Los indígenas bendecidos por Europa
El de Andrés Arauz es un buen resultado, considerando las condiciones adversas en las que se llevaron a cabo las elecciones del 7F marcadas por la persecución al correísmo.
Luego de las elecciones presidenciales y parlamentarias del 7 de febrero, con casi la totalidad de las papeletas escrutadas, la mayoría fue para el candidato de izquierda, Andrés Arauz, que obtuvo más del 32% con la alianza Unes.
Un buen resultado, considerando las condiciones adversas en las que se llevaron a cabo estas elecciones los herederos de la revolución ciudadana, liderada durante 10 años por Rafael Correa. La alianza de la Unes se concretó en el último momento, después de que todo lo que tuviera que ver con el llamado «correísmo» fuera perseguido de todas las formas posibles por una magistratura al servicio de la política, decidida a impedir que el expresidente Rafael Correa pueda postularse para vicepresidente o diputado. Correa, quien ahora vive en Bruselas, fue privado de sus derechos civiles luego de una sentencia de 8 años por presunta corrupción.
Elecciones complicadas, sobre todo, por la pandemia de coronavirus en uno de los tres países más afectados del continente latinoamericano (el segundo continente con más contagios del mundo). Elecciones que, dado que los sondeos eran a favor de Arauz, hasta los últimos días fueron chantajeadas con la suspensión.
De hecho, a la presidencia de la república está sentado lo que todas las fuerzas progresistas latinoamericanas llaman el Judas andino, y que responde al nombre de Lenin Moreno. Un personaje que, luego de haber sido vicepresidente de Correa, elegido con los votos de la revolución ciudadana, entregó el país al Fondo Monetario Internacional y a los Estados Unidos, permitiendo a Trump traer de regreso las bases militares en Ecuador, de donde fueron expulsadas durante los años de la revolución ciudadana.
Moreno, que no volvió a candidatizarse, voló a Washington en los días previos a las elecciones para encontrarse con sus padrinos norteamericanos y también con el señor Almagro, secretario de la Organización de Estados Americanos, un verdadero sicario de las alianzas solidarias en América Latina.
El economista Arauz, por tanto, ganó, pero el total de sus votos no le permitió tener la presidencia en la primera vuelta, porque habría necesitado el 50% más uno, o totalizar al menos el 40% y diez puntos más que el segundo clasificado. En la segunda vuelta, las cosas se ponen difíciles, porque los diversos componentes de la derecha siempre se unen contra lo que consideran el enemigo común.
Por el segundo lugar, hay una batalla estrecha entre el banquero Guillermo Lasso, quien se postuló por el conservador partido Creo, y el candidato indígena Yaku Pérez, del partido Pachakutik. Hasta la fecha, este último tiene una ligera ventaja sobre el banquero: 20,01% contra 19,56%. Sin embargo, la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE) Diana Atamaint, anunció que la confirmación podría demorarse «diez días». De hecho, no solo queda por escrutar el 1,16% de las papeletas, sino sobre todo ese 12,42% de actas con novedad que pueden marcar la diferencia.
La segunda vuelta está programada para el 11 de abril, oportunidad para votar también por otros países latinoamericanos que, como Chile y Perú, están solicitando una Asamblea nacional constituyente como la que votó el pueblo en Venezuela en 1999 y luego en Bolivia y Ecuador.
Pero, mientras tanto, ya comenzó el himno al «indígena Yaku», que representaría la nueva cara del Ecuador, emblema del eco-socialismo frente al «correísmo extractivo». Con el apoyo de «expertos» que escriben la lista de partidos en la materia (16 en este caso), pero no explican qué intereses representan, ni brindan una interpretación general, aquí está el nuevo favorito que sale del sombrero con la varita mágica.
Sería él, que para la izquierda latinoamericana es considerado un hombre de Washington, la alternativa entre el correísta Arauz y la derecha de Lasso. Lástima que, en numerosas declaraciones públicas, Pérez aseguró que, en caso de una segunda vuelta, habría apoyado al banquero Lasso. Es una lástima que, como cualquiera puede ver al buscar el programa de televisión Ntn24, las posiciones que ha expresado vayan en sentido contrario a las de la integración latinoamericana y los rumbos que siguen los pueblos indígenas de la Patria Grande.
