Gerardo Honty •  Opinión •  13/11/2018

Una madre contra el fracking

Las leyes de la termodinámica son lo más parecido a una madre porque te prohíbe todo aquello que es divertido, nos dice Antonio Turiel en una reciente conferencia TED. Es una buena manera de explicarnos que por más que queramos “producir” energía para satisfacer todas nuestras necesidades de consumo, la energía no se “produce”, la energía se transforma y consecuentemente toda forma de energía útil requiere de una forma de energía previa aprovechable. Cuando la energía previa aprovechable comienza a escasear, aparece nuestra madre a prohibirnos las cosas divertidas, como el automóvil, los viajes en avión y esas frutas tan deliciosas que se producen al otro lado de mundo.

Como energía y materia son la misma cosa, según nos explicó el abuelo Albert hace unos cuantos años, también podemos afirmar que los humanos en la Tierra no “producimos” nada (salvo hijos) y todo lo que tenemos es gracias a la transformación de alguno de los frutos que la parte no humana de la naturaleza produce.  

Esto se hace cada vez más evidente a medida que las reservas de los recursos no renovables se van haciendo escasos y los recursos renovables comienzan a explotarse de una manera que hace imposible su renovación. Hace más de cuarenta años los empresarios de la pesca y la forestación se dieron cuenta de esto y comenzaron a hablar de “sostenibilidad”: se habían percatado que la sobreexplotación estaba matando a la gallina de los huevos de oro.  

Pero como la soberbia humana es infinita (a diferencia de los recursos naturales), la humanidad creyó que era posible sustituir la escasez de recursos naturales con tecnología, conocimiento y dinero. Así que pretendimos extender los límites de la naturaleza tan lejos como nuestra infinita soberbia e inventamos el oxímoron más famoso: el desarrollo sustentable.

En ese plan, uno de los límites a extender fue la capacidad de sacar petróleo hasta de las piedras. Literalmente. Entonces, con tecnología, conocimiento y dinero nos dispusimos a llegar hasta un suelo de roca dura a más de 3 kilómetros de profundidad para estrujar las piedras que contienen algo de petróleo dentro de su maciza estructura. A esto le hemos llamado fractura hidráulica o fracking.

Buena parte de los científicos cercanos al tema pensaron que la tarea de triturar la roca era demasiado grande y que el esfuerzo energético y económico que se requeriría para semejante obra no iba a compensar la cantidad de petróleo que podría sacarse. Sin embargo, los banqueros y financistas vieron en la promesa de extender los límites de la naturaleza a fuerza de tecnología, conocimiento y dinero, la oportunidad de obtener ganancias. Así que comenzaron a vender acciones a futuro de una cantidad de piedras que prometían petróleo[i]

Las leyes de la termodinámica son como una madre, pero los humanos aún no salimos de nuestra adolescencia y no hay nada peor que nos prohíban algo para salir a hacerlo. Así que confiamos más en nuestro deseo y ambiciones que en las leyes naturales y salimos a partir rocas.

El espejo en que mirarnos

Estados Unidos se ha convertido en los últimos años en la vitrina mejor montada de la tecnología del fracking. La producción petrolera no para de crecer; duplicó su producción en los últimos 10 años y aún sigue creciendo en tiempos de flacos precios del crudo. La mayor parte de ese crecimiento viene de los cientos de pozos de fractura hidráulica. Leemos un día sí y otro también que Estados Unidos es la demostración de que el esquisto ha venido a salvarnos de la crisis de suministro energético.

Pero hay un problema: las cuentas de las compañías petroleras que se dedican al fracking no salen de sus números en rojo. Al principio se pensaba que era un problema típico de curva de aprendizaje; ya vendrían las ganancias genuinas cuando la mejora de la tecnología y el conocimiento acumulado se expresara en eficiencia productiva. Pero las deudas se acumulan más rápido que la experiencia.

Entre 2010 y 2014 las compañías de shale de EEUU habían acumulado un flujo negativo de caja de 200 mil millones de dólares según la Agencia Internacional de la Energía (World Energy Investment 2018). Un reciente informe del Instituto para la Economía de la Energía y el Análisis Financiero (IEEFA) y el Instituto Sightline afirma que solo en el primer semestre de 2018 las compañías de fracking registraron un flujo de caja negativo de USD 3.9 mil millones en el primer semestre de 2018[ii]. Algunos analistas del mercado petrolero estiman que la deuda actual acumulada de la industria del shale en los EEUU es de 300 mil millones de dólares[iii].  «Para las apariencias externas, la industria del petróleo y el gas de Estados Unidos está en medio del auge de una década», se lee en el informe el IEEFA y el Sightline Institute. Sin embargo dice, «el auge del fracking en Estados Unidos ha sido un fiasco de clase mundial».

En América Latina varios países están mirando hacia  estos recursos para ganar dinero. Esperan que la industria del fracking les ayude a equilibrar sus cuentas fiscales, obtener recursos financieros que les permitan cubrir el gasto público y mejorar los ingresos de la sociedad. Pero, si Estados Unidos, que es la meca del fracking, ha obtenido estos negativos resultados ¿Hay alguna lección, aprendizaje, recaudos a tener en cuenta para los varios países que en América Latina están apuntando al shale como fuente de recursos energéticos y económicos?

Si la industria aún no es rentable en los Estados Unidos, después de una década de perforación, importantes mejoras de eficiencia y un fuerte repunte en los precios del petróleo, ¿será rentable alguna vez?  ¿Qué hay en los países de América Latina que pueda hacer funcionar esto que no funciona en Norteamérica?

¿O hay algo intrínseco en la naturaleza de la perforación de esquisto que la hace inviable energética y económicamente?  ¿Será que las tasas de declive abruptas en cortos períodos de tiempo requieren nuevas perforaciones constantes para mantener la producción y consecuentemente continuas nuevas inversiones? ¿Será que la cantidad de energía que se requiere para obtener petróleo de esquisto es tanta o más que se obtiene del crudo extraído?

El sector financiero de Estados Unidos descubrió como hacer rentable económicamente para sí algo que no es energéticamente rentable para el sector de la energía; creó una burbuja especulativa allí donde había promesas de ganancias. Pero no hay caso. Mamá termodinámica apareció una vez más para prohibirnos hacer aquello que nos resulta tan divertido: jugar a que el conocimiento, la tecnología y el dinero pueden hacer más que lo que la naturaleza puede hacer por sí misma.

– Gerardo Honty es analista de CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social)


[i]  Un temprano análisis de esta burbuja puede leerse en “Shale and Wall Street”, Deborah Rogers en  http://shalebubble.org/wall-street/

 


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