Roberto Molina •  Opinión •  19/07/2018

Refugiados, el fantasma de nuestra época que recorre Europa

Refugiados, el fantasma de nuestra época que recorre Europa

Parafraseando a Carlos Marx y Federico Engels, bien pudiera repetirse hoy que »Un fantasma recorre Europa», aunque esta vez no es el comunismo, sino la indetenible ola de refugiados que desestabiliza gobiernos y quiebra alianzas.
Cuando ese flujo actual se inició en el verano de 2015 y decenas de miles de iraquíes, sirios y afganos hacinados en campamentos precarios en Turquía inundaron Grecia- un país de la Unión Europea (UE)-, se hizo obvio que, en el afán de llegar a los estados más ricos, la llamada Ruta de los Balcanes era la idónea.

Desde las fronteras en el sur, tanto con Bulgaria como con Macedonia, las largas columnas humanas, fundamentalmente de hombres jóvenes, mujeres y niños, recorrieron el territorio de Serbia con la intención de alcanzar a Hungría, en el norte, y de ahí a Austria, Alemania u otro estado de ese soñado primer mundo de bienestar.

La UE, en un intento de apaciguamiento, comenzó a soltar considerables fondos a Belgrado para la creación de condiciones razonables de acogida y embalsar la avalancha, una misión imposible que afectó en gran escala a Hungría y después, en proporciones menores, a Croacia y Eslovenia, también del bloque comunitario.

Nadie estaba preparado para algo así y un contacto personal con esa realidad en Belgrado, en octubre de 2015, indicaba que la población lo asumía como algo exótico, acudían a las plazas, parques y terminales de buses y trenes colmados de ellos a mirarlos con curiosidad, darles algo de comer y juguetes ociosos a los niños.

Pero pronto devendría la cruda realidad, cuando las autoridades magiares decidieron cerrar las fronteras, alambrarlas, custodiarlas, patrullarlas y ofrecer incluso ayuda con efectivos a Serbia para impedir el cruce a como diera lugar, lo cual secundaron Croacia y Eslovenia.

A ello se unió el invierno, que si bien no es tan crudo en esta geografía se convirtió en azote dada las precarias condiciones de alojamiento y la falta de preparación de estos países para un fenómeno de tamañas proporciones.

Esto se sumó, en el caso preciso de Serbia, a la presencia de miles de refugiados por las guerras derivadas de la desintegración de Yugoslavia en los 90 y el conflicto de Kosovo.

No hay cifras precisas, pero todos saben que fueron cientos de miles los que pasaron por aquí desde el verano de 2015 hasta ahora y aunque el flujo disminuyó ostensiblemente acusó un aumento en los últimos dos meses, a pesar del estricto bloqueo hacia el occidente.

La Unión Europea (UE) que debido a la diversidad de políticas de sus estados miembros no ha sido capaz de manejar mínimamente este asunto, se comportó con suma hipocresía, sobre todo con las declaraciones iniciales de puertas abiertas de Alemania y otros, que ahora no solo taponan los pocos poros, sino que legislan férreamente.

Esos altibajos provocaron un cisma entre los estados miembros, lo cual condujo a la rebelión abierta de Hungría, las amenazadas de la derecha de Alemania y Francia, las posiciones comunes de los cuatro de Visegrad (Eslovaquia, Hungría, Polonia y República Checa) más Austria y posturas xenófobas en influentes movimientos políticos.

Ahora, el foco de atención volvió adonde siempre se mantuvo este éxodo, el estrecho mar entre el norte de África y España e Italia, seriamente incrementado con el caos en Libia provocado por la intervención de Estados Unidos y el pacto noratlántico (OTAN) y otros conflictos en la región subsahariana.

Cerrar las fronteras no fue solución, sino la causa de que el problema se visibilizara aún más y, con ello, la clara evidencia de que el saqueo de las potencias coloniales tiene, al fin, efectos de boomerang demoledores, casi en la misma proporción.

Quienes todo sacaron de allí -y todavía lo hacen- no tienen derecho ni razón moral para negarles a los refugiados y migrantes el sueño de obtener una vida mejor que no encuentran en sus países debido al efecto de tierra arrasada provocado por siglos de explotación sin límites.

Las hasta hace poco florecientes sociedades de bienestar en ‘la culta y civilizada Europa’, lejos de intentar buscar una solución plausible y global al tema de la inequidad en el mundo, dan solo señales de sentirse amenazadas y reaccionan defensivamente, lo cual solo conducirá a más caos, opina la mayoría de los analistas sensatos.

‘Un mundo mejor es posible’, reza un lema que cobró trascendencia por venir de los estratos más humildes de la sociedad en los países del llamado Tercer Mundo.

La realización de ese propósito choca contra el muro infranqueable de los países y los sectores ricos que aún no mostraron la voluntad de trabajar en ese sentido y sólo observan los movimientos de la superficie que interpretan como un peligro para su status quo.

Empero, como se sabe, cuando las aguas llegan a rebasar en demasía su nivel no está todavía creado el dique que las contenga y a eso se llegará más temprano que tarde si los poderosos del mundo prosiguen ignorándolo.

arb/Rmh

*Corresponsal de Prensa Latina en Serbia.

Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=196289&SEO=refugiados-el-fantasma-de-nuestra-epoca-que-recorre-europa


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