Rodolfo Carballo •  Opinión •  26/05/2017

Crónicas constituyentes. Vivir para contarla

Hace poco más de 12 años me instalé en estas costas caribeñas, un poco como deuda personal de tiempos pasados del exilio, un poco para transmitir y aplicar conocimientos médicos adquiridos, pero más por curiosidad por el fenómeno político de la revolución bolivariana. Como venezolano de adopción que soy, muchas han sido las alegrías, los logros, los avatares, los sinsabores y de todo lo visto, vivido, escuchado, leído, sentido lo que más me ha impactado es ser parte de una revolución original, una revolución democrática, popular, pacífica cuya palanca, es la constitución bolivariana. Era como reeditar la experiencia chilena de la Unidad Popular en tiempos de Salvador Allende, pero con una constitución como hoja de ruta, con la inédita unidad cívico-militar, con un comandante con visión estratégica. Ni calco ni copia, creación heroica

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Para los venezolanos y venezolanas la constitución es motivo de orgullo, por sentirla como propia, por haberla defendido en tiempos de acecho y curiosamente debe ser el único país que se celebra, de manera festiva, su cumpleaños. La “bicha” como le dicen al pequeño librito azul,

ha sido impresa y distribuida por millones, es clarita, facilita y muy sabia. Quiso que la vuelta de la historia, me tocara vivir un nuevo proceso constituyente y creo que es un buen motivo para divulgar el fenómeno que ya está en marcha, y al parecer no la para nadie. Trataré de enviar de manera periódica lo que está pasando como de pequeñas crónicas, urgentes, curiosas, en tiempo real como dicen. Me apoyaré con de las “Historias mínimas de la carta magna”, escritas por Earle Herrera, y por supuesto, por el propio Chávez, que siempre está presente. Uds. amigos míos, pueden ayudar a divulgarlas. Yo, vivir para contarla.

El 1 de mayo de 2017, ante millones de chavistas que colmaron las calles céntricas de Caracas, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, convocó al Poder Constituyente Originario; para que la clase obrera y el pueblo convoque a la Asamblea Nacional Constituyente que busca la paz y el diálogo en el país. La Constituyente reorganizará el Estado e integrará en la Constitución los logros sociales que se han desarrollado en el país de la mano de la Revolución Bolivariana. Con esta inesperada convocatoria, se abre una ventana de oportunidad para que se imponga la paz y para que los representantes de los modelos antagónicos del país, tengan un escenario político democrático para dirimir las diferencias. Ante la creciente confrontación entre el gobierno y la oposición por el bloqueo institucional entre los poderes del Estado, la controversia principal pareciera estar, como siempre lo estuvo, en la relación de las partes en disputa con respecto a la Constitución Bolivariana, que todos dicen respetar. La convocatoria al poder constituyente, pone a prueba el apego de las partes a la carta magna, para que sea el pueblo originario el que resuelva por abajo, lo que el poder constituido no ha podido resolver por arriba. La apuesta es audaz, constitucional, controversial, pero pareciera ser la única salida, hoy por hoy, ante el curso de los acontecimientos, para evitar una guerra civil que nos quieren imponer, como antesala a la intervención de los poderes imperiales.

La primera reacción del pueblo chavista ante el anuncio, es reencontrarse con la historia, cuando aquel 2 de febrero del año 1999, Hugo Chávez Frías asume la presidencia de la Republica con el respaldo electoral de 56% de la población. Al asumir el nuevo presidente se juramentaba “sobre esta moribunda constitución” y así enterraba, de manera simbólica, la Constitución de 1961. “Tiene que morir y junto a ella el modelo político nefasto al que dio nacimiento en estos últimos cuarenta años. Eso tiene que morir. Va a morir, señores. Acéptenlos todos y es necesario que muera, pero claro que, al mismo tiempo es necesario que nazca otro modelo”. Así se anunciaba el camino prometido en campaña de la convocatoria al proceso constituyente. Con este fuerte simbolismo, se advertía que no estábamos ante un simple cambio de gobierno. El proyecto bolivariano es algo más complejo, más profundo, más raizal, que se remonta a la historia de 500 años de dominación, 200 años de lucha por la independencia y la lucha de generaciones de patriotas y revolucionarios para sacar del olvido, de las márgenes de la sociedad, para recuperar el orgullo de la venezolanidad india, negra, mestiza para enarbolar una revolución social, con el resurgimiento del espíritu nacional para enfrentar los desafíos del siglo XXI

