Redacción •  Actualidad •  19/04/2022

Organizaciones ecologistas reclaman caudales y medidas preventivas para evitar plagas y regenerar el cauce del río Jarama

  • Todos los años en primavera vuelven las molestias por las picaduras de insectos, las quejas de los vecinos, las fumigaciones inútiles pero peligrosas, la desidia de la Consejería de Medio Ambiente
  • Los colectivos ecologistas Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono, Asociación Ecologista del Jarama “El Soto”, Ecologistas en Acción, Grupo de Acción para el Medio Ambiente y Jarama Vivo exigen de los ayuntamientos del sureste y a la Comunidad de Madrid un plan comarcal y medidas urgentes para regenerar el cauce del río Jarama y otros cauces de la zona, antes de que proliferen las especies molestas.
Organizaciones ecologistas reclaman caudales y medidas preventivas para evitar plagas y regenerar el cauce del río Jarama

En los últimos años se repite la misma situación, entre abril y mayo, en el sureste madrileño, eclosionan grandes cantidades de insectos que producen molestias a las personas del entorno. Se trata de los simúlidos (la llamada “mosca negra”), una especie de mordedura molesta cuyas larvas prosperan en el hábitat que encuentran en los ríos madrileños: aguas con poca corriente y gran desarrollo de la vegetación acuática en el fondo de los cauces (macrófitos).

Las periódicas quejas vecinales provocan la habitual reacción de los gestores municipales: fumigar. Generalmente lo hacen como efecto placebo, para calmar a sus vecinos, porque saben que la eficacia sobre ejemplares adultos es muy limitada. Fumigar los ríos, aunque se haga con biocidas selectivos como el conocido Bacillus thuringiensis, es un riesgo inútil y poco eficaz porque es imposible aplicar sobre todo el ecosistema fluvial donde prosperan estas larvas (más de 70 kilómetros de los ríos Jarama, Henares, Manzanares, Tajo…), pero esas aplicaciones, y los plaguicidas empleados en la agricultura, son una amenaza para la supervivencia de numerosas especies de insectos. En la actualidad ya no es fácil ver en el valle del Jarama saltamontes, mariposas, libélulas, polillas, grillos…

La desaparición de estos insectos por la liberación en la atmósfera de productos químicos es una peligrosa alteración cuya consecuencia directa, entre otras, es la reducción de sus depredadores naturales (murciélagos, golondrinas, vencejos…). En este escenario cualquier especie nueva que aparezca dispara sus poblaciones, es lo que viene ocurriendo con la “mosca negra” o la avispa asiática. El recurso a la fumigación sólo es eficaz para calmar la ansiedad de los vecinos, y se hace casi siempre sin permiso de las administraciones sanitarias. Algún ayuntamiento ha llegado a emplear medios mecánicos para arrancar los macrofitos en algún tramo del río Henares. Saben que no sirve para resolver un problema que afecta a 70 kilómetros de cursos fluviales, es un gasto de dinero público inútil que solo sirve como autopropaganda que algunos gestores no están dispuestos a desaprovechar.

Desde hace años, los colectivos Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono (ARBA), Asociación Ecologista del Jarama “El Soto”, Ecologistas en Acción, Grupo de Acción para el Medio Ambiente (GRAMA) y Jarama Vivo y algunos ayuntamientos vienen advirtiendo de esta peligrosa deriva. Por ello, exigen que la Comunidad de Madrid tome el control y aplique un plan comarcal basado en evidencias científicas. Ese plan debería evitar que cada municipio aplique sus particulares y dudosas recetas (de cuyos riesgos viene advirtiendo la propia Consejería de Sanidad), debería ofrecer apoyo, orientación y coordinación para mejorar las prácticas agrícolas, aumentar las poblaciones de murciélagos y otros insectívoros, difundir información rigurosa frente a los bulos. Pero sobre todo debería intervenir para eliminar el principal refugio de las larvas de la “mosca negra”, los macrofitos, la vegetación acuática que ocupa el fondo del cauce de nuestros ríos, y hacerlo desde criterios de sostenibilidad y prudencia que corresponde a escenarios protegidos.

Históricamente la eliminación de los macrofitos se producía de manera natural a través de las crecidas primaverales. La radical regulación de caudales que impone actualmente el Canal de Isabel II desde los embalses de cabecera impide esta limpieza. La aplicación de los “caudales de crecida” es una obligación reconocida en el Reglamento de Planificación Hidrológica (en apartado 3.4.1.3 de la Orden ARM/2656/2008, de 10 de septiembre, por la que se aprueba la instrucción de planificación hidrológica) y una condición para garantizar el buen estado ecológico que impone la Directiva de Aguas (DMA), especialmente en tramos de la Red Natura 2000, como es el caso. Salvo excepciones históricas hay reservas suficientes en los embalses de cabecera para facilitar esas crecidas. Las ventajas de estas crecidas se comprobaron el 2021, cuando las riadas que provocó el deshielo del temporal “Filomena” provocaron ese año la práctica desaparición de la “mosca negra” en el Jarama y Henares, y con ello las molestias a las personas. Las administraciones deberían aprender de esta experiencia.

Las organizaciones ecologistas ARBA, Asociación Ecologista del Jarama “El Soto”, Ecologistas en Acción, GRAMA y Jarama Vivo están promoviendo una campaña de iniciativas institucionales, en ayuntamientos y en la Asamblea de Madrid, para que la Comunidad de Madrid adopte, entre otras, las siguientes medidas:

  • Que el Canal de Isabel II respete la legislación de aguas en la gestión de caudales en los embalses de cabecera, garantizando anualmente desembalses controlados en primavera que arrastren la vegetación acuática donde se desarrollan las larvas de “mosca negra”, y al tiempo regeneren los cauces de los ríos madrileños como prevé la DMA.
  • Un Plan Comarcal frente a la plaga de la “mosca negra” y otras especies, basado en criterios científicos. Que fomente la recuperación de especies insectívoras, cambios en los regadíos agrícolas, etc., que oriente y coordine las iniciativas de los ayuntamientos.
  • Poner fin a las fumigaciones rutinarias, peligrosas e ilegales que practican algunos ayuntamientos, reduciendo su empleo a situaciones y autorizaciones excepcionales.

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