Narciso Isa Conde •  Opinión •  28/11/2019

Neoliberalismo y post-neoliberalismo: reveses del “progresismo” y opciones socialistas

“El neoliberalismo se impuso privatizando todos, o gran parte, de los recursos públicos; transfiriendo al capital privado las riquezas colectivas (empresas del Estado, servicios públicos, fondos pensiones, puertos, aeropuertos, carreteras, tierra, boques, playas, minerales, agua…”

El neoliberalismo ha implicado la disgregación y fragmentación, de las redes y organizaciones sociales de apoyo, solidaridad y movilización de los pueblos. Y reconstruir esas redes y movimientos, es lo que ha permitido frenar el curso neoliberal en una parte de nuestra América, emprender procesos alternativos y enfrentar las restauraciones violenta del modelo neoliberal y las mafias políticas, empresariales y militares que recurren de nuevo a él con modalidades cada vez más endurecidas.

 El neoliberalismo se impuso privatizando todos, o gran parte, de los recursos públicos; transfiriendo al capital privado las riquezas colectivas (empresas del Estado, servicios públicos, fondos pensiones, puertos, aeropuertos, carreteras, tierra, boques, playas, minerales, agua…). Y esto obliga a poner en la agenda de las luchas anti-neoliberales la desprivatización de las riquezas colectivas, devolviéndoselas a sus verdaderos dueños; algo que casi todas las opciones “progresistas” han evadido, limitándose a administrar el modelo y a detener su profundización aplicando algunas políticas neo-keynesianas; lo que generalmente provoca alto niveles de desgaste que las derechas emplean a su favor

La desprivatización que posibilitaría superar el capitalismo neoliberal  debe estar fundamentalmente dirigida a socializar esos recursos, procurando no volver a un estatismo centralista, cargado de prácticas clientelistas y burocracia ineficiente, que han servido de pretextos a las privatizaciones y resultaron ser causas fundamentales tanto del fracaso del desarrollismo capitalista tipo keynesiano como  del colapso del “socialismo real” que llevó la estatización y la burocratización del poder a grados superlativos.

Esa desprivatización, en dirección a la socialización, implica un grado mayor de re-nacionalización, recuperación de soberanía y autodeterminación del que ha tenido lugar en una parte de los proyectos progresistas-reformistas, en tanto las privatizaciones han favorecido sobre todo al capital extranjero-transnacional.

·        Neoliberalismo y Estado.

 El imperialismo  impuso las opciones neoliberales achicando las funciones económicas y sociales del Estado, no así las represivas ni aquellas que sirven de apoyo al gran capital privado en el contexto de un Estado bajo control del bloque capitalista-imperialista dominante asociado a una partidocracia, una claque de nuevos ricos y un generalato mafiosos.

Esto demanda sustituir ese Estado decadente. Producir, mediante procesos muy diversos y originales, la revolución política necesaria, el cambio de actores y sujetos sociales en los mecanismos de poder creados primero como contra-poder paralelo y luego como poder alternativo, expresado también en una nueva institucionalidad y un nuevo Estado; algo puesto en marcha de marera parcial, desigual y con restructuraciones insuficientes solo en una parte de los países latino-caribeños donde el neoliberalismo entró en decadencia.

A partir de esa ruptura política radical con lo viejo y la creación de conciencia solidaria, todavía en gran medida pendientes de alcanzar, se requeriría potenciar y re-posicionar el Estado, porque solo con un Estado transformador, fuerte en lo económico, en lo cultural y en lo militar –aliado a otros estados similares en nuestra América y en el mundo- podrían los movimientos sociales en lucha y las fuerzas del cambio revolucionario contar con un escudo de protección frente a las agresiones imperialistas.

Hablamos, por tanto de reforzar el Estado de transición post-neoliberal, pero no en el sentido del viejo capitalismo de Estado o del fracasado y mal llamado “socialismo de Estado”.

Hablamos de ponerle fin al monopolio de las armas a favor de las derechas y el gran capital.

Hablamos de potenciar y re-posicionar el Estado permanentemente controlado y atravesado por la dinámica, las luchas e iniciativas de los movimientos sociales y de las fuerzas políticas revolucionarias, los cuales deben mantener su autonomía, capacidad de presión y poder de decisión; evitando que el nuevo aparato estatal se convierta en presa de de los administradores y gerentes. o de los viejos y nuevos empresarios y las nuevas modalidades de privatización; evitando así que esas fuerzas sociales y políticas organizadas se fusionen con el Estado y desnaturalicen sus roles.

·        Nueva democracia.

Este aspecto, vinculado a todos los demás de manera sobresaliente (dado el peso del poder político-gubernamental-estatal), nos emplaza a combatir el neoliberalismo desplegando y potenciando múltiples maneras y formas de democracia, innovando en materia de participación del pueblo, control social, congestión y autogestión en todos los órdenes.

Esto implica nueva democracia, democracia participativa e integral, combinación de representación y democracia directa, despliegue de la democracia de base en barrios, campos, zonas obreras, empresas, escuelas, universidades, clubes culturales, sistemas de salud, educación, deportes…Democracia integral a favor de las clases y sectores explotados y excluidos, del género oprimido, de las razas discriminadas, de las generaciones subordinadas.

Y, en consecuencia,  creación de poder militar propio para defenderla, poder constituyente autónomo y sucesivos procesos constituyentes que cambien las bases jurídicas sustantivas y abran paso a la nueva institucionalidad, apoyado en la gestación del contrapoder social y político alternativo en gestación.

Como el Estado es por sí centralizador de decisiones, es sumamente importante preservar la autonomía de los movimientos sociales y las fuerzas político-sociales transformadoras que por definición implican expansión y descentralización de las decisiones

 El Estado, aun en rol transformador, como poder central tiende a separarse de la sociedad, y debe ser contrarrestado por las fuerzas que representan la socialización de las decisiones, la democracia verdadera, el contrapoder capaz de posibilitar el avance de la sociedad.

Esas tensiones, esas contradicciones, los reveses y avances relacionadas con ellas, así como los esfuerzos de rupturas y nuevas creaciones heroicas, están hoy más presente que ayer en Chile, Bolivia, Haití, Honduras, Venezuela…; apuntando a derrotar y/o a impedir las contrarreformas y los golpes, y a construir alternativas más radicales y menos vulnerables; impulsando sobre todo nuevos procesos constituyentes a cargo del pueblo soberano ejerciendo poder y asumiendo conciencia política a favor de su emancipación nacional y social.


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