A 68 años del Asalto al cuartel Moncada: El comienzo de la gesta revolucionaria que sigue tan vigente como aquel 26 de julio de 1953
El Asalto al Cuartel Moncada consistió en una acción militar heroica realizada por un grupo de jóvenes cubanos, liderados por Fidel Castro, que pasaría a la historia como la Generación del Centenario, cuyo objetivo era desencadenar la lucha armada contra la dictadura de Fulgencio Batista. A pesar de su derroche de valentía y dignidad, los asaltantes -inferiores en número y armas- no pudieron tomar la fortaleza. La orden del dictador fue eliminar a diez revolucionarios por cada soldado del régimen, muerto en combate. La masacre se generalizó y fueron asesinados la mayoría de los asaltantes. Los sobrevivientes fueron detenidos tras feroz cacería, enjuiciados y condenados a prisión.
Antecedentes
En su histórico alegato en el juicio por los asaltos a los cuarteles Moncada, y Carlos Manuel de Céspedes, Fidel Castro señalaba como razones para una revolución en Cuba, la crisis de las instituciones políticas y los gravísimos problemas sociales existentes, agravados todos por el ilegal golpe de estado del 10 de marzo de 1952.
El control, la amenaza y la represión policial se hicieron sentir ante la más mínima intolerancia de la oposición, aun las que propugnaban soluciones pacíficas. La crisis política apuntaba, aceleradamente, a un callejón sin salida.
La situación del país era precaria en temas tan vitales como la salud, la educación y el trabajo. Las clases pobres no tenían acceso a los medios de vida indispensables y sufrían todo tipo de maltratos y vejaciones. Un triste panorama empañaba la vida del cubano común.
El Cuartel Moncada
El cuartel Guillermón Moncada, en el año 1953 era la sede del regimiento número 1 de la «Antonio Maceo» en la ciudad de Santiago de Cuba, capital de la provincia de Oriente. Por su importancia, el Moncada era la segunda fortaleza militar del país, ocupada por unos mil hombres. Su lejanía de La Habana dificultaba el envío de ayuda. Además, Santiago se hallaba situada en la costa sur, junto al mar, y rodeada de montañas.
Preparativos para el asalto
Se seleccionó el Moncada por varios motivos:
- Era la segunda fortaleza militar del país, ocupada por unos mil hombres.
- Su lejanía de La Habana dificultaba el envío de ayuda al Ejército Oriental.
- Santiago de Cuba se hallaba situada en la costa sur, junto al mar, y rodeada de montañas.
- En Oriente se habían iniciado las tres guerras independentistas en el siglo pasado que se habían librado en Cuba, allí se produjeron insurrecciones populares en varios momentos del período republicano —incluso durante la revolución de 1933—, sus montañas eran conocidas por la resistencia armada de los campesinos frente a los latifundistas, y su pueblo se caracterizó siempre por un espíritu de rebeldía, debido a lo cual ese territorio era llamado «el Oriente indómito»
El plan se elaboró en absoluto secreto. Además de Fidel, solamente lo conocían dos compañeros de la dirección del movimiento y su responsable en Santiago de Cuba. Los demás sabían que se iba a realizar un combate decisivo, pero ignoraban cual era exactamente éste.Abel Santamaría, segundo jefe de la acción
La misma preocupación se tuvo al estructurar el movimiento: se hizo en forma celular y se observaban estrictamente las normas de seguridad que exigía su carácter clandestino, Tenía dos comités de dirección: uno militar, al mando de Fidel, y otro civil, dirigido por Abel Santamaría. Además, se trataba de una organización selectiva. Por orientaciones de Fidel, sus miembros se reclutaron entre las clases y sectores humildes de la población: obreros, campesinos, empleados, profesionales modestos. Eran hombres y mujeres preferentemente jóvenes, ajenos a toda ambición, no infectados por el anticomunismo ni por las lacras y vicios de la política tradicional. A principios de 1953, el movimiento contaba aproximadamente con 1 200 miembros.
Las armas, los uniformes y los recursos necesarios para la lucha se obtuvieron sin recurrir a la ayuda de personas acaudaladas ni de políticos corrompidos. Su adquisición fue posible fundamentalmente por la voluntad y el sacrificio personal de los propios combatientes.
