Daniel Raventós •  Opinión •  07/11/2018

10 años de crisis: dominio, imperio, desigualdad y libertad

Actualmente estamos en una situación económica que algunos evalúan de recuperación, otros de situación incierta y otros aún de antesala de una nueva crisis.

En relación a esta última posibilidad, la OCDE acaba de alertar tan recientemente como el 10 de septiembre de una desaceleración del crecimiento en todo la zona euro que será más acusada aún en el Reino de España. Y el FMI ha rebajado también la tasa de crecimiento mundial para 2018 del 3,9 al 3,7%.

No importa, para lo que voy a atender en este artículo es secundario el diagnóstico correcto porque, sea cual sea la situación económica que vendrá, es constatable que desde el inicio de la crisis, ahora hace 10 años, las condiciones de existencia material de la mayoría de la población no rica han empeorado de forma muy substancial.

Podría quedarse la anterior solo como una frase lapidaria si no hubiera multitud de datos que la corroboran. Salarios reales, jornada laboral, precariedad en el empleo, condiciones laborales generales, trabajadores que con contrato legal están por debajo del umbral de la pobreza, incremento del porcentaje de personas pobres, trabajos de mierda, muchos empleos sin el menor sentido para los que los realizan… Las estadísticas están a disposición del que quiera verlas y, en realidad, no hay polémica o mucha polémica entre economistas que discrepan en otras muchas cosas sobre estas realidades.

La cara radiante de la situación, cada vez más conocida, es cómo les ha ido a los más ricos en estos 10 años de crisis.

Decía la que fue presidenta de ATTAC Francia de 1999 a 2006, Susan George, que los estudios sobre la pobreza y los pobres son muy abundantes. Por claro contraste, los estudios sobre la riqueza y los ricos no son tan profusos.

Departamentos de sociología, de filosofía política o de economía de cualquier facultad del mundo, revistas académicas de ciencias sociales, multitud de gobiernos, institutos estadísticos, muchos ayuntamientos, periódicos, organismos internacionales y muchas ONGs producen cantidades formidables de informes, estudios, tesis doctorales, estadísticas y artículos sobre los más increíbles, variados, minuciosos y extravagantes aspectos de la pobreza. Algunos hasta son buenos y útiles. Susan George decía con socarronería: ¿los pobres? ¡que coman investigaciones para pobres! Y aconsejaba prestar mucha más atención al estudio de la situación de los ricos.

Sabiendo cómo les va, disponemos de información sobre los resultados de determinadas políticas económicas y de los diseños institucionales que tenemos. Hace unos lustros la información sobre los ricos no era muy buena, ahora es mejor gracias entre otros a los grandes bancos que tienen evidente interés en saber cómo evolucionan los que al fin y al cabo son sus clientes preferentes.

En el año 2017 los ricos ganaron más que en cualquier otro año documentado de la historia de la humanidad

Se dispone de distintos informes, pero voy a referirme solamente a dos. Uno que es muy reciente de hace solamente días, realizado por la Agencia Tributaria, y otro que se publicó hace algunos meses con datos que llegan hasta 2017 que fue realizado por Capgemini. Los datos de la Agencia Tributaria que van del 2007 al 2016, pueden resumirse así: en el Reino de España declararon en 2016 exactamente 579 personas que tenían más de 30 millones de euros de patrimonio, un 150% más que en 2007, cuando entonces eran 233. El último informe de Capgemini con datos que van del 2008 al 2017, aporta datos según los cuales el número de ricos en el Reino de España creció más que en el resto de Europa e incluso que en el resto del mundo. Más concretamente, el 0,48% de la población o unas 224.000 personas, acumulaban en 2017 una cantidad que suma 560.000 millones de euros. Es una gran cantidad, sin duda. Pero resulta insultante si la comparamos con el gasto en pensiones que en el mismo año de 2017 fue de 139.647 millones y el de prestaciones por desempleo que fue de 17.400 millones.

Antes de la crisis acumulaban una cantidad bastante menor, algo más de la mitad que ahora. Al 0,48% le ha ido muy bien, a un porcentaje muy superior le ha ido muy mal en estos 10 años. La crisis ha golpeado, efectivamente. Pero lo que ha golpeado más han sido las políticas económicas puestas en pie por los gobiernos de la Unión Europea, para circunscribirnos a la zona geográfica y económica en la que está el Reino de España, cuando los primeros azotes de la crisis empezaron a manifestarse.

Recordemos el giro que en mayo de 2010 realizó el gobierno entonces como ahora del PSOE al poner en marcha algunas medidas de política económica como las siguientes: reducción del 5% de los salarios de los funcionarios públicos, congelación de las pensiones, reducción de 6.000 millones de euros de inversión pública en infraestructuras, recorte de 1.500 millones de euros en el gasto público de las administraciones autonómicas y municipales, entre muchas otras del mismo tenor. Con los gobiernos posteriores del PP las medidas y reformas laborales aún castigaron más a la población no rica.Las mismas políticas económicas que suponen el ataque a las condiciones de vida y de trabajo remunerado de la inmensa mayoría, son las que también explican que a los muy ricos les haya ido bien.

Y no es ningún secreto: no existe una política económica que favorezca o perjudique a toda la población. Hay razones teóricas, claro, pero la constatación fáctica es inapelable.

