen caídos del sobaco divino se consideran sabios, dueños de la verdad absoluta y merecedores de acaparar todas las riquezas del planeta. Según su cosmovisión, los pobres nacen en condiciones inferiores a ellos porque sus antepasados fueron pecadores o mala gente o porque fueron incapaces de competir con la gente acomodada o porque dios lo decidió así en su infinita sabiduría. Odian el comunismo porque este sistema aboga porque todos los seres humanos podamos vivir dignamente, con todas las necesidades básicas satisfechas y todos los derechos humanos garantizados por el Estado.

En otras palabras, el comunismo es la máxima concreción del humanismo solidario, de la democracia verdadera, el reconocimiento práctico de la igualdad social, para lo cual es necesario, entre otras medidas, limitar el tamaño de la propiedad privada, controlar el ejercicio de la competencia económica entre los Estados y las personas, planificar el desarrollo, obligando a su cumplimiento y castigando severamente a los incumplidos y corruptos, reducir hasta lo mínimo los intereses pagados al capital, a las entidades bancarias y financieras, y en cambio pagar al máximo posible la fuerza de trabajo.

Para cambiar el capitalismo por el socialismo es preciso cambiar de actitud ante nuestros semejantes, asumir una filosofía humanista y una ética consecuente con ella, sustituir el egoísmo por el compartir, la avaricia por la solidaridad; se requiere de nuevos valores, de nuevos educadores para formar las nuevas generaciones. El sionismo, el nazismo, el falangismo, el fascismo, son doctrinas enemigas de estos valores; son obstáculos al desarrollo que demanda una sociedad humanizada.

Los Acuerdos de La Habana hubieran podido reducirse a dos puntos:                 1. Garantía inmediata, real y efectiva de los derechos humanos constitucionales a todos los habitantes de Colombia.

2.   La revolución educativa, mediante la cual nuevos educadores profesionales, pensadores humanistas óptimamente capacitados en todas las corrientes del pensamiento económico, filosófico, político, religioso, artístico, educativo, se encarguen de la formación integral de todos los niños, niñas y adolescentes actuales y venideros, enseñándoles a pensar como personas autónomas.

Armenia, 1 de noviembre de 2016

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