Colectivo Puente Madera •  Opinión •  15/11/2016

Lo malo y lo peor

 

En los últimos días están corriendo ríos de tinta, suenan y resuenan las voces de los analistas políticos que, desde la perplejidad y el asombro, intentan encontrar una explicación al resultado de las elecciones a la presidencia de EE.UU. Muchos buscan en el baúl de la abuela algún manual que resuelva los infinitos interrogantes al terremoto del magnate Trump, futuro inquilino del despacho oval de la Casa Blanca.
 
La sociedad americana tenía el dilema de elegir entre lo malo y lo peor. La enorme desigualdad social y la desesperación jugaron sus bazas, ganó lo peor. El pasado 8 de noviembre los norteamericanos tuvieron que optar entre dos caras de una misma moneda, la de un capitalismo salvaje sin escrúpulos, representado por Hillary Clinton y Donald Trump. Una candidata demócrata del “establishment”, con un estilo suave, moderado, con más vaselina pero que no dejaba de ser más de lo mismo, frente a un inesperado cafre neofacista que se jacta de su misoginia, de su xenofobia y de su insumisión fiscal, entre algunas de sus barbaries.
 
Estaban llamados a las urnas unos 240 millones de norteamericanos, pero sólo dieron su voto el 50% del censo electoral. ¿Qué hubiera pasado si esta enorme abstención se hubiera reducido en 15 ó 20 puntos? ¿Habría cambiado el nombre del presidente elegido, si en algunos estados claves la movilización de los votantes hubiese sido otra? Esto es política ficción y aquí cabrían mil y una especulaciones.
 
Lo cierto y fijo es que, como lo presagiaba Bernie Sanders, el partido republicano ganó el Senado, la Cámara de Representantes y la Casa Blanca, porque, entre otros factores, las huestes del partido democráta hicieron una campaña sin impulso y carente de entusiasmo, lo que produjo que la participación de sus posibles votantes fuera menor de lo esperado. Hillary, la exsecretaria de Estado genocida, desde la prepotencia de autoproclamarse mejor candidata que su rival, con palabras huecas, mensajes vacíos, al más viejo estilo tradicional de la política de siempre, ha querido ganar la partida sin bajarse del autobús. Pero pronto se vieron sus intenciones que no eran otras que crear un gobierno sólo para la América corporativa de los ricos donantes de las campañas, olvidándose de dar soluciones a las penurias de la mayoría de la población de EE.UU. Día a día, la piel del oso de un “éxito casi cantado” de la señora Clinton, se quedó sin cazar en numerosos hogares americanos que, repletos de hartazgo, optaron por no votar o apoyar a las vísceras, a la caverna, a lo peor.
 
Y en esto llegó Trump. Un bufón que es el resultado de la quiebra del sistema capitalista, que produce desigualdad, pobreza y desesperanza. Un sistema que agoniza fagocitándose a sí mismo, donde la factura la están pagando una gran mayoría mientras unos pocos siguen acaparando la riqueza. Trump ha ganado las elecciones con el peor de los mensajes, prometiendo proteccionismo, mano dura con el inmigrante, y una serie de medidas que caracterizan los fascismos, pero que gran parte del electorado compra harto de que el discruso oficial del poder establecido los engañe y haga promesas que no se terminan de cumplir nunca, mientras sus condiciones de vida siguen empeorando.
 
El presidente del Imperio, el vigia de occidente es una pieza más del engranaje, pues Trump es una última apuesta, un «outsider» producto del sistema con unas aberraciones ideológicas que provocarán la aceleración de las etapas históricas del desencanto social.
 
Da mucho que pensar que en el siglo XIX los reaccionarios no querían la democracia, en el XX quisieron destruirla, y en el XXI… en el XXI están encantados con las urnas. ¿Por qué? Lo cierto es que un acontecimiento planetario llamado fascismo extiende sus garras y quiere devorar todo lo que encuentra a su paso. USA se repliega y se echa al monte con la legitimidad del voto de aquellos que practican el forofismo, sacando lo peor de la América profunda: incultura, homofobia, racismo, espíritu retrogrado,…donde Trump es el máximo exponente. ¡Lo que puede hacer la desesperación y la indignación! ¿Este es el nivel de “la mayor democracia del mundo”, el país que es modelo para la derecha española? Mal camino llevamos.
 
Ante este triste panorama que, queramos o no, nos va a afectar en nuestras vidas, hay que buscar una ruptura con el sistema capitalista liberal que está quebrado y construir un nuevo modelo más justo socialmente, equitativo y sostenible. Urge la movilización de las fuerzas democráticas y sociales frente al avance de lo peor, frente al crecimiento desmesurado del neofascismo. Comenzamos a saber cómo podría sentirse un antifascista alemán en marzo de 1931.
 
Ni susto, ni muerte, Ni malo, ni peor. Nosotros y las próximas generaciones nos merecemos otro mundo mejor. La resignación debe quedar en el olvido.
 
¡La lucha sigue!
 

 

@CPuenteMaderaAB

Fuente: http://colectivopuentemadera.blogspot.com.es/2016/11/lo-malo-y-lo-peor.html
 

 


Opinión /