Emilio Marín •  Opinión •  16/02/2017

La Revolución Ciudadana quiere profundizarse y la derecha matarla

El domingo 19 hay elecciones presidenciales y legislativas en Ecuador y compiten ocho fuerzas políticas. Sin Rafael Correa, la oficialista Alianza-País quiere profundizar la Revolución Ciudadana, y la derecha interrumpirla.

El politólogo argentino Atilio Borón escribió que las elecciones en Ecuador eran como la batalla de Stalingrado. Quizás fue una comparación un tanto exagerada, pero con el mérito de llamar la atención sobre lo que se está jugando allí para los ecuatorianos y el resto de latinoamericanos.

En el ejemplo meneado por Borón no había terceras posiciones: sólo la victoria de la URSS de José Stalin o la del Tercer Reich de Adolfo Hitler. Y en Quito tampoco cabe el tercerismo, aunque se pueda disimular la polarización porque se presentan 8 listas. También allí es válida la opción binaria: o triunfa la correísta Alianza-País, con Lenín Moreno, o lo hace alguna de las listas opositoras, con el ex banquero Guillermo Lasso, del partido CREO, o la neoliberal Cynthia Viteri, del Partido Social Cristiano.

Los aspirantes Paco Moncayo, del Acuerdo Nacional por el Cambio (basado en Izquierda Democrática, socialdemócratas y hasta marxistas contrarios a Correa, como el PCMLE); Dalo Bucaram, de Fuerza Ecuador; Iván Espinal, de Compromiso Social; Washington Pesántez, de Unión Ecuatoriana y Patricio Zuquilanda, de Sociedad Patriótica, no tienen chances.

Las encuestas son coincidentes en que marcha adelante la dupla Moreno-Jorge Glas, con el 34 por ciento de intención de voto; y se disputan la posibilidad de llegar a un balotaje Lasso, que tiene el 22 por ciento y Viteri, con el 12.

Según la legislación, para definir todo en primera vuelta el ganador debe obtener el 40 por ciento más un voto, con 10 por ciento de diferencia respecto al segundo, o bien el 50 por ciento más uno. La oligarquía debe estar lamentándose aún la división entre sus candidatos porque eso abre la posibilidad de que Moreno los derrote. Esas clases dominantes envidian la compactación que fabricaron sus colegas empresarios en Venezuela, donde -junto con la embajada estadounidense y la agencia AID- lograron con parto de nalgas la parición de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) con la candidatura unificada de Henrique Capriles y luego con listas para la Asamblea Nacional. Y así le propinaron al gobierno de Nicolás Maduro una dura derrota en diciembre de 2015, cuando coparon la Asamblea Nacional.

En Ecuador esa unidad no fue posible. La derecha podría ilusionarse en que igual puede dar el batacazo, trayendo a colación las presidenciales de Argentina en 2015, cuando Mauricio Macri y Sergio Massa tampoco pudieron congeniar una lista única. Y de todos modos lograron derrotar al kirchnerismo y desalojarlo del gobierno tras doce años.

Lo que se juega

Se dirime la presidencia y vice de Ecuador por cuatro años, así como los 137 escaños parlamentarios de la Asamblea Nacional y 5 para la Comunidad Andina, estando convocados a votar unos 12 millones de ecuatorianos/as.

Si es por los antecedentes, el favoritismo está de parte de Alianza-País. Desde los comicios de noviembre de 2006, cuando ganó la presidencia Rafael Correa, en adelante, este oficialismo triunfó diez veces.

Además de los profundos cambios políticos y sociales que introdujo, debe valorarse también la nueva Constitución promulgada en 2008 tras la convocatoria a asamblea constituyente. No todos los gobiernos progresistas se atrevieron a dar ese paso. Hugo Chávez, Evo Morales y Correa sí lo hicieron; los Kirchner y Lula da Silva-Dilma Rousseff no.

A pesar que las encuestas mantienen en todos los casos a Moreno como el favorito, nadie puede negar absolutamente que vaya a necesitarse una segunda vuelta. Y de ser así, se abriría una linda oportunidad para la oposición derechista enlazada a los sectores económicos concentrados que se sienten lesionados por diversas medidas de inclusión social y desarrollo nacional adoptadas en la década.

Una circunstancia diferente, en cotejo con las victorias anteriores del oficialismo: es la primera oportunidad que no lleva como candidato a Correa. Él gobernó tres mandatos y declinó competir por un cuarto diciendo que nadie es imprescindible, y que Moreno y Glas podrían ganar y gobernar muy bien. Moreno fue su vicepresidente entre 2007 y 2013, cuando ese lugar quedó para el actual vice, Glas.

Lenín es un profesional en administración recibido en la Universidad Central de Ecuador y tras desempeñarse como vicepresidente fue a cubrir un puesto en la ONU, en Ginebra, en la oficina que trata el tema de personas con discapacidad. Él quedó parapléjico por un disparo que sufrió en un asalto en 1998 y se moviliza en silla de ruedas. Con muchísima mala fe, que los argentinos llaman mala leche, la derecha hizo campaña mediática preguntando sobre su estado de salud, negándole capacidad para gobernar.

