Paco Campos •  Opinión •  20/08/2018

Qué tiene de autoridad intrínseca la ley moral

La sociedad política autoritaria cree que hay obligaciones universales. Cree en principios. Estos principios están fuera de todo tiempo y lugar, y no pueden ser medidos a capricho de las gentes, porque o bien son mandatos de Dios, o bien son tan naturales como los humanos, y por ende no hay por qué justificarlos. En Bilbao a un matador de toros que despreció las banderillas adornadas con los colores de la ikurriña, y sacó de su esportón otras con colores de la bandera española, dijo que lo hizo porque sus principios le impedían aceptar otros colores, dado que, ante todo era español. Qué es ser español por principios, pregunto yo. No se me ocurre otra cosa parecida a esta: ser español, es no ser peruano, por ejemplo.

Dewey, opta por algo menos esperpéntico y diferencia entre la costumbre y la moral, entre la eficacia y la ley. En definitiva, prefiere la prudencia al mandato, sencillamente porque cuando hace su aparición la ley es cuando hay conflicto, y un conflicto siempre es la consecuencia de una costumbre ineficaz. No vale del todo buscar la utilidad: para un buen pragmatista, para un pragmatista moderno, la norma nunca precede a las relaciones humanas, éstas son la única fuente de la vida política, la única razón para vivir en un una sociedad democrática. Si por un momento la moral de los indios hopi pudiera ser practicada, si tuviéramos la posibilidad de anteponer la práctica a los preceptos -la Constitución es un precepto- no seríamos tan hazmerreír  como ese Cayetano Rivera.


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