Miguel Escobar Asunción •  Opinión •  17/10/2017

Una opinión tranquila, cariñosa y sosegada sobre Cataluña

Es un hecho que estamos perdiendo el poco civismo, educación y respeto que nos quedaba como sociedad. Y parece que no nos preocupa demasiado si tenemos posibilidades de aislarnos aún más en nuestra postura-burbuja.

Parece que se ha roto algo en el estado español tras el 1 de octubre. A casi todo el mundo que vio las imágenes de ese domingo se les rompió algo. Incluso la mayoría de quienes dicen apostar por “la mano dura”, “a por ellos” y otro tipo de barbaridades, no pueden aguantar impunemente cuando ven a ancianas y niños sufrir violencia. Aunque los consideren sediciosos, cualquiera que haga un análisis con tranquilidad, sabrá que la violencia no está justificada, esa gente sólo quería votar. Sencillamente esa violencia en ese momento y lugar eran injustificables.

En el tema catalán miente hasta el apuntador. Mienten los nacionalistas españoles, casi todos los catalanes, de casi todos los partidos. Sólo hay posicionamientos viscerales binarios: blanco o negro. No importa ni quién hable, porque algunos que parecían enemigos hace poco ahora están tan alineados que es difícil distinguirles. El debate se ha trasladado del plano racional (motivos económicos o políticos) al plano emocional o irracional.

Por tanto, ese debate que nos meten por los medios se ha convertido en una aberración en sí misma. Esto provoca que las conclusiones que de ese debate se sacan sean, como no, aberrantes. Sólo hay que ver la maldita tele un rato a casi cualquier hora del día. Provoca casi tan malas sensaciones como las imágenes del 1-O. Es evidente que la cultura de esta España nuestra ha practicado poco el diálogo o la negociación honesta. Da bastante miedo la calcomanía que resultan nuestros sentimientos como sociedad comparado con nuestros escritores de principios del siglo pasado. Pero habremos de intentar algo antes de rompernos como Unamuno, por culpa de esa España que le entra dolor de cabeza cada vez que abre un libro. Lo complicado es que para explicar la cuestión catalana más allá de las emociones hay que hilar muy fino, pues los últimos años (la crisis perpetua) han dibujado un mapa político y social en Cataluña muy diferente de que la mayoría pudiera imaginar antes.

Es cierto que el debate está completamente viciado y es prácticamente imposible defender una posición determinada sin que eso implique estar absolutamente en contra de todas las cuestiones de otra posición. Por eso hay contradicciones de más de un nivel: la burguesía catalana enfrenta a la burguesía española, y la clase obrera de ambas anda a guantazos entre ellas también. Eso no lo explica sólo la contradicción económica Tampoco puede obviarse la cuestión económica porque entonces el análisis será errado en su conjunto. No hay que olvidar que la verdadera democracia se conseguiría en un campo donde no dominase el dinero nuestras vidas, sino que éste estuviera controlado por las necesidades humanas globales. Si hay algún ideal u horizonte emancipador para todos, es ese. Garantizar unos derechos humanos a todo el conjunto, si es que creemos que nadie es más que nadie. Eso no es un sentimiento sino un hecho, tan cierto como que tras perder el civismo, la educación y el respeto, se perderá la humanidad y ésta no debe perderse.

Obviamente las emociones no son fáciles de controlar, si no, serían otra cosa. Sin embargo se pueden entender algunas causas de las mismas y sobretodo sus consecuencias. A veces se tergiversa tanto la realidad que parece que se habla de un sentimiento y se practica lo contrario. Hay una serie de contradicciones con el tema catalán que son tan recurrentes que se han convertido casi en axiomas del odio ignorante. ¿Qué es, si no, lo que hace a un pueblo enarbolar una bandera para defender una constitución ahora cuyo núcleo o sentido de la misma fue absolutamente destruido hace años ya con la reforma del artículo 135? Y no se vio rojigualda alguna entonces. Quienes celebran con esas mismas banderas los triunfos de la selección en algún deporte…¿Son más patriotas que quienes nos emocionamos y defendemos nuestra cultura? Quienes andan con tanta banderita en sus balcones no les veo muy con nuestro cine, nuestros escritores y escritoras; más bien los veo adorando el estilo de vida de EEUU y todo lo que eso conlleva. ¿Qué visión tienen de España si no la de un peón de los más fuertes, porque nos protegen de los más “malos”? ¿Se puede amar tanto España como para retener a un pueblo que es despreciado? ¿Alguien piensa que la bandera actual causaría repulsa parando un desahucio o en las protestas, por ejemplo, contra el muro ferroviario de Murcia?

Si hay que añadir postulados emocionales y afectivos al debate catalán, hagámoslo con todas las consecuencias. Y no pensemos en Rajoy o Puidgemont precisamente, creo que nadie que lea estas líneas llegue a tomar un café con ellos siquiera. Ni estaba Mariano dando palos ni estaba Carles recibiendo. Son dos simples monos de feria. Pensemos en quienes de verdad tenemos: la familia, las amistades, las camaraderías, esas personas son nuestra Cataluña para quienes no somos de allí. No podemos reducir todo a un simple debate binario que coloque a cada nuestra parte catalana enfrente de la otra. Pero tampoco pensemos que es un problema “suyo” y que no depende de quienes estamos fuera. Se debe apoyar dar voz a ese pueblo, siempre, independientemente de lo que quieran expresar. Porque es su derecho. Y no debe defenderse en relación a la respuesta que quieran dar, debe defenderse y punto.

Para ir concluyendo quizá fuera necesario echar otro vistazo al mapa histórico de nuestra sociedad. Tener una base sobre la que trabajar, cuál ha sido nuestra evolución social en esto de la democracia. Si entendemos la democracia como un músculo, el español está claramente atrofiado. Si de verdad estamos dentro de esos estados modernos, avanzados, que han progresado, nuestra democracia no puede ser lo que actualmente es. Como cualquier músculo, se ejercita practicando. Votar es un deporte sanísimo. El apoltronamiento de tantos años, tantas personas, no han sentado muy bien a la democracia. Una dictadura de 40 años deja algo más que símbolos en calles, que también. Dejó una monarquía, por ejemplo, que puede que esté apoyada ahora mismo por la mayoría de personas del estado. Aunque creo que esa mayoría de súbditos y servidores deberían explicar realmente por qué tiene que haber una persona absolutamente por encima del resto, por ser hijo de alguien y hombre, porque está hasta por encima de sus hermanas, el “preparao”. Preparada está nuestra juventud y tiene que emigrar porque aquí sólo se nos ofrece miseria. Con todo eso es sanísimo plantear si es la mejor opción o no. Y como eso, tantísimas cosas. Muchas parecen estar tan implantadas en nuestro país que parecen imposible de cambiar. Con todas las injusticias históricas conocidas pasó lo mismo, se daban por imposibles erradicarlas.

Tenemos ejemplos de injusticias erradicadas y momentos difíciles superados. Si hay algo que puede ayudarnos en estos momentos son palabras como las que dejaba Almudena Grandes en un artículo para felicitar las vacaciones de verano del presente año. Parece que van a ser necesarias más aún en este otoño abrasador y en todo lo que se nos venga:

“Porque nuestros abuelos lo tuvieron muchísimo peor que nosotros y si no hubieran vivido, si no hubieran sabido disfrutar de la vida, si no se hubieran enamorado en tiempos atroces, nosotros no estaríamos aquí.”


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