Rafael A.Luna Murillo •  Opinión •  08/02/2018

Perros de caza: los desheredados caninos

Definamos primero lo que la RAE dice sobre el vocablo “hombre”. En su primera acepción es el ser animado racional, varón o mujer. A partir de aquí las siguientes acepciones lo significan como el sexo masculino, estando la cuarta en consonancia con  los valores de masculinidad o cualidades cuando se utiliza como adjetivo “Muy hombre” o “¡Ese sí que es un hombre!”.

Ustedes se preguntarán ¿a qué viene esto en un artículo de opinión sobre los perros de caza? Pues voy a intentar explicarlo.

Siempre me ha llamado la atención que sea el hombre, el varón, el que provoque actos de crueldad con otros animales. En el caso de los perros de caza la situación llega a ser dantesca cuando esos hombres, tras haber utilizado a los canes y ya no los consideran útiles, son capaces de deshacerse de ellos de las formas más crueles provocándoles en sus ya vidas llenas de sufrimiento muertes con dolor y agónicas.

Por el contrario, siempre he visto a la mujer acompañando el sufrimiento de estos animales, dándoles protección, ayudándoles en su rehabilitación de una vida que les deja secuelas y miedo provocados por otros que no les consideran seres con sentimientos o capaces de sentir y padecer emociones, lo que la ciencia desde hace mucho tiempo ha demostrado y que no nos hace tan diferentes porque compartimos sistemas neuroendocrinos similares. Mujeres que saben mucho de sufrimiento, de violencia contra su sexo, de constantes desigualdades, de incomprensiones ante la sociedad y la Justicia. Como lo hacen también con las personas que padecen o que sufren ante las desigualdades sociales, económicas, laborales.

El maltrato animal es ya un delito que puede llevar a la cárcel a las personas que lo cometen. Sin embargo, todavía quedan huecos en la Ley aprovechados por estos hombres para salir impunes de sus actos que ante el conocimiento de la sociedad nos llegan a provocar aversión y sentimientos de odio cuando no, también, una tremenda desazón y angustia al ver que la Administración y la Justicia no llegan a comprender el vínculo existente entre la violencia a los animales y la que se genera hacia las personas.

Las leyes están para ser cumplidas y también para ser revisadas, ampliadas y ponerlas al servicio de la sociedad que las reclama. Esto parece que sólo lo entienden partidos afines a los ciudadanos y dentro de ellos a los que se sienten más abandonados por sus administraciones.

Luego están los otros intereses por los cuales se quiere justificar la violencia, la crueldad y el maltrato animal. Algunos, como la Federación Andaluza de caza que en su amplia directiva de 63 personas solamente tiene a una mujer como asesora técnica en la comisión de silvestrismo, hace campaña con el hastag #LaCazaTambiénVota en su afán de someter a algunos partidos políticos que se posicionan por hacer leyes más justas para evitar la crueldad con los animales, algo en lo que toda la sociedad está de acuerdo. No dudan en renegar de la evidencia y piden cifras sobre abandonos y maltrato de perros de caza. Ellos tienen a su servicio, mantenido  con el dinero público, cátedras de Universidad y Centros de Investigación dedicados a los recursos y actividades cinegéticas, lo que no ha conseguido todavía ni el sector animalista ni el colectivo de mujeres maltratadas.

Rafael A.Luna Murillo, veterinario, etólogo y simpatizante de EQUO


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