Jérôme Duval •  Opinión •  26/10/2017

Ocupación y genocidio disfrazados como “Descubrimiento”

“Nos han dicho, y nos siguen diciendo, que los peregrinos del Mayflower fueron a poblar América. ¿América estaba vacía?”. Eduardo Galeano.

“Lo que ha sido realmente descubierto –en 1492– es lo que realmente era España, la realidad de la cultura occidental y la de la Iglesia en aquellos momentos. Todos (…) se han destapado. Ellos no han descubierto otro mundo, ellos lo han recubierto. Lo que nos queda por hacer ahora es descubrir lo que fue recubierto y que surja un ’nuevo mundo’ que no sea solamente la repetición del antiguo, que sea verdaderamente nuevo. ¿Es ésto posible? ¿Es pura utopía?”. Padre Ignacio Ellacuría, algunos meses antes de ser salvajemente asesinado por el Batallón Atlácatl del ejército salvadoreño, el 16 de noviembre de 1989 [1].

Catástrofe demográfica del genocidio

El viernes 3 de agosto de 1492, la Pinta, la Niña y la Santa María, las tres naves de Cristóbal Colón, zarparon del puerto de Palos de la Frontera en Andalucía con cerca de 90 marineros como tripulación. Menos de tres meses más tarde, la expedición arriba a varios zonas de América, entre ellas a Cuba el 28 de octubre. 1492 marca así el mal llamado ’Descubrimiento de América’, pero es también ese año cuando España, después de ocho siglos, viene de acabar con el último bastión de la religión musulmana con la reconquista de Granada el 2 de enero de 1492 [2]. La denominada ’Guerra Santa’ de la Iglesia contra el Islam, conducida por Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, que habían unificado sus dominios rivales por medio del matrimonio, se concluye victoriosamente.

La exaltación “nacionalista” se implanta acompañada de un empuje xenófobo impregnado de intolerancia. Tres meses más tarde, 150.000 judíos que se niegan a convertirse al catolicismo serán expulsados del territorio español (el 31 de marzo de 1492). La cultura guerrera de las Cruzadas se exportará hacia las nuevas colonias. Además, la Reina Isabel, que había patrocinado la Inquisición, es consagrada por el Papa español Alejandro VI como primera Dama de este ’Nuevo Mundo’. El Reino de Dios se extendía así y los conquistadores exhortaban por la fuerza a los múltiples pueblos originarios (mal llamados indios) a convertirse a la fé católica.

Al menos 10 millones de habitantes originarios de América fueron exterminados entre 1500 y 1600 con la bendición del Vaticano [3]. “En todos los anales de la historia humana no existe ninguna catástrofe demográfica comparable”, escribe Charles C. Mann. Pero las cifras pudieran bien ser mucho más aterradoras que esta estimación primigenia si se admite que las Américas estaban mucho más densamente pobladas de lo que habíamos creído hasta aquí. En efecto, numerosos científicos estiman que “la población de los dos continentes americanos antes de 1492 oscilaba entre los 90 y los 110 millones de habitantes (de los cuales de 5 a 10 en la selva amazónica). En otros términos, contrariamente a lo que se sigue aprendiendo en los manuales de historia, ¡mucha más población vivía en América en aquella época que en Europa!”.

Teniendo en consideración el «impacto microbiano» provocado por el primer contacto con los conquistadores, cuando epidemias desconocidas en estos territorios como eran la viruela, el sarampión, la peste, la neumonía o el tifus se expandieron como la pólvora en el seno de las poblaciones autóctonas, acabando con entre un 85% y un 90% de la población amerindia en el período del siglo que siguió a la llegada de Cristóbal Colón [4]. Si a ésto se le añade la malaria y la fiebre amarilla importadas por los europeos en América, la conquista por las armas y el trabajo forzado que conducían a menudo a la muerte, se llega a la cifra del 95% de amerindios que desaparecieron entre 1492 y 1600. “El coste humano y social sobrepasa el entendimiento. Un trauma de tales dimensiones desgarra todos los vínculos que existen dentro de una cultura. En todos los anales de la historia humana, no existe ninguna catástrofe demográfica comparable”, escribe Charles C. Mann en sus obras de referencia [5].

