Nicolás Maduro ya no es un «dictador», al fin es el «presidente de Venezuela»
Es justo lo que comenta Manu Levin en el programa 22 de La Base, dedicado a «las graves repercusiones económicas de la guerra en Ucrania y cómo pueden impactar en las condiciones de vida de la población en España». El caso de Nicolás Maduro puede servirnos para constatar que las demonizaciones en base a supuestos «ideológicos» son una pantomima. Todo son construcciones mediáticas que sirven a un propósito de fondo. En el caso de Venezuela, como bien nos repitió mil veces el fallecido Hugo Chávez, la demonización de su presidente, del partido gobernante, del Gobierno, en definitiva, solo responde a la importancia del país desde el punto de vista «geopolítico» o «geoeconómico».
Los historiadores aprendemos que el marxismo, la economía o, más en concreto, los intereses geoestratégicos, son la causa de fondo de todo lo que ocurre en la historia. Las causas fundamentales de hechos históricos como la invasión de Ucrania por parte de Rusia responden a una infraestructura representada por las relaciones económicas y los modos de producción de la sociedad.
Hugo Chávez podría hoy marcar con un rotulador las importantes reservas energéticas y minerales de Ucrania, como marcó entonces el Orinoco en Venezuela, la reserva de petróleo más grande del mundo. O señalar la trascendencia geoestratégica de Ucrania como país que limita con Rusia, y una distancia de unos 450 kms. desde la línea fronteriza hasta Moscú en comparación con el acuífero Guaraní. La tragedia para quienes habitan esos ricos territorios está en la ambición imperialista externa, que siempre pesará sobre ellos como una guillotina sujeta por el nivel de tolerancia o humanidad de la opinión pública mundial.
Tras la reunión de una delegación diplomática de Estados Unidos con el Gobierno de Venezuela y la disposición del país Bolivariano a vender más petróleo al ahora necesitado Gobierno que dirige Joe Biden podemos afirmar sin ningún temor que las satanizaciones en base a supuestos «ideológicos» son una farsa. Solo un detalle recogido en el citado programa de La Base (min. 18:30): en «Más vale tarde» de La Sexta o en «El programa de Ana Rosa» de Telecinco se menciona ahora a Nicolás Maduro como «presidente de Venezuela», tras muchos años calificándolo como «dictador». Recojo otro significativo apunte: cómo la agencia euronews ha cambiado su titular inicial Maduro tilda de «crimen» las sanciones contra Rusia por invasión a Ucrania y lo modifica sutilmente por El presidente de Venezuela califica como «crimen» las sanciones occidentales a Rusia. El primero aún presente en algún medio (DW) que difundió rápido la nota de la agencia;
Este ejemplo es aún más intencionado si cabe, pero cualquiera puede comprobar cómo son pocos los que siguen llamando «dictador» a Nicolás Maduro. Por otro lado, ya aprendimos que sustituir el nombre de un país por el de su presidente en los encabezados es una forma básica de descrédito vía autoritarismo.
Pero volvamos a Ucrania. Tras desistir de sus intentonas golpistas contra el Gobierno chavista (por el momento), observar como la izquierda recupera Latinoamérica en general, o contemplar como Rusia frustraba la caída de Bashar al-Ásad en Siria, EE.UU. colocó su Ojo en Europa, sobre un conflicto que se alargaba ya ocho años, la guerra del Donbás.
Ayer, China volvía a señalar acertadamente a EE.UU. y la OTAN como responsables de que las tensiones entre Rusia y Ucrania llegaran “al límite” y estallara la guerra. Nos lo contó El País a su manera: Pekin sostiene que la presión de Estados Unidos y la perspectiva de una futura ampliación de la OTAN dejaron sin respuesta las “preocupaciones legítimas de seguridad” del presidente ruso, Vladímir Putin, lo que precipitó el conflicto.
“Lo que la OTAN, liderada por Estados Unidos, ha hecho es lo que gradualmente ha llevado al conflicto entre Rusia y Ucrania al límite”, ha sostenido el portavoz Zhao Lijian en la rueda de prensa diaria del ministerio en Pekín. “Obviando sus propias responsabilidades, en su lugar, Estados Unidos critica la posición de China en la cuestión ucrania” e intenta “perjudicar a China y a Rusia al mismo tiempo para mantener su hegemonía”, ha asegurado.