El ex diputado constituyente, actual diputado nacional del PSUV y periodista de raza, Earle Herrera en sus “Historias mínimas de la carta magna”, un exquisito compilado de crónicas que nos dibuja el ambiente de la época. Cuenta Earle, en AQUEL CAMIÓN, que por la parte posterior parecía un camión de estaca sin estaca. Sobre su acerada platabanda un enorme cajón, (buzón constituyente) pintado con los colores del tricolor nacional. Un cartel de 1,50 por 1,20 exhibía la leyenda ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE. Más abajo: “Comisión de Participación Ciudadana”. Luego el texto “La Asamblea Nacional Constituyente debe ser el centro del debate y participación del país durante todo el proceso de creación de nuestra nueva Carta Magna…” En efecto, así fue. Aquel camión no se quedaría estacionado frente al viejo Congreso Nacional. Recorrería todo el país recogiendo en su buzón las propuestas del pueblo soberano. Nota el presidente de la Comisión de Participación Ciudadana era el constituyente Nicolás maduro. El secretario, Darío Vivas. Recogería más de 30 mil propuestas del pueblo ansioso de participar.

Ante la convocatoria de Maduro del 1º de mayo, la oposición, desde otra perspectiva, se revuelve en sus recuerdos y contradicciones, de cuando en aquellas circunstancias se aferraba a la moribunda, al poder residual del congreso bicameral, la corte suprema de justicia de entonces y al ente electoral que aún mantenían como muralla para impedir los avances revolucionarios y para oponerse a la convocatoria a constituyente. La vieja constitución que sirvió de soporte a 40 años del bipartidismo, como era de esperar, no tenía ningún mecanismo previsto para modificarla, que no fuera un acuerdo de cúpulas. Hubo que recurrir a un resquicio legal para convocar a una consulta popular, para ver si el pueblo estaba de acuerdo para convocar a una asamblea constituyente. Y así se hizo. Primero la consulta, aprobada mayoritariamente por el pueblo y luego la convocatoria a elecciones de los representantes de la Asamblea Constituyente originaria. La oposición, desconcertada, se opuso a participar, con algunas excepciones de individualidades que aceptaron el desafío democrático. De esta manera, convivieron durante varios meses en el Palacio Federal Legislativo, el congreso bicameral en la parte derecha del hemiciclo y la asamblea de diputados constituyentes a la izquierda, ejemplo de cómo se venía realineando el país.

Siguiendo con Earle nos recuerda que Todos los olvidados de la Cuarta República marchaban hacia la Asamblea Nacional Constituyente. El Palacio Federal Legislativo se poblaba de los preteridos, excluidos e invisibilizados de la víspera. Campesinos a caballo, burro y a pie, afrodescendientes al son de la curbetas y minas, indígenas de guayuco y flechas, el arcoiris de la sexodiversidad, bomberos con su cascos. Una mañana armónica de virtuosos violines la Cuatro Estaciones de Vivaldi silenciaron la sesión. Llegaba la protesta de los músicos de la Filarmónica, encabezados por el concertino Luis Morales Bance.

