Matilde Trujillo Uribe •  Opinión •  20/06/2017

Colombia. La guerra y la paz de nuestros días

Colombia. La guerra y la paz de nuestros días

Y arribó en medio de las oscuras sombras de la paz y la guerra el año 2017, que sigue avanzando día a día trayendo a cuestas los lastres del pasado. Nada nuevo bajo el sol apareció, nada distinto ocurrió, y parece que nada nuevo se anuncia más allá de la continuidad de unas políticas de estado mas rubricadas, con los mismos hechos de terror y el padecer del pueblo: más de medio centenar de líderes y activistas sociales asesinados, otr@s tantos encarcelados, persecución y amenazas van y vienen, criminalización de la protesta, represión a todo vapor, la militarización y el paramilitarismo vivos, actuantes, ligados y vigentes, el saqueo inmisericorde de nuestros recursos con sus terribles consecuencias, la pobreza y la miseria cabalgando sin piedad sobre el pueblo y en fin, el sin fin.

Al recorrer los acontecimientos de este año, en un intento de sintetizarlos e interpretarlos, sentí que me estaba repitiendo. Leí las líneas que llevaba y me dije: pero esto ya lo había dicho, para qué seguir, ¡al cesto de la basura estas líneas!. Luego reparando el asunto, caí en cuenta de que lo que se repetía era la realidad: los mismos hechos, los mismos autores y actores, el mismo drama, la misma historia, quizás un incremento de las luchas sociales, un cambio que si bien significativo, refiere más a una diferencia cuantitativa. Otro asunto que saltó a mi vista, es que las negociaciones de paz entre gobierno y la actual dirigencia de las FARC, no han cambiado en nada el dramático panorama. Sigue, como ya expresé, la continuidad de las políticas de estado con el accionar macabro de las élites contra el pueblo. Aquí no hubo ningún proceso de paz, la paz no se ha visto por ningún lugar; ni en mínimo generó condiciones para construirla, generó si en cambio, falsas expectativas e ilusiones para desembocar en lo mismo. Claro está que la guerrilla más numerosa de Colombia deja de existir y ello sí es un cambio sensible e histórico en el país. En cuanto al proceso con el ELN en curso, que al parecer va por otro camino, amanecerá y veremos. Sin más preámbulo, dejo entonces las líneas en cuestión.

Tras padecer durante siglos la desdicha de la violencia que introdujo con horrores el invasor español, “una suerte de maldición” nos acecha y confunde: considerar que si los pueblos se rebelan o enfrentan la violencia de los dominadores son los causantes de la misma, en consecuencia, si dejan de enfrentarla o rebelarse se acaba la violencia. Tal idea no se ha dado por generación espontánea, la inoculan con una habilidad asombrosa los dominadores de hoy por sus medios de resonancia. Expertos en las “artes” de la manipulación -que incluyen realitys, telenovelas, noticias-, logran apagar la conciencia y trasladar su infame accionar, a quienes se ven impelidos a defenderse de la violencia del agresor. El momento les ha sido propicio en razón de las conversaciones o negociaciones con las insurgencias en nuestro país, Colombia. El cirirí de la clase en el poder cala en mentes de la propia izquierda y ciertas frases se vuelven de cajón: “nos encontramos en el camino de la superación de la violencia que predominó por más de 5 décadas en la historia colombiana”, haciendo referencia al tiempo de existencia de las FARC y a la desmovilización y desarme de esta insurgencia. A partir de allí un rosario de acusaciones recae sobre ésta organización y con alivio terminan exclamando que todo ese horror que han vivido los colombianos, por fin ha terminado. Proclaman el fin de la guerra y la llegada de la paz*1. Y he de decir, que de no ser porque ello es sólo un cuento, podría dejarles con ese final feliz.

