Federico Rubio Herrero •  Memoria Histórica •  17/11/2020

Desmontando la burda leyenda del Alcázar de Toledo. Julio-septiembre de 1936

Desmontando la burda leyenda del Alcázar de Toledo. Julio-septiembre de 1936
Durante los días 19 y 20 de Julio, el Ministerio de Guerra del Gobierno republicano hizo varios intentos para obtener municiones en la Fábrica de Armas de Toledo. Ante cada requerimiento el Coronel José Moscardó Ituarte, Director de la Escuela Militar de Gimnasia y oficial más caracterizado de la plaza, rehusaba la entrega. Finalmente se sublevó el martes 21 de Julio y proclamó el estado de guerra controlando rápidamente la ciudad. Al día siguiente, una columna leal procedente de Madrid al mando del General Riquelme llegó a Toledo y obligó a los sublevados a encerrarse en el edificio del Alcázar, sede de la Academia de Infantería.
La declaración del «estado de guerra» fue leída por el Capitán Vela Hidalgo, de la Academia Militar, a las siete de la mañana, de ese día 21, en la Plaza de Zocodover, la plaza principal de Toledo. Se dieron órdenes para el arresto de conocidos activistas de izquierda de la ciudad, pero solamente lograron detener al maestro de la prisión local, Francisco Sánchez López de la Torre,, que había preparado para oposiciones a algunos militares de base. Moscardó nombró a un nuevo Gobernador Civil, el notario Justo del Pozo Iglesias, pues el anterior, Manuel María González, se refugió en el Alcázar con su familia. Los sublevados distribuyeron fuerzas por la ciudad: Hospital de Tavera, Fábrica de armas, Convento de los Carmelitas Descalzos, bancos, Ayuntamiento, Catedral, Plaza de Zocodover, correos, teléfonos, matadero, Cuartel de Asalto, Prisión Provincial, Puertas de la Muralla y puentes sobre el Tajo. Los guardias civiles llenaron camiones de munición en la Fábrica de Armas con destino al Alcázar. El Ministerio de la Guerra ordenó el bombardeo aéreo de los sublevados; a las 18.00 horas, el último de los tres camiones fue alcanzado de lleno cuando estaba llegando a su destino.
Las tropas republicanas enviadas de Madrid avanzadilla del General Riquelme, llegaron al hospital de Tavera, donde fueron rechazadas por las fuerzas al mando del Comandante Ricardo Villalba Rubio, que ostentaba, desde el 17 de Julio, el mando de tres capitanes, cuatro tenientes, un alférez, cuatro sargentos y 32 de tropa, guarnición que fue reforzada por un destacamento de la Guardia Civil con 40 hombres y dos oficiales. Al Amparo de estas fuerzas se acogieron mujeres, niños, hombres enfermos, monjas de la Caridad del Hospital y el Capellán del mismo, en total 60 personas no combatientes. Estratégicamente, la posición defendida por dicho Comandante era imprescindible para que la Guardia Civil, que se encontraba en la Fábrica de Armas, pudiera subir la munición al reducto del Alcázar. Poco después, uno de los carros de combate que acompañaban a la columna atacante se lanzó al asalto del Hospital siendo inutilizado con cargas explosivas.
Parada la ofensiva, el Comandante Villalba ordenó la retirada al Alcázar que se hizo de manera ordenada. Frases el fracaso ante el Hospital de Tavera, la fuerza del General Riquelme se dirigió a la Fábrica de Armas. Un destacamento de 200 guardias civiles estacionado en esta empezó a negociar con los republicanos. Durante estas conversaciones, la Guardia Civil envío carros cargados con la munición de la Fábrica al Alcázar antes de evacuar la y destruirla.
El 22 de Julio, esta ya en Toledo la columna madrileña. Dos compañías de infantería, guardias de asalto, una batería de 105 mm. y un número indeterminado de milicianos anarquistas; además, una compañía de ametralladoras del Regimiento León n. 2, lo que hace un total aproximado de 2.500 hombres, frente a los 1.024 del Alcázar, fuertemente armados, en su mayoría profesionales de la milicia.
El día 24 de Julio, los sitiados realizaron una salida para conseguir alimentos y numerosos rehenes, entre ellos a la mujer e hija del Teniente de Alcalde del Ayuntamiento de la ciudad Domingo Alonso Jimeno, que fue asesinado.
A Riquelme le sucede en el mando republicano el Teniente Coronel de Infantería Francisco del Rosal, y a este el Comandante Ulibarri a finales de Julio. El Gobierno de la Republica trasladó a Toledo algunas piezas de artillería ligera. No obstante, la mayoría de los milicianos carecían de instrucción militar y desperdiciaban municiones disparando, vanamente, fusiles y dicha artillería contra los gruesos muros del Alcázar, fortaleza inmensa excavada en roca. Un ataque terrestre eficaz debía basarse en la artillería pesada y en explosivos, pero los milicianos carecían también de líderes militares que les dirigieran en su uso.
