Arthur González •  Opinión •  20/07/2017

Estudiar o tener salud, dilema de los estadounidenses

En Estados Unidos el dilema del ciudadano común es costear los estudios de los hijos o mantener la salud de la familia, porque lo salarios no alcanzan para sufragar mensualmente el pago de los altos alquileres, la gasolina de los autos, la compra de ropa, la electricidad, cuentas de teléfonos, más los seguros médicos y la compra de libros, libretas y decenas de impuestos que deben liquidar a los bancos.

La sociedad de consumo estructurada en Estados Unidos, obliga a la compra diaria de productos de todo tipo que van endeudando a las personas y al final del mes deben liquidarlas.

Esos que se pasan el tiempo criticando y atacando a Cuba con campañas tendenciosas de que la disyuntiva de los cubanos es comprar alimentos o comprar ropa, no se miran por dentro para reconocer que todos los meses deben hacer malabares sacando cuentas de sus crecientes gastos, y el salario no les da para cubrir todo lo que adquirieron con sus tarjetas.

Es cierto que los salarios en la isla son bajos y como en cualquier país del planeta no cubre todas las necesidades, pero lo que no dicen esos que solo miran las manchas, es que los hijos de los obreros cubanos, sin excepción, van a la escuela sin pagar un solo centavo y pueden terminar una carrera universitaria o un instituto tecnológico sin endeudarse de por vida, como sucede en Estados Unidos.

Un reciente artículo publicado en Nuevo Herald intenta poner a Cuba con un nivel de pobreza que no se corresponde con la vida real de los ciudadanos comunes y oculta que para esos que poseen salarios bajos o altos, simpaticen o no con el gobierno socialista, crean en Dios, Olofi o Alá, no tienen que preocuparse por desembolsar un solo centavo para tener una asistencia médica total, que incluye una operación de corazón, un trasplante de riñón o un tratamiento de diálisis, el parto en un hospital, hasta las 13 vacunas que reciben todos los niños, incluidas las  consultas periódicas.

Para los cubanos es normal recibir una canasta básica mensual de alimentos racionados y a muy bajos precios subvencionados por el estado, que contiene arroz, granos, pan, aceite vegetal, carne de pollo, azúcar, café, pastas, sal, leche para los niños de 0 a 7 años, yogurt de soya para los mayores de esa edad y para los ancianos, que si ciertamente no cubre todo el mes, es algo impensable para los ciudadanos de Estados Unidos o de cualquier país del llamado primer mundo.

Innegable es que los precios de la ropa y el calzado en Cuba es alto y no está acorde con los salarios actuales, pero en Estados Unidos un par de zapatos de mujer no baja de 60 dólares y el de los hombres por el estilo.

¿Puede un trabajador adquirir ropa y calzado en una tienda de Armani, Versache, Lacoste, Kevin Clain, Christian Dior, Hugo Boss, Givenchi, y otras de las marcas famosas que se expenden en lujosas boutiques?

¿Por qué criticar las recientemente abiertas boutiques en el nuevo Hotel Manzana en la Habana, si antes de 1959 eran pocos los que podían comprar, e incluso entrar en la lujosa tienda El Encanto, incendiada por la CIA como preludio a la invasión mercenaria por Bahía de Cochinos, o adquirir un anillo de brillantes en la exclusiva joyería Le Trianon?

En Estados Unidos se inventó el sistema de compras a crédito, algo que estimula el consumo ya que nadie emplea el dinero en efectivo y por tanto no ve realmente como se le va el salario del bolsillo, pero el problema llega al final del mes cuando deben liquidar sus gastos.

Todo el que adquiere un auto o una vivienda solo tienen la posesión, pero no la propiedad, son los bancos los que tiene puesta la soga al cuello de los que reciben los préstamos, de ahí los millones de personas que anualmente pierden sus casas por no poder pagar las hipotecas, algo que no sucede en Cuba y de eso no dicen ni una sola letra.

No hay nada perfecto en este mundo, pero mientras un norteamericano se pasa toda su vida pagando hipotecas por estudiar, mantener un seguro médico, que además no cubre todas las enfermedades ni los tratamientos necesarios para recuperar la salud, los cubanos no poseen esos dolores de cabeza, ni tienen que llenar alcancías para costear un tratamiento contra el cáncer de un ser querido, sin contar que el funeral en Cuba es también gratuito.

Se puede vestir con sencillez y modestia, tener un TV sin alta definición o no usar el perfume de moda, de esos que anuncian estrellas de Hollywood, pero lo que los cubanos no aceptarían nunca es volver a ser analfabetos, pagar altos precios por enviar a sus hijos a la escuela, gastar gran parte del salario mensual en los servicios de salud, o cambiar una cama en un hospital por el voto a un politiquero para no ver morir en la calle a un ser querido.

Hoy los cubanos desconocen el desempleo, algo que Nuevo Herald no menciona en su artículo y aunque el salario no es el deseado, no hay desnutrición, mendigos en las aceras de las avenidas, ni niños tocando maracas en los ómnibus y menos limpiando parabrisas de autos para ganarse el pan de cada día.

Antes de señalar a Cuba, Nuevo Herald pudiera hacer un artículo de la precaria situación que existe en una zona tan cercana a Miami Dade como en el barrio denominado Liberty City, donde la miseria y la ausencia de recursos para asistir al médico y cursar estudios superiores es una constante.  Allí si hay que buscar un centavo en la cartera para poder sobrevivir, y de los 10,3 millones de personas que viven en el umbral de la pobreza, con un salario por debajo del 30 por ciento de la media del país, según la organización estadounidense National Low Income Housing Coalition, no hablan.

A pesar de esas cruzadas mediáticas Cuba sigue navegado soberanamente desde hace 58 años, pues como dijera José Martí:

Un principio justo, desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército”.

*Arthur González, cubano, especialista en relaciones Cuba-EE.UU., editor del Blog El Heraldo Cubano.


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