La masacre es gigantesca. Los amerindios, diezmados, son demasiado poco numerosos para constituir una fuerza de trabajo suficiente, por lo que las potencias coloniales recurren al uso de la mano de obra africana a fin de continuar la tarea colosal que supone el mayor pillaje de todos los tiempos. Mientras se llevaba a cabo el genocidio amerindio citado unas líneas más arriba, la historiadora Aline Helg nos recuerda que de 8 a 10 millones de africanos murieron “durante su captura en sus tierras de origen, en las marchas para alcanzar los puertos africanos y durante la larga espera en los depósitos costeros” antes de ser embarcados y amontonados en las bodegas de los barcos negreros que partían para el “Nuevo Mundo”. Finalmente, al menos 12 millones de africanos arrancados a su tierra natal son deportados hacia las Américas y el Caribe entre el siglo XVI y el XIX [6]. Sin embargo un gran número de entre ellos, aproximadamente 2 millones, en torno al 16% del total, no sobrevivirá el viaje y perecerá durante la travesía transatlántica antes de llegar a su destino en las colonias europeas.

Para los supervivientes, su destino está regido, en lo que concierne a Francia, por el famoso Código Negro, redactado por Colbert y puesto en vigor en 1685 que declara en su artículo 44 que «los esclavos son bienes muebles», codificando así la trata y la esclavitud. Miles de cautivos desembarcan de esta manera cada año para ser puestos en venta en los mercados de esclavos de América [7]. El decenio de 1784 a 1793 fue el punto culminante de la trata con importaciones que se elevaron como media a cerca de 91.000 africanos por año. Pero el récord histórico absoluto fue alcanzado en 1829, cuando 106.000 cautivos fueron desembarcados en los puertos, casi todos en Brasil, en Cuba y en las Antillas francesas [8].

Una vez comprados por sus amos, los esclavos son marcados con hierros incandescentes (lo que se añadía a la marca que recibían en el barco o durante el embarque), sufren golpes de todo tipo para obligarlos a trabajar y las mujeres son frecuentemente violadas. Las tentativas de rebelión, probadas o no, son duramente reprimidas con latigazos, seguidas de una condena a muerte bajo tortura. Los esclavos son descuartizados por medio del suplicio de la rueda, mutilados, castrados, colgados o quemados vivos en la hoguera. Decapitados, las cabezas son exhibidas, siempre en la plaza pública o delante de las plantaciones, a modo de escarmiento. En caso de fuga, las orejas son arrancadas o las piernas cortadas. La imaginación en cuanto a los medios de tortura no tiene límite y la lista no es exhaustiva.

Es importante colocar estos dos sucesos mayores ocurridos el año 1492 en su contexto y señalar el hecho de que ambos están intrínsecamente relacionados. No se puede comprender la violencia perpetrada en América sin colocarla en la continuidad de las cruzadas. Disociar una de la otra, como ocurre en los manuales escolares, no ayuda a la comprensión de una de las páginas más sombrías de nuestra historia y subestima el papel preponderante de la Iglesia en el Viejo Continente como en el ’Nuevo Mundo’ [9]. Las órdenes religiosas poseían ellas mismas esclavos y, en las colonias ibéricas y francesas, el catolicismo les imponía la evangelización y el bautismo, independientemente de que fueran cautivos de África o esclavos nacidos en América [10]. El castellano y el portugués serán las lenguas de la Conquista, bendecidas por la Iglesia.

Herencia colonial y deuda cultural

Este lenguaje imperialista, así como las religiones importadas por los colonos, el islam y el catolicismo, han jugado un papel mayor en el aniquilamiento de las culturas locales ancestrales y en la transmisión de su memoria histórica. Se puede hablar por tanto de deuda cultural cuyo aspecto más visible queda sin duda concretizado en el saqueo de objetos de arte de estos pueblos, expuestos en los museos del Occidente colonialista.

A finales de 1996, Jacques Chirac recibió una estatuilla de terracota originaria de Mali por su aniversario. La pieza provenía de un lote de objetos incautados por la policía algunos años antes en un terreno de excavaciones clandestinas y robadas durante su transporte al museo de Bamako. Después de un año de gestiones, Chirac tuvo que restituir la pieza al museo maliense.