La victoria de la libertad liberal

Que las desigualdades son cada vez mayores y los ricos acumulan mayor riqueza –los grandes ricos ganaron más dinero en 2017 que en cualquier otro año documentado en la historia– con progresiva velocidad es algo que no discuten ni el Foro de Davos, ni el FMI. Por el contrario, es difícil encontrar informes y estudios acerca de la relación de estas grandes desigualdades con la libertad. Existen a cuentagotas. El gran logro del liberalismo histórico que realmente ha existido, el que tiene poco más de 200 años de existencia, fue lograr imponer la desconexión de la libertad con las condiciones de existencia material. La isonomía oligárquica, tan del gusto del liberalismo actual, es decir “clases bajas no enteramente privadas de la libertad e igualdad ‘civil’ ­–y por lo mismo, no esclavizadas­–, pero despojadas de la libertad y la igualdad ‘políticas’”, en palabras de Antoni Domènech.

Muy diferentemente al liberalismo, para la vieja y más de dos veces milenaria tradición republicana, la libertad no puede abstraerse de las condiciones materiales.Quien no dispone de una existencia material garantizada no puede ser libre. Para el republicanismo democrático, la libertad política y el ejercicio de la ciudadanía no son compatibles bajo relaciones de dominación.

Y ¿qué es la dominación para el republicanismo? La dominación ­–el dominium en la literatura republicana histórica- es por supuesto proteica, pero es consecuencia de la forma de regular la propiedad como cuestión más relevante. Porque la regulación concreta de la propiedad, de los derechos de propiedad, ha conformado los distintos diseños institucionales que hemos conocido. La “distinción principal” para entender cualquier sociedad dirá Aristóteles ya hace más de 2300 años, y Marx recogerá con sus palabras y analizando una sociedad muy diferente a la del Estagirita, es la que se establece entre ricos y pobres. Pobres: los que no tienen la existencia material garantizada y dependen de otros para vivir. Ricos: los que tienen la existencia material garantizada y no dependen de otros para vivir.Y lo que separa  a unos y a otros en esta distinción fundamental es la propiedad, la cuestión relevante.

Entiéndase bien: relevante no quiere dar a entender que es única. La dominación la ejercen los ricos propietarios sobre todas aquellas personas que no tienen la existencia material garantizada porque no disponen de propiedad. Lo que equivale a decir que en una relación de dominación como la que viven la mayor parte de las personas no ricas, estas no pueden ser libres. Y esta relación poco tiene que ver con la predisposición moral, benigna o perversa, de sus protagonistas, aunque puede agravar según el caso aún más la dominación, sino con la configuración de los derechos de propiedad.

Los grandes ricos, debido a una configuración política de los mercados pro domo sua que este dominio les posibilita, inciden directamente en el imperium, es decir, en la degeneración despótica de las instituciones públicas que podían ser una contención del dominium. No es muy escasa precisamente la literatura proveniente de los más diversos campos académicos sobre la capacidad de los grandes ricos propietarios para poner a su servicio las instituciones públicas. Lo de las puertas giratorias sería solamente una manifestación de las más visibles, pero tan solo una de tantas.

La neutralidad republicana no es abstenerse entre bandos con fuerzas muy dispares

Y un Estado defensor de la libertad republicana no entendería la neutralidad como la simple abstención del propio Estado para no favorecer determinadas concepciones de la buena vida. Como así es doctrina de los liberales. El Estado, para la normativa liberal, no debe interferir activamente en la vida social para impedir que los grandes poderes privados oligopólicos y monopólicos obstruyan y condicionen la libertad de la gran mayoría. Muy al contrario, un Estado defensor de la libertad republicana debe intervenir activamente para que la neutralidad sea un hecho, y no una superficial consigna de “equidistancia entre los distintos proyectos de buena vida”. Republicanamente, esto último se presupone, pero, cuando grandes poderes privados disponen de la capacidad de imponer a gran parte de la ciudadanía su concepción privada del bien como bien público, cuando la constitución oligopólica de los mercados permiten el secuestro del Estado por parte de los inmensos imperios privados, la neutralidad significa intervención activa, no tolerancia pasiva y que gane el más fuerte.

¿Qué propuestas ofrecen los gobiernos de la Unión Europea? No precisamente nada que se asemeje a esta neutralidad como interferencia activa para garantizar la libertad de toda la ciudadanía impidiendo que los grandes poderes privados impongan su concepción privada del bien público. Ni por arriba ni por abajo. Meros ejemplos: por arriba se constatan medidas fiscales cada vez más ventajosas para los muy ricos, y por abajo subsidios miserables para pobres. Y, claro está, vagas promesas de mayor empleo, que es lo que se propone cuando no se sabe que proponer. No ya una renta máxima por arriba para impedir la gran concentración de los poderes privados, y una renta básica incondicional fundamentada republicanamente que garantice la existencia material de toda la población, no, sino nada que rompa con lo que ya está probadamente mostrado que es un fracaso: rentas condicionadas para pobres por abajo y cada vez menores impuestos a los ricos por arriba.

Y así la libertad de la gran mayoría no rica sigue siendo socavada, para orgullo doctrinal de liberales y pasmo de los que no saben imaginar otra cosa que repetir los parches, eso sí, modificados reiteradamente, que han mostrado su más absoluto fracaso o, para que nadie se escandalice, su inmensa insuficiencia. Mientras, los grandes poderes privados siguen socavando la existencia material y la libertad de la inmensa mayoría no rica.

(El consejo científico de ATTAC pidió este artículo para su publicación junto al de otros autores y autoras del mismo consejo con motivo de los 10 años de crisis económica. La versión presente está algo modificada y actualizada respecto al artículo original que fue escrito hace aproximadamente un mes y medio).

es editor de Sin Permiso, presidente de la Red Renta Básica y profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona. Es miembro del comité científico de ATTAC. Sus últimos libros son, en colaboración con Jordi Arcarons y Lluís Torrens, Renta Básica Incondicional. Una propuesta de financiación racional y justa (Serbal, 2017) y, en colaboración con Julie Wark, Against Charity (Counterpunch, 2018).

Fuente: www.sinpermiso.info, 4-11-18


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