Aprobada y refrendada por nuevas elecciones el 15 de diciembre del año 1999, nace la Constitución Bolivariana de Venezuela, que al poco tiempo de andar sería desconocida en el golpe del 2002, derogada y mancillada por 47 horas, cuando el pueblo restituye al presidente constitucional Hugo Chávez Frías. Earle Herrera, en sus Historias mínimas, nos recuerda que el presidente Chávez estaba imbuido de cosmogonías, sobre todo de las americanas precolombinas, bajo las que habitan nuestros ancestros. El día que regresó de su prisión de La Orchila, aquel abril del 2002, recurrió a un hermoso símil cuando, mostrando su inseparable librito azul, llamo a los bolivarianos y a opositores a respetarlo porque “esta Constitución es el libro de todos, es como el Popol Vuh, el libro de la comunidad”. Vestir de azul el mítico libro de los Mayas es una metáfora sublime, única, insuperable.

Pasarían varios años y muchas tropelías contra el pueblo, como el paro de la cúpula empresarial de PDVSA, el alzamiento de generales sin tropa en la Plaza Altamira, para que la oposición reconozca la Constitución Bolivariana por primera vez, recurriendo a uno de los atributos que da la misma: el revocatorio de mandato del año 2004 contra Chávez, que al final se convertiría en reafirmatorio con el 60% a favor de su continuidad. Las opciones democráticas que tiene como menú la constitución vigente, son variadas: reforma, enmienda, revocatorio de mandato pasado la mitad del periodo, pero de ninguna manera la destitución del presidente por la Asamblea Nacional. El año pasado, esta vez como parodia, Capriles intenta recolectar firmas para un revocatorio contra Maduro, plagado de eventos fraudulentos que el resto de la MUD le quita el cuerpo, dejándolo solo en la movida. Un fracaso anunciado. Pero en el colmo de los desvaríos, la fracción conocida como “la salida” hace pocos meses, pretende apelar a la Asamblea Constituyente, pero con fines destituyentes, para matar a la constitución bolivariana.

Ya habían intentado destituir a presidente Maduro desde la Asamblea Nacional, sin que la constitución prevea ese mecanismo, con el absurdo argumento de “abandono de cargo”, episodio declarado inconstitucional por el Tribunal Supremo de Justicia. Por ello la Asamblea Nacional, con mayoría, opositora, sostiene que se ha roto el hilo constitucional, o sea que, técnicamente estamos en dictadura. Por ello pretenden elecciones presidenciales YA, sin que haya concluido el mandato Maduro, que recién lo hará a finales del 2018. Por todo esto y avalado por un grupo de presidentes cortesanos desde la OEA y MERCOSUR, la derecha cada vez más hegemonizada por la facción fascista, cree tener patente de corso bajo la fachada de “protestas pacíficas”, para llamar a la desobediencia civil, al foquismo insurgente, a todas las formas de lucha, términos con que pretenden apropiarse del ideario de izquierda, para justificar sus fechorías. Pero en la realidad, no son más que mercenarios reclutados del paramilitarismo, sicarios o de mano de obra desocupada, terroristas que pretenden un baño de sangre entre venezolanos. El odio, el racismo, la ola de violencia trasmitida por las redes, convierte a cualquier venezolano y venezolana en blanco móvil, por ser chavista o portador de cara semejante, para que los enardecidos encapuchados descarguen sus broncas.

En realidad, hay síntomas evidentes que la MUD, a estas alturas del partido, no le interesa ni diálogo, aunque el propio Francisco la convoque, ni elecciones ni de gobernadores o de alcaldes, ni presidenciales, porque los limitaría a moverse en el marco de la constitución, la actual o la por venir. Lo que quieren es capitulación, que el chavismo se rinda ante la guerra económica, la guerra de IV generación, el alzamiento violento o vivir bajo amenaza de una intervención tutelada como propone la Malcorra. Nada de eso puede pasar mientras el pueblo se mantenga movilizado y motivado para defender las conquistas y ahora más aún, ante la convocatoria a la Asamblea Constituyente, que intenta barajar y dar de nuevo, poniendo un nuevo escenario para que la política vuelva al cause democrático. Con la Constituyente se abre un debate diverso, intenso, entre poderes, expertos, opinadores de oficio, pero sobre todo por el pueblo que a lo ancho y largo del país opine sobre la legalidad y pertinencia de la convocatoria y nada mejor que recurrir a la propia constitución, nuestro Popol Vuh libro sagrado diría Chávez.