La realidad es otra. Pese a que ésta insurgencia, -a excepción de algunos frentes*2- haya renunciado a la rebelión y a sus mil y una noche entre la manigua, y a sus combates, y a la inclemencia del clima, dejando como cosa del pasado la lucha iniciada por sus comandantes de la Marquetalia agredida*3, y pese a que se encuentren inmovilizados, sin pegar ni un tiro a la paloma, cercados en áreas demarcadas, rodeados y vigilados por policías y militares del régimen; ni el fin de la guerra, ni la paz, ha llegado. Muy por el contrario, las dolencias de la guerra -con todas sus violencias– se sienten a lo largo y ancho del país, particularmente en las zonas rurales. Y aunque digan ahora, continuando la diatriba falsificadora de la realidad, que no habrá paz completa hasta tanto el ELN no siga los pasos de su antecesor, lo que salta a la vista es que el causante de la guerra, o quien ejerce las violencias contra el pueblo, es una casta que se turna el poder desde tiempos inmemoriales, continuando hasta hoy con el gobierno de Santos que se vendió cínicamente como el postor de la paz. Una “paz” que contiene la perversa marca Made in usa con la entrega de nuestra soberanía y la deformada horma neoliberal encarnada en los de corbata, wisky y pedigrí, mismos que cuando hablan de paz, retomando a Gaitán: “se les ve la punta del cheque en el bolsillo” *4.

Cómo no desconfiar de la palabra paz cuando sale de las bocas de quienes cenan caviar y langosta en mesas con manteles blancos, gastando en una noche mucho más del salario mensual adolorido de un trabajador?; cómo creer lo que dicen, si cuando una comunidad pide agua le responden con el aparato de represión? Cómo 3 letras: PAZ, pueden ser ciertas cuando el representante de la oligarquía que hoy nos gobierna, al estrenar un megapuerto en Buenaventura, recibe a los dueños de la empresa transnacional española diciendo: “Hoy somos el primer país en Latinoamérica de protección inversionista. Por eso tenemos que seguir facilitando la vida a los empresarios e inversionistas, nacionales o extranjeros”*5, a tiempo que han desalojado de sus barrios al pueblo Bonaerense para ampliar su zona industrial, sometiéndoles a la más cruda pobreza y miseria. Cómo a los maestros en pie de lucha se les responde: “es que no hay plata”. El mismo papel carbón roído, que el gobierno irónicamente saca a relucir ante los reclamos y justas demandas de diversos sectores populares, como si fuéramos estúpidos. Cuando con toda desfachatez tienen congresistas ganando $ 27’929.064 mensuales que salen de nuestro bolsillo sin previa autorización, pues se abrogan distribuir a su amaño el presupuesto de la nación; de indolentes que nos aplican la lesiva Reforma Tributaria; de corruptos que con las retorcidas mañas y marullas del ácido de los delincuentes de cuello blanco, la ascendieron a 8,5 billones de pesos, pero no se les exige devolución de estos dineros, y encima a los pocos que caen en medio de la consabida impunidad, les dan casa por cárcel -consentiditos los corruptos-; de hipócritas que hablan de paz y dan prioridad al gasto militar incrementando miles de millones este rubro, como lo presenta un riguroso estudio*6 que nos revela que si el Estado redujera, sólo en el año 2017, una cuarta parte del gasto destinado a la guerra quedarían disponibles $7,4 billones de pesos. Es que la paz de los de arriba con sus afiladas garras, desgarra la paz de los de abajo. Bien dice un excelente artículo*7: “el Congreso de la República se dedicó en el 2016 a favorecer la plutocracia criolla y las multinacionales minero energéticas con reformas y leyes que garantizan el despojo de las riquezas de los colombianos y hacen inviable el desarrollo del país”. Esos, son los aliños y aditamentos bien macerados que van configurando el exuberante y variado plato de la guerra que ejercen los de siempre, contra el pueblo.

Los hechos hablan con su lenguaje contundente, van tejiendo con precisión la realidad, develan hasta los secretos más guardados. Sin embargo los aconteceres y acontecimientos nos parecen de ficción, no damos crédito cuando los vemos, voces de sirena nos engañan, los deseos nos confunden, los medios de comunicación del dominador nos ponen vendas en los ojos; leerlos no es fácil pero tampoco imposible y al fin hemos de hacerlo si no queremos perdernos entre humo, nubarrones y vapor. Otra madre llora a su hijo, Bernardo Cuero es asesinado en su casa, en Malambo; ya había sido objeto de dos atentados contra su vida. Este hecho que no es aislado, hace parte en conjunto con otros del mismo talante, de una dimensión que atraviesa nuestra realidad: el Terrorismo de Estado. Y hay otra dimensión que viene atravesando significativamente este acontecer: Las diversas expresiones de resistencia y lucha que se vienen dando a lo largo y ancho de nuestro territorio durante este año: paros, marchas, mingas, protestas y otras, que igualmente nos hablan de la realidad de la paz y la guerra en Colombia.

