Federico Rubio Herrero •  Memoria Histórica •  11/11/2020

La terrible masacre de Badajoz del 14 y 15 de agosto de 1936

[…] Los rebeldes una vez conquistada la ciudad, la saquearon, asesinando a miles de prisioneros y civiles. Muchos fueron detenidos y llevados a la plaza de toros, donde o bien fueron ejecutados, o bien esperaron a ser ejecutados en el cementerio. Los gritos de las torturas a los prisioneros pudieron oírse en toda la ciudad. Los asesinatos y violaciones masivas continuaron durante todo el día. […]

La terrible masacre de Badajoz del 14 y 15 de agosto de 1936
Yague, por órdenes expresas de Franco que quería ocupar Badajoz para así consolidar la unificación de las dos zonas del territorio sublevado, marchó hacia la ciudad pacense con 2.250 legionarios, 750 regulares marroquíes y cinco baterías, dejando al Comandante Tella atrás para mantener Merida. En Badajoz el Coronel Puigdendolas al frente de unos 5.000 milicianos, y aprovechando los restos de la antigua muralla, se aprestaban a su defensa. Cuando el ejército sublevado se acercaba, un grupo de guardias civiles intentó desertar de la ciudad. Puigdendolas logró aplastar la revuelta, pero esta acción disminuyó la confianza de sus hombres.
El avance del ejército expedicionario de Africa sobre las murallas de la ciudad dio comienzo el 12 de agosto con el siguiente orden de batalla:
Agrupación Asensio, integrada por: IV Bandera de la Legion al mando del Comandante José Vierna Trapaga; I Tabor de Tetuan al mando del Comandante Serrano Montaner; batería de artillería del Capitán Baron.
Agrupación Castejon, integrada por: V Bandera de la Legion al mando del Capitán Tiede Zen; II Tabor de Ceuta al mando del Comandante Amador de los Rios; batería del 105 del Capitán Ruiz Mateos.
Antes del ataque, durante tres días Badajoz fue bombardeada continuamente por la artillería y la aviación de los sublevados. La ciudad estaba inundada por numerosos refugiados de la provincia y la atmósfera imperante en ella era muy pesimista. El bando sublevado lanzó su ataque en la tarde del 14 de agosto, tras bombardear la ciudad durante la mayor parte del día. Una unidad de la Legion, cantando y gritando, asalto la Puerta de la Trinidad. La resuelta resistencia de las ametralladoras y los tiradores republicanos frenó el asalto, triturando a la primera oleada de tropas rebeldes.
Ignorando sus numerosas bajas, los legionarios continuaron avanzando. Una carga conducida por carros blindados logró hacerse con el control de la Puerta, y los sublevados superaron a los defensores, entrando a fraves de la brecha y desarrollándose un combate cuerpo a cuerpo. Pero el coste fue muy elevado: La 16 Compañia de la IV Bandera de la Legion había perdido a 76 de sus 90 oficiales y soldados iniciales. Todos los oficiales de la unidad cayeron durante el primer asalto, excepto un Capitán y un cabo. Mientras tanto, los hombres de Asensio habían entrado en la ciudad a través de una brecha en sus murallas.
En la parte sur unidades sublevados asaltaron las murallas con menos dificultad. Los regulares de Tetuan se abrieron paso a través de la Puerta de Carros, tras lo cual los legionarios y marroquíes barrieron a los republicanos de los cuarteles militares. Una vez dentro de Badajoz, persiguieron a la milicia republicana, pasándola a cuchillo y a bayoneta en su camino al centro de la ciudad, incluso a aquellos que habían arrojado sus armas y se habían rendido. La represión contra los defensores republicanos comenzó en el mismo momento en que los legionarios y regulares entraron en Badajoz. Quedando algunas calles repletas de fusilados o de muertos en combate. Los legionarios capturaron a 43 milicianos heridos en el hospital militar, y los ejecutaron.
Los rebeldes una vez conquistada la ciudad, la saquearon, asesinando a miles de prisioneros y civiles. Muchos fueron detenidos y llevados a la plaza de toros, donde o bien fueron ejecutados, o bien esperaron a ser ejecutados en el cementerio. Los gritos de las torturas a los prisioneros pudieron oírse en toda la ciudad. Los asesinatos y violaciones masivas continuaron durante todo el día. Un elevado número de carabineros – que en su inmensa mayoría se habían mantenido fieles a la República – también fueron fusilados en el cementerio. Incluso el Comandante del Regimiento «Castilla», el Coronel José Cantero Ortega, fue fusilado ayer, poco después de haber sido hecho prisionero.
Después de varias horas de salvajismo, la sangre corría a rios por las calles de la ciudad, repleta de cadáveres.
El mismo día 15, el enviado del «Journal de Geneve», Jacques Berthet, enviaba su cronica:
«Alrededor de 2.500 personas han sido fusilados. Hemos visto las aceras de la Comandancia Militar empapadas de sangre. Los arrestos y ejecuciones en masa continúan en la plaza de toros. Las calles de la ciudad están acribillados de balas, cubiertas de vidrios, de tejas y de cadáveres abandonados. Solo en la calle de San Juan hay trescientos cuerpos».
El método para las ejecuciones fue el fusilamiento o ametrallamiento indiscriminado, en grupo de personas participantes en la defensa de la ciudad o sospechosas de simpatizar con la República. Fueron llevadas a cabo por los legionarios, regulares ( moros procedentes del norte de Africa), fuerzas de la Guardia Civil y mandos locales de Falange Española. Posteriormente, la mayoría de los cuerpos fueron quemados junto a las tapias del cementerio de San Juan. Según testimonios de algunos supervivientes, los fusilamientos se producían en grupos de 20, y luego se trasladaban los cadáveres en camiones al antiguo cementerio, donde eran incinerados y posteriormente depositados en fosas comunes o abandonados en el lugar. También se produjeron fusilamientos en otras zonas de la ciudad. Entre los represaliados se encontraban hombres y mujeres afectos a la República, obreros, campesinos, militares que participaron en la batalla, autoridades locales o simples sospechosos.
MARIO NEVES (Lisboa, 1922). Periodista portugués del «Diario de Lisboa», que alertó al mundo de la magnitud de la ola de terror que siguió a la marcha de las fuerzas sublevados desde el sur de España. Concretamente, en Badajoz los legionarios moros ejecutaron sumariamente a tiros a todos los hombres que se encontraban en la calle con signos o marcas en los brazos, de haber disparado un fusil. Más tarde los prisioneros fueron concentrados en la plaza de toros, donde fueron fusilados por grupos de ametralladoras. También se fusiló en las paredes y puertas del cementerio.
El día 16 de agosto, una columna de humo blanco que ascendía a un kilómetro y medio de la ciudad atrajo la atención del periodista portugués. La gente a la que pregunto le dijo que esa zona era en el cementerio. Al día siguiente, se encontró por casualidad con un cura con el que entabló conversación. Gracias a ese sacerdote fue capaz de descubrir el origen de la misteriosa humareda: Era de cadáveres incinerados. Eran amontonados en el cementerio, rociados con gasolina y quemados, y Neves lo pudo ver con sus propios ojos. La impresión fue tan fuerte que Mario Neves comenzó su despacho telefónico de ese día asi: «Me voy. Quiero salir de Badajoz cueste lo que cueste, tan pronto como sea posible y con la firme promesa de mi propia conciencia de no regresar».
Fuente: Federico Rubio Herrero (Cronologia mundial durante seis meses trepidantes, julio-diciembre de 1936) pags 42 y 43.

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