Juan Gabriel Rodríguez Laguna •  Opinión •  29/11/2016

¿Una ventana abierta al mundo?

El desarrollo de los medios de comunicación es desigual según de qué países hablemos, y por tanto, diferentes a la hora de tratar temas como la política, la religión o los valores socioculturales entre otros muchos temas. En el caso de la televisión el desarrollo vino de la mano de los EE.UU., aunque la primera imagen transmitida por televisión y la primera transmisión entre Europa y el continente americano la realizó un escocés, John Logie Baird, entre 1925 y 1928.

En 1929 surge la BBC, una de las primeras compañías de radiodifusión, con media hora diaria de emisión para convertirse en 1936 en la primera emisora que emite de forma regular. La II Guerra Mundial detendrá el desarrollo de la televisión hasta el final de la contienda, cuando los países comienzan con la reconstrucción económica, social, política-ideológica y de nuevo con el desarrollo e implantación de los medios de comunicación.

La evolución tecnológica y desarrollo del mundo televisivo no ha dejado de mejorar desde entonces. Del blanco y negro en los años 60 al color en los 70. Más adelante la aparición del vídeo, mejoras en el sonido, antenas parabólicas y televisión por cable. La gran mayoría de los hogares en países desarrollados del mundo podían disfrutar de una variada programación gracias al aumento de canales, que se verá incrementado por la emisión vía satélite y la televisión digital, TDT, como punto y final de la tecnología analógica en potentes televisores de plasma con canales a la carta y conexión a internet.

Este medio de comunicación se convertirá en una herramienta decisiva para los Estados y sus políticas,  y más tarde, para los intereses particulares debido a la influencia que ejercía y continua ejerciendo en la actualidad sobre la opinión pública, al mismo tiempo que se ha convertido en uno de los negocios más rentables hasta el momento.

Desde una perspectiva histórica la televisión privada comienza a dejar atrás a la televisión estatal anclada en la doctrina “laissez faire” política ideológica por diferentes razones, como estar comercializadas, ser sensacionalistas, predicar el consumismo, y lo que es más importante, todas ellas subordinadas a los intereses publicitarios, y por lo tanto, a la trivialización y manipulación de la información por los centros de poder económicos, bajo el continuo discurso neoliberalista de evolucionar gracias a la competitividad, innovación y creatividad continúa pero ¿a costa de qué?

Pues bien, a costa de no estancarnos socioculturalmente y tecnológicamente aceptamos cualquier discurso sabiendo, no en todos los casos, que está orientado hacia los objetivos marcados por un producto y la tutorización de los destinatarios a través de él. Para ello la televisión ha ido cambiando las cosas de las que habla y la forma en cómo lo hace, no se muestran unos hechos, sino que la televisión se ha convertido en sí misma en una máquina de producción de hechos, realidades paralelas, que propicia un antes y un después, paleotelevisión y neotelevisión según Umberto Eco, en la televisión que afecta, como los demás medios, al curso de los acontecimientos sociales.

Este cambio funcional de los medios de comunicación, y por lo tanto, social atendiendo a la realidad artificial donde vivimos o nos hacen vivir, debe propiciar una reflexión global sobre la capacidad pedagógica de la televisión para dirigir, suplantando progresivamente a las políticas estatales, intereses ciudadanos y derechos humanos, a las masas en el transcurso de las generaciones y como estimular más la conciencia crítica para evitar la alienación de la humanidad, bajo la atenta mirada del gran hermano, en un incomprensible mundo de ficción que no deja de crecer en desigualdad, pobreza y que condena al ostracismo a todos/as aquellos/as que se niegan y resisten a la aculturación en sus valores. Es de vital importancia regresar a la realidad del mundo y mostrar las miserias y generosidades que creamos para recuperar la conciencia, el sentido de la dignidad humana y abandonar el sentimiento de culpa inoculado en nuestras mentes por un sistema económico/político en crisis continua que lo necesita para seguir existiendo como única realidad posible.

 

Bibliografía:

Eco, Umberto: Tv: la transparencia perdida en la estrategia de la ilusión. Lumen, Barcelona 1986.

 

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