Salvo algunas restituciones como la indicada o aquella de tres piezas de terracota nok y sokoto provenientes de excavaciones ilícitas en Nigeria y expuestas en abril del 2000 durante la inauguración de la sala de artes originarios del Museo del Louvre en París (escaparate del futuro museo de arte originario de quai Branly), y finalmente devueltas al Estado nigeriano, innombrables obras de arte permanecen todavía fuera de sus países de origen y todavía no han sido restituidas. Y esto pese a que numerosas resoluciones adoptadas desde 1972 por la Asamblea General de las Naciones Unidas promueven “la vuelta de los bienes culturales a sus países de origen o de su restitución en caso de apropiaciones ilegales” [11].

Conocer y reconocer el horror genocida ocurrido ayuda a comprender por un lado cómo los EE UU han sido impulsados como nuevo imperio capitalista y, por otro lado, permite entender el estancamiento y la falta de desarrollo en la cual el Occidente imperialista ha conseguido extraviar a los países dependientes del Sur.

Ver en línea : El Salto

Traducido por David García Delgado.

Publicado en el blog Mapas del periodico El Salto. Mapas es un blog de luchas sociales a lo largo del planeta, conflictos internacionales y propuestas desde abajo para cambiar el mundo.

 

[1]En Les Rendez-vous de Saint-Domingue, les enjeux d’un anniversaire, 1492-1992, bajo la dirección de Ignace Berten y de René Luneau, Centurion, Paris, 1991. Citado en Max Gallo 1492-1992, l’histoire par le glaive, Le Monde diplomatique, abril 1992. El Batallón Atlácatl se formó en 1980, formado por la CIA en la Escuela de las Américas en Panamá. Este último es famoso por haber enseñado a los militares latinoamericanos las doctrinas de la contrainsurgencia e inculcado una ideología anticomunista.

[2]La toma de Granada por los Reyes Católicos marca el fin de los reinos de taifas, que es la denominación que recibe la España musulmana fragmentada. Granada designa el reino nazarí de Granada.

[3]Madison, A. La economía mundial: una perspectiva milenaria, Centro de Desarrollo de la OCDE, Paris, 2001, citada en Toussaint Eric: La mundialización desde Cristóbal Colón y Vasco da Gama hasta nuestros días.

[4]Algunas de estas epidemias han aparecido en Europa y Oriente Medio, donde han sido causadas por el contacto con animales domésticos previamente desconocidos (porcinos, pollos, terneros, cabras, cerdos, etc.). Thomas Cantaloube, 1493: un monde englouti, Mediapart, 20 de julio de 2017.

[5]1491. Nuevas revelaciones sobre las Américas antes de Cristóbal Colón, Albin Michel, 2007, y 1493. Cómo el Descubrimiento de América a transformado el mundo, Albin Michel, 2013.

[6]«Cifras de la esclavitud», BBC, 5 de septiembre 2001. «Las estimaciones sobre el número de esclavos capturados en Africa, desde el siglo XVI hasta el XIX, con cotas máximas en el siglo XVII y sobre todo en el XVIII, principalemente durante su segunda mitad, varian entre 8 y 20 millones». René Dumont, L’Afrique noire est mal partie, Seuil, 1969, pág. 23.

[7]Aline Helg, Plus jamais esclaves ! De l’insoumission à la révolte, le grand récit d’une émancipation (1492–1838), edición La Découverte, Paris, 2016, pág 9, 29 y 30. La cifra de 12 millones de africanos procede de las estimaciones de The Trans-Atlantic Slaves Trade: A Database, la fuente más completa sobre el comercio transatlántico hasta la fecha, según Aline Helg.

[8]Aline Helg, ibidem, pág 33.

[9]Eduardo Galeano, ibid. pág. 22-23.

[10]Aline Helg, ibidem, pág, 55.

[11]Ver las diferentes resoluciones adoptadas (en francés). La cita está tomada de la resolución 42/7 del 22 de octubre de 1987.

 


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