La represión franquista y la propiedad privada
El título de este artículo pretende reflejar cómo el franquismo ha sido el sistema político que más ha atentado contra la propiedad privada en la historia contemporánea española, a pesar de que parece algo paradójico. En principio, el franquismo fue defensor y garante de la propiedad privada en España, devolvió las tierras, talleres y fábricas colectivizadas en la guerra, y las tierras expropiadas por la reforma agraria emprendida por la República. Es más, el franquismo clamó durante toda su existencia sobre el famoso oro de Moscú, al parecer, robo máximo del gobierno republicano. En fin, el franquismo fue apoyado por las clases propietarias de este país, especialmente los terratenientes, los empresarios y banqueros; entonces, ¿por qué empezamos diciendo que atentó contra la propiedad privada como, quizás, ningún sistema, gobierno, sindicato o partido ha hecho en los dos siglos largos que van desde la guerra de la Independencia a la democracia actual?
Poco a poco, los historiadores están descubriendo otra faceta de la represión franquista, la económica, la menos explorada hasta ahora, salvo excepciones. Bien es cierto que ya conocíamos las incautaciones de los bienes y propiedades de los partidos políticos y sindicatos, del robo de bienes a los grandes protagonistas políticos, como el caso de la biblioteca de Casares Quiroga, o de las propiedades de Alcalá-Zamora, entre muchos ejemplos a citar. También éramos conocedores del gran fraude con el dinero incautado de la República que dejó sin nada a miles de ciudadanos españoles. Ahora, algunos historiadores o grupos de trabajo nos hablan de las penas pecuniarias, de las expropiaciones al margen de la ley, de expolios puros y duros bienes de gentes de toda condición social: adinerados y humildes, familias burguesas liberales y jornaleros y obreros. Los que perdieron la guerra no tenían derecho a nada, o casi nada, y debían pagar, no sólo con la cárcel, la pena de muerte o la pérdida de su puesto de trabajo después de sufrir un proceso de depuración, sino también con dinero y bienes. Habían de purgar sus numerosos delitos y culpas contra España, Dios y la civilización. Daba igual que el supuesto culpable hubiera muerto en la guerra, en el frente o “paseado” en la retaguardia; una vez fallecido, todavía tenía una deuda con la verdadera y única España posible y verdadera.
Quizás nos llevemos una sorpresa cuando avancen más las investigaciones y se haga un recuento de lo robado, expoliado, expropiado o escamoteado. Quizás descubramos una forma peculiar de terminar con determinada propiedad privada, la que pertenecía al enemigo político vencido, mientras se restituía la perdida por los afines y sostenedores de la “causa nacional”. Si una izquierda expropió para hacer la reforma agraria y otra izquierda por considerar que la propiedad era un robo y solamente era lícita la colectiva, el franquismo expropió como medio de castigo en su propio beneficio. Es un tema interesante para estudiar de forma detenida.
En fin, ¿a dónde fue a parar el oro de los españoles, no el de Moscú?