Un punto a considerar en lo electoral: ¿tendrá Moreno el mismo nivel de votos y adhesión que el ya comprobado de Correa? Puede que sí, pero habría que convenir que este no era el mejor momento para experimentar cambios en ese máximo nivel, debido a circunstancias adversas internas, más las dificultades propias de la región y la llegada del huracán imperialista Donald.

Problemas en casa

Esta elección es muy complicada porque en 2015 y 2016 hubo problemas y retrocesos de la economía ecuatoriana, en comparación con los avances de la década iniciada el 17 de enero de 2007 con Correa en el Palacio de Carondelet.

La caída de los precios internacionales del petróleo fue un durísimo golpe a los ingresos del fisco. Como su moneda es el dólar, herencia maldita que no cambió el correísmo, su apreciación dejó a Ecuador en condiciones menos competitivas para la exportación, frente a productos peruanos y colombianos, su competencia. Eso combinado tuvo el mismo resultado de menos ingresos y actividad económica para un país que venía prosperando.

En Argentina se dice “sobre que éramos pocos, parió la abuela”. En el caso ecuatoriano, a la merma de su PBI en 2015 se le agregó el terrible terremoto de abril de 2016, que provocó muchas pérdidas humanas y destrucción material y gastos. El PBI cayó 3,5 por ciento en 2016. Eso sí, las consecuencias negativas del fenómeno no fueron tan gravosas para los más humildes porque Correa adoptó medidas para proteger sus ingresos, con programas solidarios y mayores impuestos a los sectores más ricos.

Ese gobierno, opuesto por el vértice al neoliberalismo, era enemigo de la teoría del derrame y en vez de aguardar a que los sectores más concentrados dejaran caer algunos recursos hacia el pobrerío, los gravó con impuestos a la herencia, a la renta, etc. Se burló de “la teoría del goteo”, que no tenía ningún asidero con la científica ley de gravedad.

La economía dio algunos pasos hacia atrás, aunque morigerados en su impacto en las capas populares. ¿Hasta qué punto influenciará negativamente el voto? ¿Les alcanzará a Lasso o Viteri para frustrar una victoria de Moreno en primera vuelta?

Campañas sucias

El mandatario hizo muchísimo por mejorar la situación del país y de las mayorías populares, sea en situaciones “normales” como en las excepcionales como la reconstrucción luego del terremoto del año pasado.

Con los beneficios de la renta petrolera incrementó notablemente los presupuestos de Educación y Salud, invirtió en infraestructura y planes de vivienda, dotó a los humildes de asignaciones para escolares, madres, ancianos, etc. Así fue que el PBI ecuatoriano aumentó desde los 46.802 millones de dólares de 2006 hasta los 110.000 millones en 2016; la economía creció a un promedio anual del 4,5 por ciento.

Y si bien esos beneficios fueron generales, lo remarcable es que sacaron de la pobreza a 2 millones de personas, bajando el desempleo hasta el 4,5 por ciento.

Las clases dominantes, en cambio, están rabiosas por esos logros y por la emergencia del pobrerío, con una política “populista” reñida con el Consenso de Washington y los libretos del FMI y el Banco Mundial, cuyo representante en Quito fue expulsado por Correa apenas asumido.

Lasso y Viteri, haciéndose eco del establishment, incluyeron la promesa de derogar 14 impuestos de Correa. Eso apunta a desfinanciar al Estado, como alertó Moreno, con negativas consecuencias sobre los programas del Estado y el empleo.

Con tal de poner obstáculos a la campaña de Alianza-País, los medios de comunicación ligados a la derecha, a Miami y la Sociedad Interamericana de Prensa, agitaron y denunciaron sin pruebas al gobierno. Por ejemplo, al vicepresidente Glas lo denunciaron de firmar contratos con Odebrecht. Eso sí existió para repotenciar una refinería, pero no hubo hasta ahora ninguna prueba de que el ingeniero, por entonces ministro, hubiera recibido una coima. Lo escrachan como si hubiera pruebas como las hay contra el ex presidente peruano Alejandro Toledo y sin los elementos aportados en contra del jefe de la AFI de Argentina, Gustavo Arribas.

Lo que esos medios no le perdonan a Ecuador es su nueva ley de Comunicación, similar a la ley de medios de Argentina, con un propósito más plural y antimonopolios que la limitada 26.522.

El domingo se sabrá si Ecuador sigue su rumbo victorioso, sumado al reciente de Nicaragua, o si es continuidad de las derrotas populares en Argentina y las legislativas de Venezuela y el referendo de Bolivia.

http://www.laarena.com.ar/opinion-la-revolucion-ciudadana-quiere-profund…

 http://www.alainet.org/es/articulo/183520

 


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