Un joven vendió su empleo y aportó $300.00 para la causa; otro liquidó los aparatos de su estudio fotográfico, con los que se ganaba la vida; otro más empeñó su sueldo de varios meses y fue preciso prohibirle que se deshiciera también de los muebles de su casa; éste vendió su laboratorio de productos farmacéuticos; aquel entregó sus ahorros de más de cinco años, y así se sucedieron los casos de abnegación y generosidad La historia me absolverá, Para asegurar la acción se alquiló una pequeña finca de recreo, la granjita «Siboney», situada en las afueras de Santiago de Cuba, con el supuesto fin de dedicarla a la cría de pollos. En ella se situaron las armas, los uniformes y los automóviles que se utilizarían en el ataque, y allí se concentrarían los combatientes en el momento oportuno.
Se escogió para la acción, el 26 de julio por ser domingo de carnaval, fiesta a la que tradicionalmente asistían personas de diferentes puntos de la isla, por lo cual la presencia de jóvenes de otras provincias no causaría extrañeza.
La acción
Un grupo de jóvenes, liderados por Fidel Castro, se colocaron a la vanguardia de la lucha por la verdadera independencia de Cuba. En el año del centenario del héroe nacional José Martí, el 26 de julio de 1953 ellos protagonizaron el asalto a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo respectivamente.
En la madrugada de ese día, 135 combatientes, vestidos con uniformes del Ejército y dirigidos por Fidel, precisaban el plan de ataque. Se organizaron en tres grupos, el primero de los cuales, con Fidel al frente, atacaría la fortaleza. Los otros dos grupos, mandados respectivamente por Abel Santamaría —segundo jefe del movimiento— y Raúl Castro, tratarían de tomar dos importantes edificios contiguos al cuartel: el Hospital Civil, donde se atendería a los heridos, y el Palacio de Justicia, donde radicaba la Audiencia, desde cuya azotea apoyarían la acción principal.
Cuando todos estuvieron listos, se le dio lectura al «Manifiesto del Moncada», redactado por el joven poeta Raúl Gómez García bajo la orientación de Fidel. Gómez García leyó sus versos «Ya estamos en combate» y Fidel les dirigió esta brevísima exhortación:» Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos; pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante. El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la isla. ¡Jóvenes del Centenario del Apóstol! Como en el 68 y en el 95, aquí en Oriente damos el primer grito de ¡Libertado o muerte! Ya conocen ustedes los objetivos del plan. Sin duda alguna es peligroso y todo el que salga conmigo de aquí esta noche debe hacerlo por su absoluta voluntad. Aún están a tiempo para decidirse. De todos modos, algunos tendrán que quedarse por falta de armas. Los que estén determinados a ir, den un paso al frente. La consigna es no matar sino por última necesidad.»
De los 135 revolucionarios, 131 dieron el paso al frente. Los cuatro arrepentidos recibieron la orden de regresar a sus puntos de origen, y poco después de las 4:00 de la madrugada, todos comenzaron a salir en los autos hacia Santiago.
Los grupos dirigidos por Abel y Raúl cumplieron su objetivo: la toma del Hospital Civil y la Audiencia. El grupo principal, dirigido por Fidel, llegó según lo previsto hasta una de las postas, la No. 3, la desarmó y traspuso la garita, pero una patrulla de recorrido que llegó inesperadamente, y un sargento que apareció de improviso por una calle lateral, provocaron un tiroteo prematuro que alertó a la tropa y permitió que se movilizara rápidamente el campamento. La sorpresa, factor decisivo del éxito, no se había logrado. La lucha se entabló fuera del cuartel y se prolongó en un combate de posiciones.
Los asaltantes se hallaban en total desventaja frente a un enemigo superior en armas y en hombres, atrincherado dentro de aquella fortaleza. Otro elemento adverso, también accidental, fue que los atacantes no pudieron contar con varios automóviles donde iban las mejores armas, pues sus ocupantes se extraviaron antes de llegar al Moncada en una ciudad que no conocían. Comprendiendo que continuar la lucha en esas condiciones era un suicidio colectivo, Fidel ordenó la retirada. Al mismo tiempo que esto ocurría en Santiago, 28 revolucionarios asaltaban al cuartel de Bayamo, operación que también fracasó.