En la foto de El País, Zhao Lijian, quien con una mirada de sospecha más allá de sus rasgos orientales, tiene toda la razón. Lo vimos en las noticias durante los meses previos al ataque ruso. En este caso, creo que se mezclan varias causas primordiales: la seguridad de Rusia frente a la OTAN, cuya frontera quedaría fijada a menos de 500 kms. de Moscú, como decíamos, una distancia parecida a la de Cuba a Miami. No reiteraremos la comparación con la crisis de los misiles en 1962, pero sí conviene traer aquí algún punto de inflexión íntimamente relacionado. La increíble y alocada provocación de Vladímir Zelenski el 19 de febrero, cuando aseguró que su país podría reconsiderar la renuncia a la posesión de armas nucleares, retirándose del compromiso que asumió en los años 90 en el marco del memorándum con Rusia, Estados Unidos y Reino Unido sobre las garantías de seguridad. Esta declaración tuvo lugar solo cinco días antes del inicio de la incursión del ejército ruso en Ucrania y -atención- cuatro días después del anuncio de Rusia de retirada de parte de las tropas concentradas cerca de Ucrania.
Junto a la amenaza a la seguridad de Rusia, que se inició con la expansión de la OTAN hacia el Este desde 1995, otros detonadores evidentes. El control efectivo de un territorio, Ucrania, de sus recursos… de su industria, su salida al mar desde Odesa, sus centrales nucleares, etc. Un control similar al ejercido por EE.UU. en Irak o en zonas del norte de Siria, entre otros lugares del mundo, que implica poder, por supuesto.
Y, en menor medida, alguna otra causa de trascendencia para Rusia, como la inevitable respuesta a las innegables masacres que las tropas ucranianas –con un nada desdeñable componente neonazi– llevan años perpetrando en Donbás sobre población rusa o filo-rusa. Para entenderla, recomiendo encarecidamente videar la película «A Sniper’s War«.
Otros elementos que, desde mi modesta opinión, veo como trascendentes, o que pueden entresacarse de los intereses económicos de unos y otros: desmantelar temporalmente los posibles lazos económicos entre Rusia y Alemania, con la paralización del decisivo gaseoducto Nord Stream II. En octubre de 2019 leíamos en el conservador digital elespañol.com como se salvaba el último escollo para su culminación. Dinamarca autorizaba su paso por su zona exclusiva con el 83% completado;
[…] Dinamarca era el único país que faltaba para poder finalizar el polémico proyecto, completado en un 83 % y al que se oponen Estados Unidos y varios países europeos, que sostienen que aumentará la dependencia energética de Rusia, mientras Moscú acusa a Washington de querer sustituir el gas ruso por su gas natural licuado […]
Estos días, tras la «prohibición» de compra de gas ruso por parte de Biden (por parte de EE.UU.), e incluso antes, no es casual leer como la UE compra volúmenes récord de gas licuado a EEUU., o como EEUU fue el principal proveedor de gas natural en España en el mes de enero, superando a Argelia, que redujo a cero sus exportaciones a nuestro país de gas natural licuado. Desde 2016 EE.UU. comenzó a exportar gas licuado en cifras elevadas, consiguiendo este año un 22% de la cuota de mercado global. Ahora, como es evidente, esa cuota va a aumentar significativamente, y supera con creces a su competidor, Qatar. Es un negocio con resultados palpables a largo plazo.
Lo que era una «alianza» de EE.UU. y la UE para garantizar el suministro de gas en caso de «bloqueo» ya a finales de enero de este año hoy es una «prohibición» del gas ruso.
En última instancia, sacar a Rusia del tablero de juego con un ataque frontal a su economía y debilitarla como aliado de la gran amenaza, China, algo también novedoso en la historia reciente. Porque, no nos engañemos… ¿Acaso no merece Arabia Saudí sanciones similares o peores desde que inció sus bombardeos contra Yemen? Mientras las lamentables víctimas se cuentan por centenares o incluso miles en Ucrania, según la ONU, un 60% de las 377.000 víctimas que ha dejado el conflicto de Yemen hasta el momento no han muerto por las bombas o balas, sino por los efectos sociales de la crisis, como el hambre y las enfermedades prevenibles.
Y el de Yemen es solo un ejemplo de muchos dobles raseros, pero Yemen, como otros muchos países en guerra, no está en Europa.