Israel cruza el rubicón y el eje de la resistencia responde
El asesinato de Seyed Hasán Nasralá, líder histórico de Hezbolá y cabeza de la organización desde 1992, dio inicio a un nuevo capítulo en la guerra entre Israel —con el apoyo de Estados Unidos— y las fuerzas del Eje de la Resistencia en Asia Occidental.
En días previos, el uso de buscapersonas y walkie-talkies como explosivos mató a varios operadores del movimiento político-militar libanés y hubo ataques aéreos israelíes sobre infraestructuras que mataron a militantes, a oficiales y a civiles. Fueron jornadas de sensibles bajas y tensión por la posible respuesta de Hezbolá.
Pero, sin duda, la pérdida de Nasralá es el punto de no retorno, quien fue asesinado junto con otros comandantes libaneses e iraníes, además de decenas de civiles por la destrucción de edificios residenciales para lograr el cometido.
Desde entonces, los elementos involucrados en la trama vienen tomando forma de tal manera que el panorama se encuentra en llamas. Pero la escalada tiene en Líbano una frontera difícil de cruzar, tal como puede recordarse por lo sucedido en 2006.
ISRAEL EN CRISIS
El gobierno de Benjamín Netanyahu ha fracasado en imponerse como victorioso en Gaza en la medida en que uno de los objetivos principales era erradicar por completo a Hamás. Pero tras casi un año de genocidio sobre la población palestina, el grupo de resistencia continúa sus operaciones de defensa en una guerra de desgaste que le ha costado mucho a Tel Aviv en varias áreas: económica, militar, política y diplomáticamente, según el medio israelí Hareetz.
Las circunstancias han puesto en crisis la legitimidad del gobierno liderado hoy por la extrema derecha israelí. La frustración militar, la emigración israelí después del 7 de octubre por razones económicas y securitarias, la erosión de la confianza social en la clase política y sus instituciones, y el daño reputacional en todo el mundo ponen al actual primer ministro en la cuerda floja.
Recordemos que el propio Netanyahu enfrenta a la justicia de su país por cargos de corrupción; tendrá que brindar testimonio ante la Corte en diciembre de 2024.
Ante todo ello, la continuación de la limpieza étnica en la Palestina histórica y el genocidio, es decir, la aplicación del principio rector del Estado sionista, es una prioridad, ello mientras intenta combatir a Hamás y los demás grupos de resistencia palestina.
Pero, además, el gabinete israelí había estado deseando ampliar el campo de batalla hacia las fronteras de Líbano, donde Hezbolá tiene ascendencia política, social y militar, mientras siguen las operaciones aéreas sobre territorio sirio, yemení, iraquí e, incluso, operaciones encubiertas en suelo iraní. La razón consiste en que los factores del Eje de la Resistencia provienen de estos países, y son estos grupos los que han tomado acciones a favor de la causa palestina.
El asesinato del jefe del buró político de Hamás, Ismail Haniyeh, en Teherán (capital de Irán) y de Nasralá en Beirut (capital libanesa), más las interrupciones o dilaciones continuas para un alto al fuego, son una muestra de que al gobierno israelí no le interesa un desescalamiento en los distintos frentes donde se encuentra desplegado.
El gabinete de Netanyahu desea una guerra regional que atraiga a Estados Unidos para luchar en nombre de Israel y destruir a Irán, a Hezbolá y a otros grupos regionales aliados con la resistencia palestina. Para el primer ministro ello es crucial por motivos de supervivencia personal; para los ministros Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich se hace necesario cumplir el «destino manifiesto» del sionismo extremista, basado en un etnosupremacismo pseudoreligioso cargado de belicosidad.
Visto así, Netanyahu y la alianza gubernamental que lo apoya claramente desean una guerra regional que arrastre a Estados Unidos a una conflagración contra Irán, Hezbolá y el resto del Eje. La reducción o eliminación de la población palestina en Gaza o el desplazamiento definitivo del pueblo palestino sería uno de sus objetivos estratégicos ya que —bajo su visión— una guerra daría cobertura a tal pretensión.
EL AVAL ESTADOUNIDENSE
Un reporte de Politico publicado el 30 de septiembre asegura que el «asesor presidencial Amos Hochstein y Brett McGurk, coordinador de la Casa Blanca para Asia Occidental, dijeron a altos funcionarios israelíes en las últimas semanas que Estados Unidos estuvo de acuerdo con la amplia estrategia del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de cambiar el enfoque militar de Israel hacia el norte contra Hezbolá».
Esto se habría dicho con «discreción» porque públicamente el Departamento de Estado aboga por una «solución diplomática» a la guerra contra Palestina que, más bien, ha resultado en ganar tiempo beneficioso para el bando opresor a sus fines.
La publicación del medio estadounidense da una idea de cómo ve Washington el presente momento bélico de Israel contra Líbano:
«Algunos en la administración dicen que lo que parece una grieta es simplemente el intento de Estados Unidos de seguir múltiples rutas a la vez».
