Teresa Viera Hernández •  Opinión •  13/10/2017

¿Es posible ser como el Che?

La amplia mayoría de los jóvenes y no tan jóvenes cubanos de hoy (poco más del 60 por ciento de la población), nacimos y nos hicimos adultos diciendo a viva voz que seríamos como el Che; aun cuando ni la edad, ni nuestro análisis del mundo, nos dejaran percatarnos de la empresa que nos propusimos. Una cosa es real, en aquella y en esta época, nadie ha renunciado a que fuera posible.

En octubre se cumplen cinco décadas de que nos privaran de ese hombre, a sus 39 años. Los que en Cuba pasamos de esa edad, lo tendremos que seguir repitiendo todos los días, desde el eficiente quehacer cotidiano. Ahora más conscientes de lo que decimos, y sabiendo que en el 1959 cubano, él tenía –junto a Fidel– uno de los pensamientos políticos más avanzados entre los jóvenes.

Sus ideas transformadoras y su acción estratégica, puede que parezcan inalcanzables para generaciones de cubanos y cubanas. Pero, la Revolución que ellos y otros muchos hicieron, ha entregado las herramientas para que seamos sus dignos seguidores. Y para que la frase continúe ofreciéndonos la oportunidad de convertirnos en mejores personas, por el esfuerzo incansable de cada quien.

El actor de un apasionante drama

En carta escrita a Carlos Quijano, del semanario Marcha de Uruguay, devenido indispensable texto, El socialismo y el hombre en Cuba, en interés de desmontar el “argumento imperialista” de que el proceso de construcción de la sociedad socialista se caracterizaba por la abolición del individuo en aras del Estado, el Che define al hombre necesario para la construcción del socialismo, el hombre imprescindible de estos tiempos: El hombre nuevo.

«…Durante este período (1953 al 1957), en el cual solamente existían gérmenes de socialismo, el hombre era un factor fundamental. En él se confiaba, individualizado, específico, con nombre y apellido y de su capacidad de acción dependía el triunfo o el fracaso.»

«Sería bueno intentar una definición de individuo, actor de ese apasionante drama que es la construcción del socialismo. Lo más sencillo es reconocer su condición de producto no acabado. Las taras del pasado se trasladan al presente y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas. El proceso es doble: por un lado actúa la sociedad con su educación directa e indirecta; por otro, el individuo se somete a un proceso consciente de autoeducación»

«La sociedad debe convertirse en una escuela. En el proceso de construcción del socialismo podemos ver al hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está todavía acabada; no podría estarlo, ya que el proceso marcha paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas. Lo importante es que los ciudadanos vayan adquiriendo más conciencia de la necesidad de su incorporación a la sociedad y, al mismo tiempo, de su importancia como motores de ella.»

«El ser humano en el socialismo, a pesar de su aparente estandarización es más completo, a pesar de la falta del mecanismo perfecto para ello, y su posibilidad de expresarse y hacerse sentir en el aparato social es infinitamente mayor. Todavía es preciso acentuar su participación consciente, individual y colectiva, en todos los mecanismos de dirección y de producción, y ligarla a la idea de la necesidad de educación técnica e ideológica, de manera que sienta cómo estos procesos son estrechamente interdependientes y sus avances son paralelos. Así logrará la total conciencia de su ser social, lo que equivale a su realización plena como criatura humana.»

Jóvenes de la Cuba de hoy

La definición guevariana no se circunscribe a dibujar un individuo; sino que plantea las bases de su formación en el hacer ideológico cotidiano una vez acabada la guerra: “Encontrar la fórmula para perpetuar en la vida cotidiana esa actitud heroica, es una de las tareas fundamentales desde el punto de vista ideológico”.

¿Cuáles son los hombres y mujeres jóvenes con los que cuenta hoy Cuba para esto? ¿Qué hacen? ¿Dónde están? ¿Qué les preocupa y les ocupa? ¿Cómo asumen el ser capaces de construir esa sociedad? Preguntas tan categóricas hechas por muchos y aprovechadas por no pocos malintencionados, puede que no tengan respuestas tan categóricas y absolutas. Pero la realidad es que sí pueden ser respondidas, y no desde el populismo entusiasta y movilizativo, sino desde la profundidad del análisis crítico y científico.

Lo primero es que para la construcción de este tipo de ciudadano, hicieron falta años de edificación e implementación de políticas sociales universales y equitativas para todas nuestras poblaciones y, especialmente, para las personas jóvenes, en el empeño de hacerlas más plenas, emancipadas, integrales y proactivas.

