Los Osvaldo de mi calle
Y sí…el tiempo de los imprescindibles está quedando atrás.
De aquellos que ponían el cuerpo y las ideas del mismo lado.
Un día del año 1995 lo llamé por teléfono y quedamos para que viniera al programa. Y se vino nomás. Era Bayer; ya tenía sesenta y pico largos, pero vino igual, tomó el colectivo y vino.
Vino a una radio barrial, a un programa de radio barrial conducido por un desconocido.
(Y pensar que ahora hay que remarla tanto para que vengan estos muchachos del pensamiento crítico !!! )
Y hablamos por más de una hora de su vida; al principio sintió que hablar de su vida no era importante sino de lo que había investigado. Luego entendió por dónde venía la charla.
Después lo saqué varias veces por teléfono por diversos motivos.
Una tarde le llevé mis poemas y algunos editoriales a su casa del barrio de Belgrano. No quise incomodar su tiempo, así que no entré, y le dejé un sobre que tomó con una sonrisa tierna que nunca olvidaré.
Pasó el tiempo, cambié de radio una vez más y lo llamé para que nos ayude a pensar el país. Lo primero que hizo al salir al aire fue felicitarme por aquellos escritos.
Que podrías hablar de eso, dijo, ya que estoy un poco resfriado. Escribís muy bien – afirmó – y yo todo colorado porque era Bayer quien valoraba el trabajo de uno cualquiera.
Que no tuvo problemas en salir del centro; que rescatando aquellas letras no perdía su brillo porque no estaba en esas cosas tan presentes hoy de la vanidad y el ombliguismo muy propio entre «pensadores, periodistas y analistas» de treinta y pico, de cuarenta y pico, de cincuenta y pico que están en la marquesina. No sea cosa que elogiando a otro dejen de leerme…neoliberalismo, oferta y demanda.
No hace falta hablar de la obra que deja para una minoría como vos, yo y unos pocos más. A la mayoría no le importa. Es más, no saben que por la Argentina pasó este hombre.
Un atardecer caminaba por las calles del barrio de La Boca yendo para la radio; recién debutaba con Santos y Pecadores. Me pareció reconocer a un escritor al que leía con pasión. Estaba con su pequeño hijo que le rondaba a su paso. Era nomás. Lo paré, lo saludé y me preguntó si tenía tiempo de tomar un café para hablar más cómodos.
Claro!!!! le dije, con desmedida alegría. Era otro Osvaldo. Hablamos de la rata de Anillaco, de los tenebrosos tiempos del peronismo menemista. Como tenía que entrar a hacer el programa le dejé anotado el teléfono de la fábrica en donde yo trabajaba para que me llame y combinar una nota. Me fui envuelto en una euforia parecida a la felicidad.
Un gigante que dispensa parte de su tiempo para hablar con uno del montón, pero confieso que no tuve muchas expectativas de recibir su llamado.
Un día llego de la hora de almuerzo a la oficina y la dueña de la fábrica me dice: Néstor, te llamó un tal Soriano, ¿puede ser? dejó su teléfono por el tema de una nota….que lo llames.
Casi me desmayo. Lo llamé y me esperó en su casa del barrio de La Boca unos días después. Hablamos por casi una hora y media. Era Soriano.
Guardo esas notas con amor y cierta nostalgia.
Ahora los dos amigos andarán por ahí sentados al borde de un mar lejano, mientras las aguas de la memoria les mojan los pies.
Mofándose tiernamente uno con otro sobre San Lorenzo y Rosario Central, los clubes de sus amores. Enormes.
Ambos se fueron, después de mucho batallar, en tiempos depredadores. Ingratos.
Un puñadito de su pueblo los recuerda, pero la gran mayoría está en resaca. Ebria de lugares comunes, posicionamientos personales y vaguedades. Desconcertadamente sola.
Tal vez no hayamos sido merecedores de semejantes seres; beberán café, ginebra, o mate junto a Paco Urondo, Haroldo Conti, Roberto Santoro o Juan Gelman….la pérdida de lo imprescindible se vislumbra cuando nos abrazamos a sus libros, a sus fotos como desesperados en busca de faros.
Lo que vendrá es incierto como la propia partida.
Sólo sé que estos Osvaldo eran lo que escribían y que pasaron por mi calle, alejados de la solemnidad y el culto personalista que hoy se auto promociona en la feria intelectual y cultural.
Ojalá no nos llenemos la boca evocándolos y aprendamos a imitarlos en su inmensidad rebelde y humanista.
Solo de esa manera no habrán pasado al pedo por este tiempo.
Néstor Alejandro Tenaglia
25 de diciembre de 2018
- Osvaldo Soriano fue un escritor y periodista argentino (1943 – 1997)
- Osvaldo Bayer fue un historiador, escritor y periodista argentino (1927 – 2018)
Relacionado
Néstor Tenaglia Álvarez