25 años de rebelde “Libertinaje”
La banda argentina Bersuit celebra, con una gira que recalará los primeros días de mayo en nuestros escenarios, el cuarto de siglo de existencia de un disco que más allá de suponer su espaldarazo artístico se convirtió en vanguardia del rock latino más festivo y reivindicativo.
Resulta de sobra conocido que el éxito -entendido como repercusión popular- se trata de un elemento caprichoso y difícilmente controlable. Precisamente esa naturaleza escurridiza, y tantas veces irracional, hace que su inesperada aparición suponga para los agraciados una especial satisfacción. Pero decir que la extraordinaria acogida que tuvo la banda Bersuit Vergarabat con la aparición de su cuarto disco, “Libertinaje”, fue únicamente el resultado de un aleatoria secuencia de elementos sería ser cuanto menos injustos, porque aunque suponga todo un misterio descifrar aquellas teclas que hay que presionar para lograr esa siempre anhelada trascendencia, preocuparse por hacer las cosas de la mejor manera posible de la que uno es capaz parece hasta la fecha la única fórmula para presentar una seria candidatura en aras de su consecución.
Antes de la llegada de ese año 1998, la formación argentina contaba en su currículum con tres discos previos que si bien ofrecían unas llamativas características a la hora de fusionar géneros y abrigarlos de un concepto reivindicativo, tanto sus composiciones como en el propio “régimen interno” de sus integrantes adolecían de la determinación necesaria para conseguir dotarle de un empaque real a su propuesta. Si hasta ese momento no dejaban de ser una peculiar -pero falta de rotundidad- pequeña nota a pie de página de un movimiento que, espoleado por bandas como Los Fabulosos Cadillacs o Mano Negra, se gestaba entorno a acentuar los tradición anglosajona bajo un signo latino, propiciado por unos ritmos anclados al acervo popular de sus lugares de origen y colindantes, la llegada de este álbum, que cumple ahora 25 años, les aupó hasta convertirse en una de sus manifestaciones más significativas y contundentes. Una escena musical que pese a su diversidad, ya sea descrita por Café Tacuba, Maldita Vecindad, Aterciopelados o Molotov, compartía, sin deslucir los rasgos identificativos de cada grupo, un llamamiento común al resto del mundo.
Pero esta historia de final feliz, por lo menos en cuanto a la enorme repercusión cosechada, no podría haber sido escrita sino es gracias a los rectos renglones que impuso su productor, el afamado, ya por entonces, Gustavo Santaolalla. La misma persona que poco tiempo antes había salido despavorido de una de sus actuaciones, accedería más adelante, tras la insistencia de su carismático y controvertido cantante, Gustavo Cordera, alejado del grupo desde 2008, quien le hizo llegar una maqueta con hasta media centena de canciones, a convertirse en su guía, obrando tanto de maestro a la hora de sacar todo el potencial a su sonido como instaurando un cierto orden en unas caóticas vidas. No obstante, el título del álbum puede ser visto desde la doble perspectiva que indica la existencia disoluta de sus componentes como una actitud por subvertir las normas y conductas de una sociedad a la que agitarán con vehemencia a lo largo de los cortes.
En ese proceso conjunto a la hora de realizar una selección de la ingente cantidad de temas, compuestos bajo esa imparable efusividad que desprende sentirse aparentemente en una encrucijada sin salida, no se puede obviar la presencia de Aníbal Kerpel, Pablo Guyot y Alfredo Toth, parte indispensable igualmente de una alineación que significó el impulso necesario para evitar una trayectoria errática, y quizás no solo en el lo meramente artístico, de Bersuit. Con el repertorio cerrado y dispuesto a ser registrado, solo quedaba imponer unas normas de conducta donde lo único imprescindible debía ser el aspecto musical y sacar adelante un disco que tenía el papel simbólico de tabla de salvación para el grupo, quienes aceptando dichas condiciones, exprimieron sus talentos para dar fruto a un trabajo que, más allá del reconocimiento creativo, se coló en un imaginario popular que hizo de sus parlamentos y melodías bandera de un clima de inconformismo social.