Después del asalto
Inmediatamente después de estos hechos, la dictadura reaccionó con una brutal represión. Batista decretó el estado de sitio en Santiago de Cuba y la suspensión de las garantías constitucionales en todo el territorio nacional; clausuró el periódico «Noticias de Hoy», órgano del partido socialista popular, y aplicó la censura a la prensa y la radio de todo el país. Creaba así las condiciones para lanzar a los cuerpos represivos con violencia y sin riesgo de publicidad contra la rebeldía popular.
En relación con los asaltantes del Moncada, ordenó que se asesinara a diez revolucionarios por cada soldado muerto en combate. Excepto unos pocos combatientes que pudieron escapar ayudados por el pueblo, casi todos los demás fueron capturados y gran parte de ellos asesinados en los días sucesivos. Sólo seis asaltantes de los dos cuarteles habían perecido en la lucha; pero las fuerzas represivas del régimen asesinaron a 55, y a dos personas ajenas a los acontecimientos.
Además, a diferencia del trato humano dado por los revolucionarios a los militares que cayeron en su poder, los asaltantes prisioneros fueron torturados antes de ser ultimados, y después se les presentó como caídos en combate. Más tarde, ante el tribunal que lo juzgaba, Fidel Castro denunciaría el crimen:» No se mató durante un minuto, una hora o un día entero, sino que en una semana completa, los golpes, las torturas, los lanzamientos de azotea y los disparos no cesaron un instante como instrumento de exterminio manejados por artesanos perfectos del crimen. El cuartel Moncada se convirtió en un taller de tortura y muerte, y unos hombres indignos convirtieron el uniforme militar en delantales de carniceros»
Los crímenes cometidos en esos días por el régimen los denunció Fidel Castro en su alegato de autodefensa La historia me absolverá. Allí Fidel pasó de acusado a acusador y denunció todos los males que hacían sufrir al pueblo cubano.
Repercusión
Antiguo Cuartel Moncada, actual Ciudad Escolar 26 de Julio
El asalto al cuartel Moncada terminó en una derrota militar; sin embargo, tuvo una trascendencia extraordinaria para el pueblo cubano y para el movimiento de liberación nacional que se iniciaba. En 1961, el entonces comandante Raúl Castro Ruz y Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), al referirse a la importancia histórica de este acontecimiento manifestó:» En primer lugar inició un período de la lucha armada que no terminó hasta la derrota de la tiranía. En segundo lugar, creó una nueva dirección y una nueva organización que repudiaba el quietismo y el reformismo, que eran combatientes y decididos y que en el propio juicio levantaban un programa con más importantes desmanes de la transformación socioeconómica y política exigida por la situación de Cuba…
Como expresó Fidel: “El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias.»
El Cuartel en la actualidad
Después del triunfo de la Revolución, el Moncada fue convertido en una ciudad escolar que tomó el nombre de «Ciudad Escolar 26 de julio» y un espacio de ella se dedicó a un museo sobre los hechos relacionados con el asalto.
Crónica del Asalto
Era domingo de carnaval aquel 26 de Julio de 1953 en Santiago de Cuba cuando, de madrugada «“ a las 5 y 15 a.m.-, un grupo de ciento setenta y cinco jóvenes de la llamada Generación del Centenario, a las órdenes de Fidel Castro, inició el asalto. El objetivo del mismo era requisar el armamento para, posteriormente, convocar a la huelga general en todo el país y leer el último discurso de Eduardo Chibás. Raúl Castro y su grupo llegaron a tomar el Palacio de Justicia, como estaba previsto, y Abel Santamaría, con el suyo, hizo lo propio con el Hospital Civil, sitos los dos edificios junto al cuartel. Pero un accidente imprevisible hizo que el grupo de Fidel no pudiera tomar la fortaleza. Aquella calurosa mañana, la fatalidad quiso que la mejor arma que poseían los revolucionarios «“el factor sorpresa- quedara neutralizada al toparse con una pareja de la llamada «guardia cosaca”. A pesar de ello, la supremacía correspondió a los asaltantes, quienes causaron al ejército treinta bajas, de ellas once muertos y diecisiete heridos. Pero el Moncada acogía en su interior a más de mil soldados de la tiranía, contra los que, eliminado el mencionado factor sorpresa, poco o nada se podía hacer. De modo que los revolucionarios optaron por retirarse, luego de combatir durante dos horas y cuarenta y cinco minutos, aproximadamente.