Paros como el del Chocó negro y el de la Buenaventura ultrajada, ambos negros y ultrajados por los gobiernos de turno, hablan de 100 años de soledad, de abandono, de la pobreza y la miseria que se vive con aguda crudeza en zonas y regiones del país*8. El mismo drama se expresa en las luchas agrarias del campesinado, en las mingas de los indígenas, de los afros, en el incansable empuje y resistencia de los cocaleros. Es el lamento del jibarito, la indignación que ruje con fuerza, el sufrimiento, la incertidumbre, desesperación y padecimiento de un pueblo que esta gritando ¡basta ya! Paros como el de las centrales obreras que persisten en la consigna de: unidad organización y lucha; el de los camioneros aguerridos que no se han dejado amedrantar. Las diversas marchas, protestas, plantones, de maestros, estudiantes, organizaciones sociales y colectivos populares, reiteran que las mayorías colombianas estamos condicionadas hasta la médula en la lucha por la subsistencia, por llevar el pan a la boca de un hijo, por tener un techo donde meter la cabeza, por la incertidumbre del mañana. Con hambre no hay paz. La pobreza, la miseria, las afujías y dificultades económicas de las mayorías, revelan que la paz de la que se ha hecho tanta alharaca, es una sustancia fangosa que ha prendido fuego a nuestros derechos; que éstos han sido quebrantados por la clase en el poder, ¡todos nuestros derechos!: económicos, sociales, políticos, ambientales, culturales, sometiéndonos a una cotidianidad de violencias que clava punzantes aguijones en sus víctimas. Todo un pueblo es víctima del sistema del oprobio y del modelo neoliberal que implementan las élites, ese modelo económico extractivo con el que se han apoderaron de nuestro país. Las consultas populares mineras, por el agua, el medio ambiente: un grito por la vida. La respuesta del gobierno, no obstante que las acciones y movilizaciones fueron pacíficas, ha sido la bárbara represión mediante esa fuerza de terror: el ESMAD. Santos ya no oculta el exacerbado militarista que lleva adentro. Cuando siente la presión de estas colectividades populares, engatusa, engaña, incumple. Se revela el rostro violento, militarista, inmutable e insensible de la clase en el poder que él representa.

Y qué paz es ésta, con un genocidio a bordo? Día tras día vemos aumentar con estupor y dolor, los asesinatos de campesinos, indígenas, sindicalistas, defensores de derechos humanos, activistas y líderes comunitarios, militantes de izquierda. Es el mismo conglomerado social sobre el que recaen todas las infamias; ningún rico u oligarca entra en estas listas, la gente del pueblo. En su defecto encarcelan, bajo la modalidad de “falsos positivos judiciales” cumpliéndose así la sentencia de Santos a cabalidad: “la cárcel o la tumba”. La diferencia es que cuando la profirió, la dirigía a los guerriller@s que no se entregaran, y vean por dónde va el agua al molino. Se trata una ola de detenciones, en la que de manera flagrante instituciones judiciales con el ejército y policía, imputa delitos o acusa de rebelión, práctica tan aberrante y cruel que remueve la vida de las victimas con más dolores y sufrimientos, es particularmente desatada en zonas rurales donde hay intereses de las multinacionales. Los proyectos mineros se imponen a sangre y fuego, con el despojo de tierras y el desplazamiento comunidades enteras. Santos ríe, un placer interior lo acompaña, la locomotora minera marcha a pedir de boca, Uribe se frota las manos, sus muchachos se portan muy bien, ni a ellos ni a las transnacionales les conviene tener insurgencia armada. Pueden hacer de las suyas sin obstáculos ni limitación. Para ello tienen sus bases militares muy bien puesticas y uno de los fuertes ejércitos de Latinoamérica financiado entre otras, con intereses USA según Santos “el mejor ejercito de nuestra historia” y el paramilitarismo que “no existe” sigue su accionar bárbaro y brutal*9, copando ahora las zonas de donde han salido las Farc*10.

Y he de terminar. No hay pueblo mancillado que no se quiera liberar. Y arribará la paz con nuestra lucha. Ellos, los de siempre, ni mínimos cambios harán, en el poder se pretenden perpetrar, sus enormes privilegios continuar. No es posible reconciliarnos con quien nos sigue matando, avasallado, oprimiendo y explotando de toda forma y lugar. A su guerra contra el pueblo, es a lo que llaman paz. Solo el pueblo salva al pueblo. Avanzar hacia los cambios estructurales, que desafíen el capitalismo salvaje y el modelo de oprobio, solo así lograremos que la paz sea el mañana que nos espera.