“Artículo 347: El pueblo de Venezuela es el depositario del poder constituyente originario. En ejercicio de dicho poder, puede convocar una Asamblea Nacional Constituyente con el objeto de transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución.

Artículo 348: La iniciativa de convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente podrán tomarla el Presidente o Presidenta de la República en Consejo de Ministros; la Asamblea Nacional, mediante acuerdo de las dos terceras partes de sus integrantes; los Concejos Municipales en cabildo, mediante el voto de las dos terceras partes de los mismos; o el quince por ciento de los electores inscritos y electoras inscritas en el Registro Civil y Electoral.

Artículo 349: El Presidente o Presidenta de la República no podrá objetar la nueva Constitución. Los poderes constituidos no podrán en forma alguna impedir las decisiones de la Asamblea Nacional Constituyente. Una vez promulgada la nueva Constitución, ésta se publicará en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela o en la Gaceta de la Asamblea Nacional Constituyente”.

Más claro, el agua. Queda claro que el presidente en Consejo de Ministros, es el que tiene la iniciativa y el que puede diseñar la convocatoria, como pudo hacerlo la Asamblea Nacional con dos tercios de los miembros, o los dos tercios de los cabildos municipales o el 15% de los electores inscritos. El que tiene la iniciativa propone las reglas de juego, previa consulta a los actores convocados. Pero lo más importante es, que el propio Presidente no podrá objetar la nueva Constitución. Los poderes constituidos no podrán en forma alguna impedir las decisiones de la Asamblea Nacional Constituyente. La Asamblea Constituyente, una vez instalada, se convierte en poder plenipotenciario, tal cual dice el Art. 5 La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley, e indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público. Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos.

Teniendo la iniciativa, el presidente Maduro firma en Consejo de Ministros el mismo 1º de mayo, el decreto de convocatoria que dice “Los y las integrantes de la Asamblea Nacional Constituyente Originaria serán elegidos o elegidas en los ámbitos sectoriales y territoriales, bajo la rectoría del Consejo Nacional Electoral, mediante el voto universal, directo y secreto; con el interés supremo de preservar y profundizar los valores constitucionales de libertad, igualdad, justicia e inmunidad de la República y autodeterminación del pueblo”. La convocatoria propone 260 diputados con representación territorial y 240 representantes sectoriales registrados por distintos mecanismos reconocidos, para que puedan visibilizarse, los que en la constitución del 99 no estaban reconocidos como sector social, los trabajadores, los campesinos, de las mujeres, jóvenes, de la sexo diversidad, los indígenas, los afrodescendientes, los discapacitados, pescadores, los adultos mayores, cultores, que teniendo sus propias reivindicaciones y aspiraciones sociales podrán ser candidatos del pueblo. Será el Poder Electoral, poder autónomo, el que en pocos días establecerá las bases electorales, para que la mesa esté servida, para que el pueblo mediante el voto universal, directo y secreto, elija sus diputados la Asamblea Constituyente ciudadana originaria.