En caso de no poder tomar el cuartel, la consigna era retirarse a Siboney para, desde allí, procurar llegar a las montañas de la Sierra Maestra y proseguir la lucha. Pero tampoco la retirada resultó de manera satisfactoria. Muchos fueron detenidos y posteriormente asesinados, unos pocos lograron escapar y salir al extranjero, otros, perseguidos por las fuerzas represivas, fueron detenidos días después, sometidos a juicio y condenados a prisión.
Fidel fue capturado el primero de agosto en las estribaciones de la Gran Piedra por una patrulla militar al mando del teniente Sarría que, siendo una excepción en aquel ejército, se negó a entregarlo al comandante Pérez Chaumont, conduciéndolo al Vivac santiaguero para presentarlo ante los tribunales. El comportamiento del teniente Sarría salvó, sin duda, la vida del jefe del asalto. Anteriormente, en el momento de la detención, Sarría tuvo que poner freno a los guardias de su patrulla, ya que estos querían asesinar a todo el grupo de detenidos, a Fidel entre ellos. ¡Las ideas no se matan!, hubo de expresar repetidas veces el teniente para persuadir a sus agresivos subordinados.
La represión desatada por los tiranos contra los asaltantes fue de lo más salvaje que uno puede imaginar; para probar esta afirmación sobran los ejemplos. Apresados tras el asalto, a Abel Santamaría le sacaron los ojos y a Boris Luis Santa Coloma «“hermano y novio de Haydée Santamaría respectivamente- le arrancaron los testículos. Una veintena de combatientes «“entre los que ellos se encontraban- fueron sacados con vida del Hospital Saturnino Lora y trasladados por los soldados de la tiranía al asaltado cuartel, donde por orden de Batista «“éste ordenó matar a diez prisioneros por cada soldado muerto- fueron salvajemente torturados y asesinados. En ese mismo hospital cumplieron su misión Haydée Santamaría y Melba Hernández, quienes igualmente fueron detenidas y llevadas al Moncada. Estas dos mujeres fueron testigos de excepción de la masacre allí cometida. Si no las ultimaron a ellas también fue porque un fotógrafo, que acompañaba a la periodista Marta Rojas, simuló hacerles una fotografía -no tenía película en la cámara- y, regándose la noticia de que en el cuartel había dos mujeres detenidas, los soldados ya no podían presentarlas como muertas en combate. A otros compañeros los asesinaron en el Hospital inyectándole en las venas aire y alcanfor. Pedro Miret sobrevivió y, en el transcurso del juicio, denunció el hecho.
Después, los cadáveres de algunos combatientes fueron dispersos por diferentes lugares del cuartel. A otros los arrojaron en las proximidades de El Caney y Siboney»¦ también de Songo y La Maya, para simular su muerte en combate.
Los participantes en el asalto al cuartel de Bayamo no tuvieron mejor suerte. Basta citar un solo ejemplo para mostrar la masacre allí cometida: Tras ser detenidos, Hugo Camejo y Pedro Véliz fueron ahorcados atados con una cuerda al cuello y arrastrados por un vehículo en el Callejón de Sofía, cerca del cementerio de Veguitas. Al igual que a sus compañeros, a Andrés García Díaz le aplicaron el mismo método asesino. Dado por muerto, éste sin embargo, sobrevivió y pudo denunciar el hecho.
Nadie duda de los horrendos crímenes cometidos por los subordinados de Chaviano y Pérez Chaumont «“siendo estos, a su vez, ordenados por Batista-. Existe, además, una prueba irrefutable que los certifica: De las 70 personas que murieron el 26 de julio y en días posteriores a manos de la tiranía, sólo ocho cayeron en combate; el resto de los cadáveres, sin excepción alguna, presentaban signos de evidentes mutilaciones y salvajes torturas.