Todo disco emblemático, y éste desde luego lo es, debe tener por lo menos una canción baluarte que ejerza como efecto llamada. Y nada más efectivo para esa tarea que un tema como “Sr. Cobranza”, escrito originalmente por Las Manos de Filippi pero desde ese momento asociada a Bersuit, un trasvase de poderes que derivaron en momentáneas disputas con sus autores. Más allá de esa intrahistoria, la canción, que se abre con un sutil tono funky acompañado de una interpretación perversamente sigilosa, irá derivando, a lomos de unos versos explícitos que se cuelan en la trastienda del sistema argentino para terminar llamando al levantamiento popular, en un in crescendo que desembocará en una eclosión digna de Rage Against The Machine. Incendiaria puesta en escena que se vio golpeada por una censura que prohibía, bajo multa, su reproducción, una limitación que por una parte suponía la prueba irrefutable de su contenido al mismo tiempo que lograba la pretensión contraria a la deseada, propagando más todavía su discurso.
Pero a falta de un tema icónico, el disco acoge “Se viene”, otra nueva incursión en el lenguaje más belicoso en este caso vestido de un trepidante paso festivo que encuentra en dicha condición de himno, que por momentos tiene hechuras de clamor futbolero, su naturaleza perfecta para ser pasto de las masas. Una composición que sujeta a los fastos de la celebración del 25 aniversario ha sido actualizada con la colaboración del inefable Jorge Martínez, de Ilegales, para el que parecen haber sido escritos específicamente los versos originales. Cerrará ese trilogía de verbo encolerizada y premonición de la caída del régimen de Carlos Menem, la más gamberra, ya desde su título, “C.S.M.”, iniciales que hacen referencia al Comando Culo Mandril , que a ritmo de cumbia reproduce la nada sutil metáfora de la sodomía ideológica. Un género latino que igualmente dirigirá, a pesar de su inicio vestido de rotunda electricidad, “Yo tomo”, que en su ánimo jocoso esconde un crudo, por autobiográfico, contenido respecto a una relación tóxica. Un paisaje musical apropiado para en su nueva versión onomástica contar con La pegatina, banda idónea cuanto se trata de mestizaje y de encomendarse al bullicio.
Si en ocasiones la heterodoxia formal que alberga un disco puede llegar a convertirse en un lastre de cara a su estabilidad, en este caso dicha multitud de ritmos consigue ser presentada bajo un caos ordenado que se transforma en uno de sus signos de identidad y principales atractivos. Bajo un juego constante de voces solistas y coros, otorgando a la interpretación un ánimo colectivo muy adictivo, los temas saltarán desde la majestuosa instrumentación visible en “De onda”, un tango de intermitentes intensidades que repunta épicamente en un arrebatador estribillo, hasta delicadas formulaciones folk, como la improvisada en portugués “A marça de Deux” o la escalofriante, a pesar de su belleza, “Vuelos”, que en su adaptación actual la presencia de Shinova implemente ese ambiente atmosférico donde se recrea en primera persona los aberrantes métodos usados por la dictadura argentina. Muestras de sutilidad y elegancia que no son una excepción sino uno más de los episodios capaces de acoger la diversidad de un repertorio que con la misma naturalidad está dotado para desatarse a lomos de un corrido mexicano en “Gente de mierdas”.
Hace 25 años Bersuit vivieron su particular cuento de la cenicienta, encontrando en Gustavo Santaolalla ese zapato que encajaba a la perfección en su pie para sacaeles del ostracismo y convertirles en dueños de un sueño -en el que incluso compartieron pijama (vestimenta oficiosa de sus conciertos) con Diego Armando Maradona- formulado desde una anárquica mezcla de ritmos que insuflaba la energía suficiente como para desafiar a las diferentes cotas de poder. A pesar de que el disco era el reflejo de un momento concreto personal y colectivo, el de un país ahogado por sus políticas, su vigencia tras un cuarto de siglo demuestra su carácter universal, trascendiendo un tiempo concreto y una ubicación determinada en el mapa. “Libertinaje” fue, y lo sigue siendo, una festiva y rotunda banda sonora para todos los “descamisados” sin patria ni época que ambicionan al menos a convertirse en ese incordio que altera el placentero descanso de quienes se dedican a construir pesadillas ajenas.
Fechas y lugares de la gira:
3 de Mayo, Barcelona. Sala Apolo
5 de Mayo, Palma de Mallorca. Es Gremi
6 de Mayo, Valencia. Sala Madison
7 de Mayo, Sevilla. Malandar Music Club
9 de Mayo, Málaga. Cochera Cabaret
10 de Mayo, Madrid. Teatro Barceló
11 de Mayo, Ibiza. Las Dalias