Existe un cuerpo legal en Cuba integrado por cerca de 14 normas y regulaciones, que establecen la plataforma de acción con las juventudes cubanas. Están entre ellas el Código Civil, el de Trabajo, el Penal, el de la Niñez y la Juventud y el de la Familia y la integran también las políticas cultural y educativa; así como el sistema intersectorial de salud sexual y reproductiva y el programa materno infantil, por solo enunciar las plataformas de atención más generales, muchas de las cuales se encuentran en fase de actualización, con la amplia participación de sus principales beneficiarios.

En la contemporaneidad esto significa un tratamiento transversal a este grupo poblacional (entre 12 y 34 años), que representa el 26 por ciento de la población total, dentro del Plan de Desarrollo Económico Nacional hasta 2030, que no es otra cosa que la materialización de la Agenda Global del Desarrollo post 2015, en un país que se esfuerza porque su justeza y dedicación al ciudadano pueda ser percibida en su realidad cotidiana, aunque no siempre se logre.

El Estado cubano orienta, fomenta y promueve la cultura y la inserción social consciente en todas sus manifestaciones, premisas que se encuentran plasmadas en la Constitución de la República: [en el país] “se combinan la educación general y las especializadas de carácter científico, técnico o artístico, con el trabajo, la investigación para el desarrollo, la educación física, el deporte y la participación en actividades políticas, sociales y de preparación militar”.

Cuba, alto nivel de desarrollo juvenil, un sueño del Che

Los logros de la política social cubana han sido reconocidos por importantes personalidades de las artes, la política, los deportes y la religión en el mundo. Existen estudios relevantes que han tratado de medir el desarrollo juvenil y en los que nuestro país ostenta índices de excelencia. Uno de los aportes de mayor alcance en cuanto a la cantidad de países considerados, es el que ha realizado recientemente el Programa de Juventud del Commonwealth, en cuanto al denominado Índice de Desarrollo Juvenil, reconocido por Undesa (Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas) como una herramienta de gran utilidad, para tratar de medir los adelantos del Programa de Acción Mundial en Juventud que, desde 2005, se viene implementando a nivel mundial. Se ha estructurado en torno a cinco dominios principales: educación, salud y bienestar, empleo, participación política y cívica.

Los primeros 10 lugares en el mundo –los de mayor nivel de “desarrollo juvenil”, de acuerdo con este índice–, lo ocupan, en este orden, Australia, Canadá, Corea del Sur, Holanda, Alemania, Nueva Zelanda, Suiza, Estados Unidos, Japón y Eslovenia. Cuba ocupa el lugar 11, el primero de América Latina. Dicho puesto significa que Cuba tiene mayores niveles de desarrollo juvenil que varios países altamente industrializados: Francia, Italia, Bélgica, España y Portugal y se encuentra por encima de todos los considerados “emergentes”: BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

Como puede apreciarse, la excepcionalidad cubana es contundente en torno a los resultados de desarrollo integral alcanzados por sus juventudes: Altamente instruidas, el 87.2 por ciento de la población cubana comprendida entre los 12 y los 35 años de edad tiene niveles de instrucción medio superior o superior. Elevados índices de ocupación laboral: el 94.5 por ciento de la población económicamente activa es de ese grupo de edades, fundamentalmente en formas de gestión laboral estatal. Altos niveles de inserción social y asociacionismo: más del 98 por ciento de la población joven cubana actual está integrada a asociaciones y organizaciones formales del entorno social.

Amplias, universales y equitativas oportunidades de acceso a la cultura y el buen arte, cultivador de elevada espiritualidad y al empleo de tecnologías de avanzada para la obtención de información y uso del tiempo de ocio, a pesar de haber transcurrido toda su vida residiendo en un país sometido a férreo bloqueo económico.

Las innumerables aplicaciones y transferencias de tecnología, resultado de una ciencia altruista puesta al servicio social, que ha tenido Cuba, no son patrimonio de cubanas y cubanos, sino que se convierten hoy en justicia social para todo el que lo necesite en cualquier parte del mundo. Los niveles de competitividad alcanzados por estudiantes, técnicos y profesionales son reconocidos y admirados por no pocos pueblos y gobiernos.

Si nuestra gente más joven siente el dolor ajeno como propio y se dedica a su sanación; si reconoce que es imprescindible para la Cuba que quiere para sí y para los que la quieren bien, enfrascarse en hacerlo todo lo mejor que puede; si es consciente de que en su superación profesional, técnica e ideológica están el presente y futuro de esa Cuba y de los que en el mundo confían en nosotros, y para ello se prepara; y si el orgullo de cubanía nos impulsa cada día a la defensa, sin límites, de esta nación emancipada e imperfecta que nos legaron de pie los patriotas de otros tiempos, entonces, no hay dudas, somos lo que quería Fidel que fuéramos: como el Che.

* Teresa Viera Hernández. Directora del Centro de Estudios sobre la Juventud.

Fuente: Dialogar, Dialogar


Opinión /