Querido Leo
Lo que sigue es una breve evocación, al otro día de enterarme del fallecimiento de un gran escritor y de un enorme ser humano, hace hoy, cinco años.
Buenos Aires, 15 de mayo de 2019
Cada vez que muere alguien que nos ayuda a ver el mundo, ese mundo se desgaja un poco.
Músicos, pintores, actrices, poetas, escritores nos invitan o seducen a que compartamos juntos esa maravilla de la existencia; también, esa prematura forma de derivar hacia la nada.
A Leo lo conocí por los años noventa, en la Casa de las Madres de Plaza de Mayo.
Él coordinaba el taller literario de dicho organismo y yo colaboraba para la sección cultura del periódico de las Madres.
La vida en las palabras
Participé en algunas reuniones para testimoniar respecto de esa tarea colectiva que era poner en palabras el dolor y la esperanza. Y luego parir un libro de poemas donde estas mujeres volcánicas nos acariciaban de rocío y fulgor.
Las Madres presentaron el libro «La vida en las palabras» junto a Leo en mi programa radial, «Santos y Pecadores» que en ese tiempo se emitía por FM LA TRIBU, y unos días más tarde, tuve el privilegio de acompañar a Hebe de Bonafini, al escritor e historiador Osvaldo Bayer, a la actriz Rita Cortese, y a Leopoldo Brizuela en el Centro Cultural Rojas para la presentación oficial.
Tiempo después, no faltó la oportunidad para juntarnos a tomar un café en “La Giralda” y charlar de las Madres, del tiempo neoliberal todo lo arrasaba.
También, de la necesidad de aprender de esas mujeres y hasta de obsequiarle algunos de mis escritos y esbozos.
De contextura física menuda, su voz grave parecía desentonar con su aspecto.
Cantar la vida
Amante de transmitir el asombro de la lectura, Leopoldo volvió al programa algunos meses después, en la misma radio, pero esta vez, para una entrevista a solas.
Quise conversar de “Cantar la vida”, un libro con reportajes entrañables a mujeres de la cultura.
Uno de los aspectos que más me atraían de su personalidad era el bajo perfil y su convencida firmeza ante aquello que, se supone, uno no debe cuestionar.
Buceador de lo colectivo a partir de lo individual, no atado a conceptos inflexibles. Generoso.
Hizo una breve devolución de aquellos escritos que le había regalado: “seguí así, y nunca te metas a estudiar letras, porque van a quitarte todo lo que traes”, me dijo.
El tiempo es veloz
No nos volvimos a cruzar. Pasamos por el tiempo tan velozmente!!
Festejé sus logros y premios masivos en secreto, como quien los hace propios.
Los “entendidos” que hoy lo recuerdan no mencionan, quizás, aquellos años junto a las Madres, o tal vez sí.
Lo que sí rescatan casi unánimemente es algo que brotaba de su mirada: una hermosa bondad y un profundo humanismo.
Lo recuerdo lorquiano entre los pañuelos blancos, con esa cara de niño y esa voz grave, de hermano mayor, aunque yo soy del 62 y él, un año más chico.
El mundo, querido Leopoldo, vuelve a desgajarse con tu partida más que prematura.
Gracias por todo aquello que nos ayudaste a ver.
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Néstor Tenaglia Álvarez