Más allá de las proclamas en defensa de los derechos humanos escritas en papel y el «comunitarismo» indígena, la del candidato Yaku es un programa de alineación con Estados Unidos y la Unión Europea, con cuyos representantes ha tenido excelentes relaciones como prefecto del Azuay. Y por eso, en el transcurso de su carrera política, ha multiplicado las distancias y acusaciones contra los gobiernos progresistas de la región, comenzando por el ecuatoriano en la época de Correa, del que siempre ha sido un firme opositor.
Declaraciones disponibles en su perfil de twitter y también condensadas en una investigación realizada por el periodista Ben Norton en el portal The Grayzone, que recorre las etapas y amistades de su carrera política, y que también incluye una entrevista. «Has estado abierto a un acuerdo comercial con Estados Unidos, un tema prohibido para la izquierda», le pregunta el periodista. Y Pérez responde: “Si el acuerdo comercial con Estados Unidos, principal socio comercial de Ecuador, favorece a la mayoría, no lo pensaría dos veces. No es malo en sí mismo, depende de las cláusulas. No es una idea extraña «. Y de nuevo: «¿Dólar o moneda nacional?». Y Yaku responde: “Dólar. Ninguna otra moneda, ni siquiera la electrónica «.
Que el personaje esté patrocinado por periódicos reaccionarios como ABC en España debería llevarnos a hacernos algunas preguntas, pero que así sea. El estereotipo de la «pureza indígena original» refleja la mirada del colonizador, como dijo en ese momento Frantz Fanon. Pero de Fanon y de la temporada en la que la historia se dibujó con ambas manos, con el riesgo asociado de ensuciarse, ya nadie se recuerda, y la «narrativa» sigue funcionando.
Fue transmitida a Europa, tanto con el Ecuador de Correa como con la Bolivia de Morales, por algunos académicos, que no tenían influencia en sus países, pero habían interiorizado bien esa narrativa. Personajes que, en sus países, siempre en nombre de esa «pureza», en la mayoría de los casos se alinearon con la derecha en un curioso cortocircuito de supuestas aspiraciones «libertarias» frente al autoritarismo y el extractivismo, y neoliberalismo. Pero, ¿alguien ha reflexionado sobre los tratados de libre comercio impuestos por Estados Unidos en América Latina y más allá, que Pérez dice que está dispuesto a firmar?
La reflexión sobre los posibles márgenes para lograr un cambio estructural, frente a la crisis sistémica del capitalismo a nivel mundial, desenmascarada aún más por la pandemia, debería ser bien distinta. El trabajo de balance a realizar sobre las experiencias progresistas o “posneoliberales” en América Latina en el marco geopolítico que se está determinando, debería ser de otra altura. La crítica a la democracia burguesa puesta a prueba por otros experimentos de poder popular que escapan a los esquemas neocoloniales debería tener un significado muy diferente.
La revolución ciudadana, comparada con la de Venezuela e incluso de Bolivia, fue la que menos cuestionó las relaciones de propiedad. También por eso, en su época, se ganó el entusiasmo peludo de sectores, en Italia y en Europa, que suelen reaccionar a la palabra revolución como un vampiro al ajo, pero que aún veían con buenos ojos esa revolución de los derechos. Y de hecho, cuando Correa trató de poner impuestos a las grandes fortunas, inmediatamente se levantaron las acusaciones de “autoritarismo”.
Dicho esto, el gobierno de Correa fue sin duda un gran progreso por los sectores populares, en el contexto de lo que se consideró el nuevo renacimiento latinoamericano, liderado por Cuba y Venezuela tras la victoria de Chávez en las elecciones de 1998.
Ciertamente, tanto en Bolivia como en Ecuador, la debilidad de las fuerzas socialistas dentro de las alianzas que habían derrocado a los gobiernos neoliberales anteriores fue un elemento de fragilidad en el que las fuerzas conservadoras pudieron apalancar para volar la mesa.
Y en esta clave sería útil evaluar la resistencia de Venezuela que, en 21 años de gobierno bolivariano, ha construido y fortalecido movimientos populares y sobre todo un partido, el PSUV, como síntesis permanente de conciencia y organización de clase.
Después de la muerte de Chávez, Fidel Castro dijo: si quieres entender cómo va el mundo, mira quién llora y quién se ríe de la muerte de Hugo Chávez.
También se aplica a quienes han celebrado y celebran la figura de Pérez.
Fuentes: https://www.alainet.org/es/articulo/210927