La oposición a la eólica marina en Catalunya en el contexto actual: una cuestión de sentido común y defensa del territorio
Leo con atención un artículo de Sergi Ametller Malfaz en prensa catalana y no salgo de mi asombro aunque al final me tranquilizo: no deja de ser la valoración de alguien, director de éolica marina de Sener y alto ejecutivo del Parc Tramuntana, cuya visión del mar pasa ante todo por un ingente volumen de negocio.
La excusa de siempre, el cambio climático, viene servida, sobre todo después del último verano y las anomalías térmicas que se están viviendo este otoño en amplias zonas de la península. «El mundo científico no deja de advertirnos de los peores pronósticos del cambio climático» -justifica-, pero olvidando el directivo que el mismo ámbito investigador también nos está advirtiendo reiteradamente de que la crisis de biodiversidad que está desatando la inadecuada implantación de las renovables nos conduce irremediablemente al desastre. Las últimas advertencias han llegado directamente desde el mismísimo CSIC: las áreas protegidas y sus zonas de influencia deben mantenerse a salvo de la eólica marina.
«El despliegue de proyectos de eólica marina representa una necesidad inminente y, a la vez, una oportunidad clave» -sigue el responsable de la energética-. Quiero pensar que la «clave» a la que se refiere es la clave para el negocio o las previsiones empresariales de beneficio, que quizá en su entorno antojan épicas y me pregunto, ¿se habrá leído este hombre el último informe del Tribunal de Cuentas Europeo? es que el organismo, poco sospechoso de ecologismo radical, no ha podido ser más claro: el desarrollo de la eólica offshore puede ser perjudicial para el medio marino.
¿Qué elegir entonces, patrimonio natural y biodiversidad o maximización de cuentas de resultados? porque el TCE es tajante: los auditores del organismo europeo temen que la expansión de la eólica marina sea perjudicial «tanto por debajo como por encima del nivel del mar».
El final del artículo ya es de traca reclamando el ejecutivo «diálogo permanente y voluntad de consenso». ¿A qué «diálogo» y a que «consenso» alude al que pretende llevar adelante a cualquier precio el Parc Tramuntana en uno de los escenarios marinos de mayor relevancia a nivel mundial por sus múltiples valores naturales o al que entidades afines al negocio de los macroparques eólicos ataquen sin pruebas concluyentes a científicos de referencia? es que algo, desde luego, no cuadra en sus afirmaciones. Porque «la hora de construir puentes entre las aspiraciones ecológicas y las realidades cotidianas de los territorios» a la que Ametller hace referencia, en el actual contexto, parece más una broma de mal gusto que una realidad tangible que pueda ser considerada seriamente.