Paco Campos •  Opinión •  12/12/2017

Perseguid lo útil para educar

Un estudioso de Richard Rorty concluye diciendo que la educación reside en captar la relativa estupidez de cada época. Creo que es uno de los corolarios que se desprenden de manejar las tesis fuertes rortianas, tales como ‘la verdad es más solidaridad que conocimiento’ u otra más atrevida ‘remplazad la conciencia por la consecuencia’. El fenómeno de la educación antes protegido por la justificación de una ilustración personal, ahora queda a merced de la socialización, diría mejor, de una contextualización en la que el individuo ha perdido el sacro valor de ser el depósito de la persona, porque para Rorty el buen ejemplo de la cooperación social es la base de la argumentación, esto es, de la producción de conocimiento y de la ciencia. La educación es un asunto de cooperación social, por tanto. Lo demás es para él una especie de redención, esto es, un asunto personal, privado.

Y mi pregunta es ahora una pregunta por la incidencia de todo esto en la democracia de una sociedad no confesional y secular, las sociedades llamadas ‘modernas’ que todo lo engullen y todo lo transforman, lo reciclan. Porque si este propósito educativo, que no ideal, va a servir, ya ha servido, para llenar manuales y revistas, entonces volvemos a las hornacinas, las vitrinas y anaqueles, mientras que el mundo de la vida sigue abandonado a su suerte y produce un cúmulo de contradicciones suficientes para romper moldes y disciplinas -ya decía Rorty que la literatura ofrece una diversidad, una riqueza, que la filosofía difícilmente consigue. Una consecuencia es la posmodernidad, la deconstrucción, que la sociedad estandarizada no ha captado aún, aunque sí advierte su lado salvaje al que juzga de contradictorio.

Qué hacer mientras tanto; pues tejer una comunicabilidad libre de dominio, de arquetipos, modelos, normativas y almidones, dado que lo que llaman ‘gente’ va por otro lado… es la disociación del saber.


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