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*1 Inaudito es que la comandancia o dirigencia de las FARC haya enarbolado este discurso durante el proceso de negociones “de paz” con el gobierno y lo mantiene hasta hoy, cuando constata que el gobierno no ha cumplido sus compromisos, es decir los acuerdos firmados: “Hoy estamos dando inicio a la segunda fase del proceso de Dejación de Armas en el Departamento del Cauca donde antes hubo guerra y ahora florece la esperanza”. Su decir es que con la desmovilización y entrega de armas se acaba la guerra que han vivido los colombianos, y en consecuencia anuncian la paz tras la firma de los acuerdos. En esa misma lógica han hecho declaraciones de perdón ante la opinión pública, prácticamente echándose encima el lodo de la guerra. A mi manera de ver al asumir a Santos como su aliado de paz, se sintonizaron los discursos que empezaron a moverse sobre el mismo tinglado.

*2 Varios frentes de la Farc no se acogieron al proceso de paz llevado a cabo por la instancia máxima de esta organización. Inicialmente se pronuncia el frente primero emitiendo un comunicado de alto contenido político que entre otros dice: “Que el Frente Primero Armando Ríos FARC – EP, no se desmovilizará. Por considerar que la política del Estado colombiano y sus aliados, sólo buscan el desarme y la desmovilización de las guerrillas. No están pensando en la solución de los problemas sociales y económicos del país”. Posteriormente 5 frentes de esta organización y milicias urbanas manifiestan que han sido traicionados.

*3 La Marquetalia agredida, -del sur del Tolima- desconocida y olvidada, entró a la historia como el punto de partida de las FARC. Un aleve ataque, en 1964 con 16 mil soldados y armamento y bombas bacteriológicas, destinada contra los 48 campesinos, mismos que antes de que comenzara la “Operación Marquetalia” enviaron carta al entonces presidente Guillermo León Valencia. Pedían vías para sacar a la venta el café, el fríjol y el maíz producidos en sus campos. Así nace una guerrilla de 46 hombres y 2 mujeres: «Ni siquiera teníamos escopetas, sólo machetes y palos» que termina convirtiéndose en la guerrilla más antigua de Latinoamérica.

*4* Jorge Eliécer Gaitán señaló que a él y a varios funcionarios afectos al primer mandatario de la época se les veía «la punta del cheque de la Handel en el bolsillo» los entresijos

*5 En razón el paro cívico de Buenaventura, justo recordar y traer a mención la entrevista al reportero y documentalista Unai Aranzadi sobre “Colombia Invisible”por Dick Emanuelsson / Jueves 10 de julio de 2014 Prensa Rural

*6 Presupuesto General de la Nación, 2017: finanzas para la guerra. Libardo Sarmiento Anzola en Kaos la Red

*7 Decisiones del Congreso de la República en el 2016 perjudican a la mayoría de colombianos

 Víctor Garavito. Colombia Informa.

*8 Ver Buenaventura de pie. Rubén Darío Zapata. Registra que en Buenaventura la pobreza abarca al 64% de la población urbana y al 91% de la rural. Sobre datos Chocó –del 2015-: un índice de pobreza extrema de 37,1 % y de pobreza del 62,8 %. Dícese que en determinadas zonas rurales la pobreza puede ser de un 74% hasta un 80%. Respecto al campo ver: El campo colombiano entre el latifundio y la miseria: Las cifras del campo son contradictorias. Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018 se asevera que la pobreza, en determinadas zonas, puede ser de un 74% hasta un 80%, si se trata de la periferia rural. Pero las cifras del Dane muestran una reducción en la pobreza que llega apenas a un 44,7% *

*9 Se ha denunciado y documentado y se sigue constatando la convivencia entre paramilitares y las fuerzas militares. Recomiendo: Paramilitarismo: persecución y crímenes contra el movimiento popular. Diana Nocua Resumen Latinoamericano. Vigente prolífera información en azalearobles.blogspot.com/2012/08/

*10 Recomiendo: Una tragedia putumayense en tres actos: entrando al “post-conflicto”.


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