Manuel E. Yepe •  Opinión •  02/03/2018

El manido recurso imperialista de demonizar

“La sistemática deshumanización de los líderes de otros países; la rutinaria exageración de sus capacidades militares; la monótona falsificación de la naturaleza y actitudes de otros pueblos; la imprudente aplicación de dobles raseros al comparar la conducta de otros con la nuestra, así como la incapacidad de reconocer el carácter común de muchos problemas de otros con los nuestros, y la consiguiente tendencia a ver todos los aspectos de la relación con otros en términos de un total e irreconciliable conflicto de preocupaciones y propósitos. Éstos, creo yo, no son signos de la madurez y discernimiento que puede esperarse en la diplomacia de una gran potencia…”.

Aunque la descripción que antecede parezca aplicable a la actual política exterior de Washington, se trata de una advertencia que pronunció hace más de medio siglo George Frost Kennan (1904-2005), longevo diplomático e historiador estadounidense, recordado porque fue él quien formuló y abogó por la “política de contención” contra el supuesto expansionismo soviético aunque más tarde renegó de esa teoría suya.

Kennan enunció su “política de contención” en febrero de 1946 en un texto que se recuerda como el largo mensaje (“the Long Telegram”) que envió desde Moscú en 1946 contra el pretendido expansionismo soviético al término de la II Guerra Mundial. El texto, firmado con apenas una “X”, apareció en la revista “Foreign Affairs” de julio de 1947, pretendiendo analizar la estructura y psicología de la diplomacia soviética de entonces. Fue difundido ampliamente por Washington y aportó a Kennan mucha popularidad en los medios académicos.

Poco después ese mismo año, fue designado director de planeamiento de políticas en el Departamento de Estado y, en 1949, Consejero de ese departamento. Volvió a Moscú en 1952 como embajador de su país y en el siguiente año tuvo que regresar a Estados Unidos tras ser declarado persona non grata por el gobierno soviético.

En los años finales de la década de 1950 Kennan rectificó sus puntos de vista sobre la “contención” y comenzó a abogar por un programa de “desentendimiento” de las áreas de conflicto con la Unión Soviética. Más tarde negó enfáticamente que la contención fuera aplicable en situaciones que se presenten en otras áreas del mundo, como por ejemplo en Vietnam.

A Kennan se le identifica como uno de los arquitectos de la Guerra Fría. Sus escritos de posguerra acerca de la supuesta amenaza soviética nutrieron la política de contención de Estados Unidos que condujo a la devastadora carrera armamentista que aún amenaza al mundo con su total destrucción.

Pero el desarrollo de los acontecimientos y las variables en la política exterior de Washington llevaron a Kennan a reconsiderar sus puntos de vista iniciales y a formular aquellos con los que comienza este artículo.

Kennan sugiere entonces que, aunque los rusos siguieran fundamentalmente opuestos a la coexistencia pacífica con Occidente e inclinados a lograr la extensión del sistema socialista soviético por el mundo, eran particularmente sensitivos a la lógica de la fuerza militar y responderán o retrocederán ante una hábil y resuelta resistencia a sus pretensiones de expansión.

Así, Kennan pasa a abogar por una política de “contrapresión” allí donde los soviéticos amenazaran o se pudiera predecir que tal contrapresión podría conducir a que los soviéticos se mostraran dispuestos a cooperar con EEUU o, eventualmente, se apreciara que llevarán a un colapso interno en el gobierno soviético. Este punto de vista acabaría por convertirse en el centro de la política estadounidense hacia Rusia.

Es notable cuánto ha influido en la política imperial de Estados Unidos la huella de la política de contención ideada por Kennan, no obstante su tardía retractación. Es algo que puede advertirse en la presente etapa de declinación hegemónica de Washington con una actuación casi idéntica en la manera de demonizar a sus enemigos o quienes no se avengan a sus designios.

Es cual si los medios complacientes y los dos partidos políticos que gobiernan alternativamente solo pudieran ponerse de acuerdo para atacar a sus adversarios cuando se les fabrica una imagen que encajen en ciertos patrones diabólicos y perversos preconcebidos.

En América Latina, la ofensiva estadounidense actual contra gobiernos disidentes de su área hegemónica pasa por una etapa de gran intensidad en la que el líder bolivariano Nicolás Maduro Moro, presidente de Venezuela, ocupa el lugar prominente que durante medio siglo tuvo a Cuba sentada en la silla de los acusados. El jefe del gobierno de Caracas ha alcanzado, si no superado, el nivel de vituperios que antes alcanzaban Fidel y Raúl Castro, aunque estos últimos tampoco escapen hoy de la diarrea de mentiras e insultos deshumanizantes de Donald Trump.

*Manuel E. Yepe, periodista cubano especializado en política internacional, profesor asociado del Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa de La Habana, miembro del Secretariado del Movimiento Cubano por la Paz.

Fuente:  martianos.ning.com/profiles/blogs/el-manido-recurso-imperialista-de-demonizar-por-manuel-e-yepe


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