Libardo García Gallego •  Opinión •  11/11/2016

Meritocracia contra delfinazo, nepotismo y carrusel

“Se conoce como nepotismo a la predilección exagerada que algunos funcionarios en actividad que ocupan cargos públicos poseen respecto a su familia, allegados y amigos a la hora de realizar concesiones o contratar empleados estatales.” (Wikipedia). Delfín, del francés  Dauphin, inicialmente fue sobrenombre y posteriormente título nobiliario de los Señores del Dauphiné (Delfinado), región del SE de Francia.

Igual que en la novela El Delfín, de Alvaro Salom Becerra, quienes han ascendido gracias al poder de sus antepasados pueden alardear como Julio Arzayús, el hijo de los nobles Clímaco y Catalina:

“¿Para qué estudia un hijo de Clímaco Arzayús? Tú muy bien sabes que nuestro país es una monarquía con disfraz democrático. La riqueza, el poder, el éxito, el prestigio no se conquista; se hereda. Para subir, para triunfar es indispensable tener un padre poderoso como el mío” (Pág. 83)…“A mí todo me llueve del cielo. Por algo tengo un papá importante… No he sido político, el pueblo no me conoce, no participé en la campaña electoral, no moví ni un dedo para que me eligieran y, sin embargo, ya lo ves… ¡Senador de la República! (Pág. 88)

En un artículo publicado por El País, el 18 de octubre de 2013, se citan estas afirmaciones del  analista Fernando Giraldo: hoy “siguen cosas como de comportamientos patrimonialistas del pasado” ya que “se inclinan por personas que por sus apellidos son las que mantienen el liderazgo de los partidos”, el poder dentro de las colectividades “sigue en manos de familias de la primera mitad del siglo pasado”.

Y añade una lista de 32 hijos, nietos, primos y sobrinos de personas con larga trayectoria política, la mayoría de los cuales ya son congresistas o altos funcionarios públicos y los demás están en la cola de los próximos: David Luna, Carlos Fernando y Juan M. Galán, Juan José García Zuccardi, Óscar Villamizar M., Luz E. Cáceres., Sofía Gaviria, Andrés Garzón, Ángela Garzón, Andrés Cristo, Miguel Gómez, Santiago Pastrana, Paloma Valencia Laserna, Iván Cepeda C., Aurelio Iragorri Valencia, Francisco Santos, Rodrigo Lara Restrepo, María del Rosario Guerra, Ana Mercedes Gómez, Fernando Araújo, José Luis Pinedo, Arturo Char, Alfredo Ramos Maya, Mauricio Lizcano, Mauricio Delgado, Juan Luis Castro, Carlos Fernando Motoa, Armando Benedetti, Simón Gaviria Muñoz, Horacio José Serpa, Miguel Uribe Turbay, María Clara Name. Estos son los delfines que aspiraban ese año al Congreso, pero los delfines son muchísimos. Varios de ellos con méritos propios para sus cargos; los demás le deben su puesto a las gónadas y los ovarios de sus ancestros.

Ya es hora de que en Colombia se establezcan constitucionalmente concursos rigurosos de méritos, mediante los cuales se provean los cargos públicos, en los tres poderes del Estado. Así se transformaría esta pseudodemocracia, manejada por dinastías corruptas, nepóticas y enmermeladas.

Aunque los pobres estamos en desventaja debido a la incapacidad económica para educarnos y capacitarnos en las mejores instituciones educativas y en las mejores universidades, como sí lo hacen los hijos de papi y mami en entidades de gran renombre, no quiere decir que los pobres carezcamos también de inteligencia, pues una cosa es carencia de recursos y posibilidades y otra ausencia de cerebro. Podemos y debemos competir en condiciones de igualdad.

Armenia, 9 de noviembre de 2016

www.neopanfletario.blogspot.com/

libardogarciagallego@gmail.com


Opinión /