Colectivo Puente Madera •  Opinión •  25/12/2016

Felipe y Carles: monólogos

 

 
 
Había llegado la navidad, y Felipe y Carles monologaban y monologaban… ellos, ambos ciudadanos del estado español y del reino de España, hablaban pausadamente pero sin descanso, esperando ganarse la atención de otros ciudadanos, dirigiéndose a oídos que fisiológicamente residían dentro de cabezas cuyos cerebros no les hacían ni caso… porque estaban atentos, bien a platos repletos de gambas, bien a la ausencia de gambas en platos vacíos y nunca repletos, bien a otros menesteres.
 
Carles, ciudadano de la comunidad autónoma de Cataluña, monologaba sentado en la mesa de un bar de un humilde barrio del extrarradio catalán donde se votaba a la derecha y al independentismo; los parroquianos, la mayoría en paro, le prestaban poca atención.
 
La voz de Felipe, madrileño pero hijo de inmigrantes italiano y griega, se perdía entre las conversaciones de una cafetería llena de inmigrantes y obreros, en un distrito de la periferia donde ganaba las elecciones la derecha.
 
Felipe y Carles pasaban, a veces, del monólogo al soliloquio, y se decían, se preguntaban: “¿dónde está el dinero, dónde está ese dinero?” Nunca encontraban la respuesta, nadie lo sabía, nadie podía ayudarles.
 
Carles trabajaba en una gasolinera de Pepsol. Un día lo despidieron: a partir de ese momento, los clientes repostarían ellos mismos, pero pagarían el mismo precio por el carburante. ¿Dónde estaba, entonces, el sueldo de Carles? Si no se lo habían rebajado a los clientes que se manchaban las manos de gasolina, ¿quién se había quedado con sus 600 euros? La hija de Carles, Susana, trabajaba en la caja de una tienda de la cadena deportiva Decaflón. Un día, se abrieron seis cajas autoservicio para que los clientes pasaran los productos por el lector del código de barras y pagaran con sus tarjetas. A Susana y cuatro compañeros los echaron a la calle. Pero los productos que se pagaban en las cajas de autoservicio nunca fueron rebajados. “¿Dónde estaba el dinero de esos cinco sueldos? ¿A dónde habían ido a parar?” Eso era lo que, entre monólogo y soliloquio, se preguntaba Carles.
 
Felipe había estudiado electricidad y durante años trabajó leyendo contadores eléctricos para Ibertrola. Un día la compañía, con el respaldo legal del ministerio de Industria, sustituyó los viejos contadores por otros electrónicos más caros que podían leerse desde la sede de la multinacional. La pequeña empresa de Felipe cerró, e Ibertrola y sus compañías amigas despidieron a cientos de trabajadores subcontratados, pero el precio de la energía no bajó. “¿Dónde rayos estaría-se preguntaba Felipe-toda la pasta con la que se pagaba aquellos sueldos?” Ana, su compañera en la vida, había sido empleada de Gastafanatural y también leía contadores, pero de gas. Como la empresa no podía técnicamente sustituir los contadores de gas por otros electrónicos, despidió a Ana y a sus compañeros e hizo que los propios abonados tuvieran que dar la lectura del contador por teléfono, sin rebajar un céntimo el precio del gas. Con el matrimonio en paro, los hijos de Ana y Felipe no pudieron ir a la universidad. Dos de ellostuvieron que emigrar a otros países. Los cuatro se preguntaban: “¿en qué agujero negro, en qué bolsa de basura de plástico, en qué paraíso fiscal, escondía Gastafanatural el dinero de sus sueldos?” Eso rumiaba Felipe en el bar madrileño, al igual que Carles lo hacía en el catalán.
 
Mientras todo esto pasaba en el país de verdad, Felipe VI de Borbón y Carles Puigdemont de Cataluña, soltaban sus discursos de navidad y, bajo frases pronunciadas en tono amable, jugaban al juego del otro país, el de los nacionalismos y el interés del capital. ¿En qué país vivirán ustedes en 2017?

 
 
 
Fuente: http://colectivopuentemadera.blogspot.com.es/2016/12/felipe-y-carles-monologos.html
 

 


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