Manuel Medina •  Opinión •  05/12/2018

La seductora trampa de un ejército «independiente» europeo

Vivimos, ciertamente, tiempos de «transición» entre el mundo que dejamos atrás con el siglo XX,  y el que  bajo nuevos parámetros y contradicciones está  empezado a configurarse en el siglo XXI. Por eso no resulta extraño que, acostumbrados a las viejas visiones del pasado siglo, no sean pocos  aquellos   a  que los viejos esquemas del  pasado les impide en toda su complejidad la realidad del  presente.

    El mapa político que domina la actualidad mundial posee alarmantes coincidencias con el  que precedió a la Primera Guerra Mundial.  Durante todo el siglo XIX  lo que se dirimió en la vieja Europa fue la conquista  de mercados a través de una militarizada expansión colonial. Y como siempre ha sucedido a lo largo de la historia, aquella disputa violenta  de mercados condujo a una confrontación aún más violenta en el año 1914, cuyo desenlace fatal fue  la muerte de millones de seres humanos en los campos de batalla europeos.

     Hoy, con  apariencias diferentes, con nuevos y viejos contendientes, el motivo de la confrontación entre las grandes potencias hegemónicas del planeta empieza a ser  bastante similar al que dominaba entonces.

        Por  eso no debe extrañar que la canciller alemana, Angela Merkel,  urja  en Estrasburgo la creación de un Ejército europeo, que defienda – eso no lo dijo, pero lo agregamos nosotros – los intereses de la UE en aquellas partes del mundo donde estos puedan estar en peligro. Al fin y al cabo, Merkel y antes que ella Macron,  no han hecho  más que poner sobre la mesa  la necesidad perentoria  del gran capital europeo y de sus estructuras financieras de empezar a moverse con «independencia», haciendo sentir en el planeta su peso militar, como lo hacen el resto de los países capitalistas – Estados Unidos, Rusia y China – para disputárselo. ¿Para qué, si no, iba a necesitar  el gran capital un Ejército propio en  Europa?

     El proyecto, pues, parece estarse ya encarrilándose. La verdad es que sus autores ni siquiera se  han molestado en ocultar cuáles van a ser sus objetivos últimos. Sabedores de la escasa  resistencia que encontrarán  en la domesticada  «izquierda»  europea, no han se han visto obligados a recurrir al lenguaje patriotero del que en su dia  echaron mano sus antepasados  Aristides Briand, Clemenceau o Herbert Asquith, para justificar ante sus pueblos la expansión imperialista y, posteriormente, la guerra.

    En la euforia que les produce el saber que carecen de enemigos que se les enfrenten para combatir sus propósitos, han renunciado hasta de elaborar una argumentacion que embellezca el proyecto . El ministro de finanzas francés, por ejemplo, explicando las razones para la militarización europea llegó a plantear  que la UE debería transformarse en un «imperio pacífico», en el que los capitales del viejo continente pudieran  competir con las grandes empresas chinas o  estadounidenses. ¿Cuándo a lo largo de la  extensa historia  europea, un Imperio llegó a ser «pacífico»? La naturaleza misma de los imperios, sean estos territoriales o económicos, lleva implícita una enorme cuota de violencia, aquella que genera, precisamente, la ineludible necesidad de  garantizar y eternizar su permanencia.

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Caricatura representando la partición de China a manos de la reina Victoria (Reino Unido), Guillermo (Imperio alemán), Marianne (Francia), Nicolás II (Imperio ruso) y un samurái (Japón).

LA SOCIALDEMOCRACIA  Y LA ASPIRACIÓN IMPERIAL EUROPEA

    Como sucediera durante la Primera Guerra Mundial, la socialdemocracia también se ha vuelto a poner  de rodillas al servicio del expansionismo  aceptando de buen grado el rearme militar de la UE. Sin ir más lejos, el diputado del partido socialista portugués Vitalino Canas fue muy elocuente hace ya unas fechas, cuando manifestó  que si Francia  consigue convencer a Alemania de  la conformación de un ejército europeo, los demás estados de la UE tendrán que asumir nuevas posiciones en relación con el  tema. 

    Pues bien,  a estas alturas ya el gran capital alemán ha entendido que para poder ejercer la expansión económica – es decir, imperialista –  resulta fundamental que Europa disponga de un brazo armado que le permita «abrir fronteras».

     Pero, y a todas estas ¿cuál es la opinion de los socios europeos  pertenecientes a las diversas corrientes socialdemócratas de la UE?  Pues también como sucediera a principios del siglo XX, la socialdemocracia parece convencida de que por encima de los intereses de clase se encuentran los intereses nacionales que  hoy como ayer y no por casualidad, siempre coinciden con los de las clases dominantes.

       En España, ni siquiera en la voluble  variante radical de la socialdemocracia que representa Podemos, parecen tener muchas dudas al respecto.  Intentan   venderle a la izquierda social del país que nuestro futuro estratégico debe estar  inserto en un Ejército «independiente» europeo.   El propio general ex Jemad, Julio Rodríguez, que además de ser miembro  de la dirección de Podemos fue también un militar aventajado en sangrientas «expansiones» militares norteafricanas, se preguntaba no hace mucho, con una aparente y beatÍfica ingenuidad:

 «¿Por qué no nos reunimos los países europeos y hacemos una estrategia conjunta?»

 Lamentablemente, ninguno de los periodistas que asistían a su rueda de prensa tuvo la osadía de preguntarle: ¿Para defendernos de quién? ¿Para servir a qué tipo de intereses?

Y es que en la actualidad la respuesta a esas interrogantes resultan cruciales a la hora de ubicar no solo a cualquier partido u organización sino también a las personas, en el lugar donde realmente les corresponde politicamente.

Fuente: http://canarias-semanal.org/art/24042/la-seductora-trampa-de-un-ejercito-independiente-europeo


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