Desde el 16 de agosto, los republicanos habían estado cavando dos minas en la parte sudoeste del Alcazar a cargo de mineros procedentes de Asturias. La mañana del 18 de septiembre, las minas fueron detonadas por orden del Presidente del Consejo de Ministros, Francisco Largo Caballero, quien presenció la voladura desde un observatorio, junto a otras autoridades del Frente Popular, destruyendo completamente la torre sudoeste del edificio. Aproximadamente 10 minutos después de la explosión los milicianos lanzaron cuatro ataques contra la fortaleza. Todos fracasaron a causa de la enconada resistencia de los defensores. Además, los escombros de esa torre destrozada fueron en realidad un obstáculo para los atacantes, pues sirvieron como parapeto para que los sitiados se escondieron entre las ruinas e hicieran fuego desde ellas.
El día 23, hubo otro intento de asalto. Los sublevados fueron obligados a retirarse al patio del Alcázar, pero se rehicieron rápidamente.
El día 24, las tropas rebeldes que llegaban desde Andalucía al mando del General Varela, estaban ya en los suburbios de Toledo y las milicias republicanas debieron enfrentar sucesivamente a estos refuerzos del bando sublevado junto a los rebeldes que salían del Alcázar, lo cual hizo insostenible las posiciones republicanas. Algunos milicianos opusieron resistencia a los sublevados, pero la mayoría de estos prefirió retirarse hacia Aranjuez temiendo ser atrapados en un cerco, facilitando que las tropas de Varela dominarán por completo la ciudad y se unieran con los sitiados de la fortaleza el día 27, terminando así el asedio. Posteriormente, todos los rehenes de la fortaleza fueron fusilados.
ANÁLISIS DE ENRIQUE LISTER SOBRE LOS SUCESOS
«Para las fuerzas republicanas, Toledo pasará a la historia como una de las mayores vergüenzas y  para los fascistas como uno de los mayores engaños. Por parte del mando republicano en ningún momento hubo un verdadero plan, ni se tomaron las medidas necesarias para la conquista del Alcázar. Durante más de dos meses de tres a cuatro mil hombres se dieron la gran vida «luchando» contra unas piedras detrás de las cuales se «defendían» unos señores que, si no lo pasaban tan bien como los atacantes, lo pasaban bastante mejor que sus compañeros que se batían en los frentes.
Moscardó de encierra en el Alcázar cuando tenía fuerzas y medios para apoderarse de la ciudad. Encierra en la fortaleza a más de 500 mujeres y 50 niños de sus subordinados; varias docenas de hombres y mujeres antifascistas como rehenes – a los que luego hace fusilar – pero, al mismo tiempo envía fuera del Alcázar a su mujer y a sus hijos: Luis de veinticuatro años y Carmelo de dieciséis, ambos en edad de batirse.
Moscardó utilizó como escudo a las mujeres y los hijos de sus subordinados, rechazando todas las promesas de evacuación garantizadas por el Cuerpo Diplomático y fusiló a los republicanos que tenía prisioneros -hombres y mujeres- cuando las fuerzas fascistas llegaron a Toledo. Mientras su hijo Carmelo y su mujer habían sido respetados por los republicanos.
Repito que la historia del Alcázar es uno de los grandes camellos de nuestra guerra. Las cifras de 80 muertos por diferentes causas tenidos por los sitiados, en más de dos meses de encierro, es una de las muchas pruebas de esa comedia».
ANÁLISIS DE HERBERT R. SOUTHWORTH
«La historia del Alcázar es, desde sus inicios, una falacia. El papel de los cadetes, que eran pocos y no se distinguieron durante la defensa, fue exagerado notablemente. La leyenda forjada en torno a la muerte de Luis Moscardó, no tenía ninguna base real e incluso si existió la llamada telefónica -con palabras menos dramáticas- el artificioso relato de los rebeldes no es cierto, porque la ejecución de Luis Moscardó, no guarda ninguna relación con la llamada en cuestión. La edad del fusilado fue falseada cuidadosamente ( de 24 años, en realidad, a solamente 17) y Moscardó lejos de ser el héroe irreprochable presentado por la fantasía franquista, era un veterano brutal que no solo había llevado a la fortaleza a mujeres en condiciones de rehenes, sino que no consintió que estas y los niños, parientes de los ocupantes del Alcázar, abandonasen la fortaleza, ni siquiera con protección diplomática internacional».
Fuente: Federico Rubio Herrero (Cronología mundial durante seis meses trepidantes, julio-diciembre de 1936) pág. 55, 56 y 57.

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