Rubén Montedónico •  Opinión •  04/11/2017

Macri y lo que vendrá

Hay quienes afirman que tras las elecciones argentinas el país se pinta de amarillo, color de la alianza macrista. La política exterior Argentina y el discurso de Mauricio Macri dan clara idea del camino que tomó desde el momento que anunció el deseo de “volver al mundo” y “atraer inversiones”: enderezó sus gestiones inmediatas a incorporarse de facto a la Alianza del Pacífico de países con economías “abiertas, liberales y aliadas política y comercialmente a Washington” con las que anunció que salía del “congelamiento internacional”. Las declaraciones y acciones dieron la pista del signo que tendría su gestión.

Macri y lo que vendrá
El gobierno recibió un amplio apoyo a pesar de lo desastroso de la economía que exhibe récords de inflación, disminución del empleo, incrementos desmedidos en precios de servicios estatales y particulares, alza en el índice de pobreza, pérdida del poder adquisitivo del salario de los trabajadores y personas con ingresos fijos, al tiempo que existe una amplia concentración y desbordadas ganancias de sectores empresariales, patronos agropecuarios y exportadores, mientras se concentran poderes en torno al Ejecutivo.

Frente a este panorama, la pregunta es: “Entonces, ¿cómo hizo para ganar”? Se ensayan respuestas y nos quedamos con aquellas que indican que lo hizo en la medida que canalizó apropiadamente la interpretación de los elementos que coadyuvaron o se coaligaron para desembocar en la crisis, pero introduciendo en la mayoría del electorado la idea que en lo sucedido no tenía responsabilidad, que las condicionantes le llegaron heredadas, no importando -para el caso- si quien daba su voto al gobierno consideraba que estaba peor que antes. Con este razonamiento dejaba puesta la vacuna que hacía pensar al elector que todo mejoraría gracias a Cambiemos y a Macri.

En los comicios internos pasados -las PASO- y los del 22 de octubre, sectores populares perceptiblemente se alejaron del apoyo político popular y ese sitio fue -en alguna medida- ganado por el pragmatismo, la credibilidad futurológica -considerada por algunos como chilenización- que consiguió espacios sociales y políticos, además de contar con una base de sufragios de la mesocracia y la oligarquía antiperonista, por extensión, reactiva del kirchnerismo. En resumidas cuentas, el saldo que se apreció fue que Macri obtuvo una inobjetable victoria -que en algún aspecto lo sitúa temporalmente como la fuerza hegemónica- y donde resultaron derrotadas las corrientes populares progresistas, en tanto que el peronismo -políticamente preeminente en los últimos 70 años- quedó a punto de extinción. Lo anterior puede ser resumido -aceptando ciertas definiciones- señalando que desde 2013 las expresiones perdidosas electoralmente se achican y los apoyos a Macri -desde hace casi dos años en el gobierno- aumentan. Si hubiera que caracterizar al régimen en pocas palabras puede definírselo como un gobierno derechista de clase.

Cuando en esta elección intermedia del mandato ejecutivo el gobierno triunfa con la alianza Cambiemos en 14 de 17 provincias y obtiene el 40,59% de los votos, sus primeras minorías de 107 diputados (ganó 21 bancas en los comicios) y 24 senadores (ocho nuevas) están en inmejorable situación en el Congreso para lograr las mayorías necesarias con advenedizos legisladores de otras fuerzas, en particular los que participaron de alguna expresión del peronismo. Pero la situación política no permite únicamente predecir eventuales arreglos, circunstanciales o definitivos, en los siguientes dos años en el Legislativo: alienta la posibilidad de que Macri presente su postulación a la reelección en 2019.

En este momento, habiendo obtenido un triunfo personal al hacer renunciar a partir de fin de año a la fiscal Alejandra Gils Carbó -principal del ministerio público-, que le estorbaba para su amplio dominio sobre el Poder Judicial, convocó a empresarios, gobernadores y seguidores para adelantarles algunas medidas de gobierno. Según versiones de prensa, confirmó reformas en materia laboral, previsional y tributaria. Además, adelantó que habrá cambios en la relación fiscal entre el gobierno central y las provincias, criticó el tamaño del Estado y la cantidad de obras sociales y sindicatos. También volvió a la carga contra los juicios laborales y reiteró que reducirá el gasto público.

Pese a que un grupo importante de abogados laboralistas denunció en estos días ante la CIDH -reunida en Montevideo- que en Argentina hay un “cuadro de hostigamiento y criminalización de dirigentes sindicales” y una “persecución de jueces laborales”, Macri se salteó el tema en su convocatoria, pero reiteró el ataque contra aquellos que reclaman ante la justicia respetar sus derechos, refiriéndose a éstos y sus representantes como “mafia de los juicios laborales”. Es algo sabido que el ejemplo de las reformas laborales de Brasil mueve a la imitación por parte de los personeros del gobierno argentino, por lo que no debe extrañar que se intente modificar los salarios de los trabajadores alcanzados en los convenios y que recrudezcan los ataques al sindicalismo clasista e independiente mientras se estimula y protege a los genuflexos.

Tras proferir una sarta de generalidades en el Centro Cultural Kirchner sobre los “ejes” de sus propuestas de reforma, les comunicó a los empresarios que atenderá sus reclamos laborales (flexibilización del trabajo por temporada o a destajo) y les adelantó que en 48 horas les va a presentar una propuesta de reforma tributaria para que paguen menos obligaciones fiscales.

Con la prensa fue preciso en el camino que recorrerá: “Nos comprometimos a reducir la pobreza y bajar la inflación a un dígito, como en la mayoría de los países del mundo”, porque “si uno no va a financiar el déficit con inflación, lo tiene que financiar con deuda”. Cosas fáciles y elementales de entender están ausentes en estos términos: cuando se gasta más de lo que ingresa, se genera un déficit. Ahora bien, si la reducción del gasto es en los presupuestos, jubilaciones, pensiones, vivienda, salud y educación, hablamos de un país donde sólo lo sobrellevará una parte ínfima del extracto social superior. Si queremos reducir las imposiciones fiscales sobre los ingresos de sectores con gran capacidad de aportaciones, rebajar las detracciones o sostener la elusión (tipo Panama papers que practican los Macri) o exenciones impositivas a las financieras y los capitales concentrados, estamos proponiendo que los ingresos del Estado se sustituyan por deuda externa.

Sin ir más lejos: Macri propone endeudarse en 120 mil millones de dólares más en 3 años de gobierno (diciembre de 2015 – diciembre 2018).

Por último, de contrapartida en el campo opositor, el liderazgo de Cristina Fernández es indiscutible: no hay otro político con su talante y sus votos que pueda -en estos momentos- ganarle el lugar, por más que se la quiera señalar como la capitana de la derrota o tenerla como una Balbín (del peronismo) contemporánea. Lo que debe tomarse en cuenta -dicen los analistas- es su forma de construir política, atendiendo a las cercanas pérdidas comiciales, las insuficiencias de su FPV, los fracasos de la Cámpora y Unidos y Organizados como también a los comportamientos de otras corrientes de oposición (peronistas y no), al tiempo de reconsiderar su no participación en las PASO para competir con Florencio Randazzo, lo que hubiese redundado -tal vez- en una clara victoria en la provincia de Buenos Aires.

Será bueno que esta lideresa repase los consejos de Evita, cuando le recordaba a Perón “desconfiar de los alcahuetes y gentes de confianza” que lo rodeaban.

Fuente: https://www.telesurtv.net/bloggers/Macri-y-lo-que-vendra-20171103-0003.html


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