Libardo García Gallego •  Opinión •  23/11/2017

El mejor contrato social hasta hoy

El próximo 10 de diciembre se cumplen 69 años de aprobación por parte de 48, entre ellos Colombia, de los 56 Estados que en ese entonces conformaban la ONU, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la cual el Premio Nobel de Literatura José Saramago en un ensayo titulado “En este mundo de la injusticia globalizada” afirmaba: “la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tal y como está redactada, y sin necesidad de alterar siquiera una coma, podría sustituir con creces, en lo que respecta a la rectitud de principios y a la claridad de objetivos, a los programas de todos los partidos políticos del mundo, expresamente a los de la denominada izquierda, anquilosados en fórmulas caducas, ajenos o impotentes para plantar cara a la brutal realidad del mundo actual, que cierran los ojos a las ya evidentes y temibles amenazas que el futuro prepara contra aquella dignidad racional y sensible que imaginábamos que era la aspiración suprema de los seres humanos”

Y es que de verdad en esta declaración se sintetizan todos los códigos de comportamiento  anteriores, proclamados durante milenios en varias partes del globo terráqueo, por ejemplo, el mandato del rey Ur-Nammu en Sumeria, hace 4000 años; el Código de Hammurabi en Babilonia, en el Siglo XVII A. C., los Diez Mandamientos, dizque entregados a Moisés en el monte Sinaí; la Carta Magna, en Inglaterra, en 1.215; la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en Francia, en 1789; la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, promulgados por la mujer libertaria de la Revolución Francesa, Olympe de Gouges, en 1.791.

https://es.wikipedia.org/wiki/Declaración_Universal_de_los_Derechos_Humanos

La Declaración de las Naciones Unidas de 1958 contiene todas las necesidades y aspiraciones de los seres humanos contemporáneos. Que no se le dé cumplimiento es otra cosa, pero allí están compendiados todos los derechos que los hombres y mujeres del mundo deben tener garantizados en cualquiera de los 193 Estados que hasta hoy los han aprobado, independientemente de la edad, del sexo, del color, de las creencias y demás diferencias entre humanos. El hecho de no haber sido el resultado de una votación democrática directa, ecuménica, no le resta validez. Los representantes de los países que la redactaron y aprobaron interpretaron fielmente cuáles eran los derechos a los que deberían acceder las personas, después de sobrevivir a dos guerras mundiales en la primera mitad del siglo XX.

Posteriormente fueron introducidos otros derechos que no habían sido contemplados, los de tercera y cuarta generación, como el derecho a un ambiente sano. Por otra parte, han ido siendo incluidos o positivados en las Constituciones de cada país, como en Colombia, en 1.991. Los Estados han seguido comprometiéndose, mediante Acuerdos, Convenios y Tratados Internacionales, a garantizarlos en sus respectivas jurisdicciones, es decir, que dichos compromisos adquieren carácter de obligatorio cumplimiento por las partes firmantes.

Nos quejamos de la inseguridad social: robos, atracos, homicidios, fraudes, estafas, lesiones personales, violaciones, violencia intrafamiliar, etc. Más la corrupción o ausencia de ética en las acciones humanas. Todas estas y muchas otras lacras sociales tienen que desaparecer en una sociedad donde se garanticen los derechos humanos a cada individuo, siendo el peor obstáculo para ello la creciente desigualdad social, fruto del abuso del derecho a la propiedad privada, en una sociedad donde unas pocas personas nadan en la abundancia mientras la inmensa mayoría de ellas carecen hasta del espacio donde caer muertas.

La igualdad social es el derecho principal a conquistar en la actualidad, para lo cual son necesarios muchos cambios en la sociedad: no puede ser que haya salarios de $700.000,oo para un hogar de 4 ó 5 personas cuando hay funcionarios que ganan 50, 70, 100 o más veces esa cantidad; que una minoría se alimente bien y los demás vivan con las sobras de aquéllos o mueran de hambre; que una minoría pueda recibir capacitación universitaria y lograr empleo mientras los demás tienen que subsistir con lo que perciben por oficios manuales mal remunerados o de la mendicidad; que unos habiten en suntuosos edificios y muchos tengan que resignarse en condición de habitantes callejeros.

Mas lo primero que debe cambiarse es la concepción reinante sobre la sociedad humana, pues mientras prime la competencia como condición existencial de la misma, como condición del progreso humano, no será posible superar la crisis. Los humanos hemos padecido el esclavismo físico, las monarquías, las dictaduras, ahora tenemos que derrotar el capitalismo neoliberal, el sistema que nos niega el disfrute de todos los derechos humanos.

En consecuencia, sin esta revolución no será posible la paz, la felicidad humana. Como dijera Benito Juárez “El respeto al derecho ajeno es la paz”, pero si seguimos tratando al prójimo como inferior, como esclavo, y no como igual, vamos a tardar muchos siglos en conquistar una convivencia humana satisfactoria para todos..

Armenia, 20 de noviembre de 2017.

www.neopanfletario.blogspot.com

libardogarciagallego@gmail.com

 


Opinión /