Acostumbrados a las democracias representativas, donde las burguesías imponen a los ricos, a banqueros, a los burócratas, a los políticos de carrera para que nos representen, cuesta entender lo que la lógica popular intuye como justo y necesario: todos somos ciudadanos y ciudadanas con derechos y deberes y podemos representarnos a nosotros mismos. Cuesta entender la diferencia entre el poder constituido (presidente, gobernadores, alcaldes y el aparataje burocrático que de él deviene) y el poder constituyente, el originario, que es permanente en el tiempo y en Venezuela es el poder soberano. La democracia participativa y protagónica amasada en 18 años de revolución, nuevamente se pondrá a prueba para medir en cuanto hemos avanzado en la construcción del poder comunal, en las misiones, las conquistas sociales, y sentar las bases jurídicas para un nuevo modelo económico post-petrolero; dotar de rango constitucional a las instituciones del poder comunal. Estos avances innegables deberán estar reflejados en la constitución que surgirá de esta patriada, nunca para retroceder ni quitar derechos adquiridos. En fin, la Asamblea Constituyente deberá servir para medir cuanto hemos avanzado en conciencia colectiva como legado del líder Hugo Chávez y abrir nuevos horizontes para profundizar nuestro socialismo.

La derecha orgánica en sus paradojas y contradicciones, apela a la constitución que nunca creyeron para descalificar la iniciativa, lo que no sorprende a nadie, pero llegan a decir, sin sonrojarse, que esta maniobra del dictador Maduro es anticonstitucional, que la convocatoria como un “golpe de Estado”, lo que augura una nueva escalada en el conflicto político. Han llegado a afirmar que esta convocatoria traiciona el legado de Chávez. En esto coinciden con algunos que se consideran chavistas críticos, que creen ser poseedores del copyright del pensamiento del líder indiscutido de la revolución. Además plantean que se debería convocar a una consulta previa, desconociendo el Art. 348, porque los diputados constituyentes del 99 dejaron una “zona gris”, que solo tienen en su mente los negacionistas o los que pretenden introducir confusión al pueblo. Están los que dicen que esta constitución es “imperfectible”, extraña interpretación de los que creen que la misma no necesita, ni necesitará por siempre, ninguna modificación, que el tiempo se congeló y que el Art. 348 fue un equívoco del constituyente. También están los que opinan que la constituyente es una cortina humo ante la emergencia social y no una oportunidad para combatir la guerra económica en todos los terrenos. En fin, hay para todo, opiniones constructivas, negativas, confusas, diletantes, delirantes, conspirativas. Asimismo habrá reclamos contra la corrupción, la ineficiencia, pedidos de rectificación y de justicia. Para eso el presidente, en su iniciativa convocante, en mismo acto, juramentó a la designada Comisión Presidencial para el Poder Popular Constituyente, presidida por Elías Jaua, para escuchar todas las opiniones a manera de diálogo incluido a la MUD, la jerarquía eclesiástica y los factores de poder económico, que niegan de manera reiterada, el dialogo, la Paz y la voluntad del pueblo.

Para ello dejemos que sea el propio Hugo Chávez de principios de los años 90, antes de la rebelión del 92, el que escribía con el poco conocido libro Azul, que sintetiza los fundamentos del MBR 200, núcleo fundacional de militares patriotas. “El Proyecto Nacional Simón Bolívar debe romper los límites de la farsa representativa, para avanzar hacia la conquista de nuevos espacios participativos en una primera fase de su desarrollo……Ello sólo podrá lograrse a partir de una Asamblea Nacional Constituyente de carácter plenipotenciario, la cual debe elaborar la Carta Magna en la situación de provisionalidad, en el marco de una profunda participación de la sociedad civil, a través de diversos mecanismos de democracia directa……La democracia popular bolivariana rompe con este esquema de engaño y vasallaje, para llevar los límites de la acción hasta el nivel de protagonización en la toma de decisiones”.

Y como si nos estuviera contestando a los interrogantes antes planteados, el Chávez visionario de los años 90 nos advertía “Es decir, el pueblo como depositario concreto de la soberanía debe mantener su fuerza potencial lista para ser empleada en cualquier momento y en cualquier segmento del tejido político, para reparar daños a tiempo, para reforzar algún desajuste o para producir transformaciones que permitan el avance del cuerpo social en la dirección estratégica autoimpuesta”.

Fuente: https://cyohueso.wordpress.com/2017/05/23/cronicas-constituyentes-vivir-para-contarla/


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