Dante dividió su infierno en 9 círculos: puso en el séptimo a los criminales, puso en el octavo a los ladrones y puso en el noveno a los traidores. ¡Duro dilema el que tendrían los demonios para buscar un sitio adecuado al alma de este hombre»¦ si este hombre tuviera alma! Quien alentó los hechos atroces de Santiago de Cuba, no tiene entrañas siquiera -la cursiva es de Fidel refiriéndose a Fulgencio Batista y Zaldivar.
Fidel fue separado del resto de sus compañeros y juzgado en una pequeña sala del Hospital Saturnino Lora, habilitada para la ocasión. Era 16 de octubre de 1953 y, en su autodefensa, pronunció su alegato final ya mencionado en estas líneas y conocido como «La historia me absolverá”. Igual que a todos sus compañeros, un día después fue trasladado al reclusorio nacional de Isla de Pinos «“hoy Isla de la Juventud-. Los meses de prisión no mermaron un ápice las ansias libertadoras de los revolucionarios, todo lo contrario; entre sus rejas fueron definiendo su condición ideológica «“Martí fue el autor intelectual del asalto al Moncada- y maduraron el reinicio de una guerra popular contra la tiranía, trazando estrategias de futuro.
Los moncadistas nunca aceptaron la libertad a cambio de condiciones previas y deshonrosas propuestas en algún momento por sus adversarios. Fue la presión de la opinión pública la que, finalmente, consiguió la amnistía de 1955 para todos los presos políticos, incluidos los participantes del asalto al cuartel Moncada, materializándose ésta el 15 de mayo.
Ya en la calle «“mientras estuvo preso nunca perdió contacto con el exterior-, Fidel aceleró el proceso organizativo del Movimiento, y se creó una dirección nacional. Fue el 12 de junio cuando se confeccionó la estructura de su aparato dirigente y se adoptó el nombre de Movimiento Revolucionario 26 de Julio.
La situación política estaba cada día más tensa. Fidel era vigilado de cerca por las fuerzas represivas, de modo que, aun habiendo anunciado al salir de prisión que seguiría en Cuba, decidió marcharse fuera de la Isla para preparar la insurrección armada. El 7 de julio de 1955, antes de partir hacia México redactó esta carta:
Me marcho de Cuba, porque me han cerrado todas las puertas para la lucha cívica. Después de seis semanas en la calle estoy convencido más que nunca de que la dictadura tiene la intención de permanecer veinte años en el poder disfrazada de distintas formas, gobernando como hasta ahora sobre el terror y sobre el crimen, ignorando que la paciencia del pueblo cubano tiene límites. Como martiano pienso que ha llegado la hora de tomar los derechos y no pedirlos, de arrancarlos en vez de mendigarlos.
Residiré en un lugar del Caribe.
De viajes como este no se regresa o se regresa con la tiranía descabezada a los pies. Como todo el mundo sabe, de México regresó el 2 de diciembre de 1956 en el yate Granma, junto a otros ochenta y un expedicionarios. Cumplió con el contenido de su histórica frase: En el año 1956 seremos libres o seremos mártires. Tras un desembarco accidentado, parte de ellos lograron llegar a la Sierra Maestra. Con el paso del tiempo el Ejército Rebelde fue aumentando en efectivos y en aceptación por parte del pueblo. Sus acciones fueron cada vez más osadas y eficaces, a pesar de estar en clara desventaja con respecto al ejército del tirano, que era abastecido y entrenado por los yanquis. Finalmente, cinco años, cinco meses y cinco días después de los asaltos a los cuarteles Moncada de Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo se proclamó el triunfo de la Revolución.
No es extraño que en Cuba, pues, el 26 de Julio de 1953 sea mucho más que una fecha y que, coincidiendo con ésta, cada año se celebre el Día de la Rebeldía Nacional. En Cuba saben muy bien a que se tradujo aquel heroico suceso del Moncada. Por eso en la Isla irredenta, desde entonces, siempre es 26 de Julio.