«‘Ambas cosas pueden ser ciertas: Estados Unidos puede querer diplomacia y apoyar los objetivos más amplios de Israel contra Hezbolá’, dijo un alto funcionario estadounidense. ‘Está claro que la administración está siguiendo una línea, pero no está claro cuál es'».
«Tras bastidores, Hochstein, McGurk y otros altos funcionarios de seguridad nacional de Estados Unidos están describiendo las operaciones de Israel en Líbano como un momento que definirá la historia, uno que cambiará el Medio Oriente para mejor en los años venideros».
Durante los últimos 12 meses la administración de Joe Biden ha acompañado los esfuerzos de Israel en Gaza y ahora en Líbano de manera directa con la entrega de armamento: de acuerdo con la BBC, 65,6% de las armas usadas por el ejército de Israel proviene de Estados Unidos.
Es más, en agosto pasado Washington aprobó la venta de un paquete de insumos militares por el valor de 20 mil millones de dólares, que incluyó aviones, vehículos y otros suministros importantes para la continuación de la guerra.
Si bien Estados Unidos se encuentra en una encrucijada electoral entre Kamala Harris y Donald Trump, el apoyo a Israel se encuentra invariable y sigue proveyendo cobertura a las pretensiones de Netanyahu, a pesar de las críticas cosméticas o deliberadamente falsas respecto a su gestión.
Empero, podría esperarse que Washington no buscara implicarse directamente en una guerra regional con Irán y el resto del Eje en nombre de Israel, cuyas consecuencias económicas y geopolíticas serían enormes a escala global, especialmente por un posible aumento de los combustibles y de otras materias primas en los mercados internacionales, algo a lo que teme la administración Biden a pocas semanas de las elecciones. Las implicaciones de un cierre del estrecho de Ormuz serían catastróficas dado que a través de sus aguas se transportan 20,9 millones de barriles por día.
En un artículo de Foreign Affairs, publicado el 12 de agosto, los académicos Ilan Z. Baron e Ilai Z. Saltzman afirman que Israel «está siguiendo un camino cada vez más iliberal, violento y destructivo», ungido de un «ultranacionalismo mesiánico extremo», que lo está llevando a convertirse en un Estado paria.
Incluso si Washington sigue brindando apoyo económico, otros gobiernos —argumentan los articulistas— «dejarían de coordinarse con Israel en cuestiones de seguridad, de mantener acuerdos comerciales con ellos y de comprar armas de fabricación israelí». Lo que dejaría a este último completamente dependiente de Washington «en un momento en que cada vez más estadounidenses cuestionan el apoyo incondicional de su país al Estado judío».
Y, según un alto oficial israelí, sin la ayuda estadounidense «Israel no podría pelear en Gaza más allá de unos pocos meses».
Lo que confirma el hecho de que los intereses estratégicos de Estados Unidos son de vital importancia, incluso existencial, para que Israel continúe sus operaciones militares en Gaza, Líbano y demás países de la región.
GENOCIDIO Y TERRORISMO, TERRORISMO Y GENOCIDIO
Del 23 al 27 de septiembre los bombardeos aéreos sobre Líbano habían matado a más de 700 personas, incluidos mujeres e infantes. Desde entonces ya se había descubierto que la táctica era la misma usada sobre Gaza: la matanza sin discriminación y el terror como prácticas.
La muerte de civiles se multiplica por cientos con cada ataque sobre territorio libanés, también forzando el desplazamiento de un millón de personas, según las autoridades locales.
Una creciente retahíla de crímenes de guerra engorda el expediente israelí, con lo cual viola toda norma internacional. La destrucción de Gaza ante los ojos de todo el mundo es la crónica del genocidio y el terrorismo usual como parte integral de la estrategia y las tácticas sionistas. Ahora aplica lo mismo en Líbano.
Se trata de la Doctrina Dahiya, ilegal ante el Derecho Internacional, que plantea la total aniquilación del enemigo en su territorio a través del bombardeo deliberado de civiles y de infraestructuras críticas. El Institute for Middle East Understanding explica:
«La doctrina lleva el nombre del suburbio de Beirut en Dahiya, donde tiene su sede el grupo paramilitar libanés Hezbolá, que el ejército israelí arrasó durante su asalto a Líbano en el verano de 2006, el cual mató a casi mil civiles, alrededor de un tercio de ellos niños, y causó enormes daños a la infraestructura civil del país, incluidas centrales eléctricas, plantas de tratamiento de aguas residuales, puentes e instalaciones portuarias».
El instituto cita al general Gadi Eisenkot, cuando era jefe del Comando Norte en 2008 —y quien llegó a ser jefe del Estado Mayor del ejército israelí antes de retirarse en 2019—, cuando se refirió a una futura guerra contra Hezbolá:
«Lo que ocurrió en el barrio de Dahiya de Beirut en 2006 ocurrirá en cada pueblo desde el que se dispare a Israel… Aplicaremos una fuerza desproporcionada sobre el [pueblo] y causaremos allí grandes daños y destrucción. Desde nuestro punto de vista no son aldeas civiles, son bases militares… Esto no es una recomendación. Es un plan. Y ha sido aprobado».
Se debe destacar que Líbano ha sido invadido por Israel en 1978, 1982 y 2006, e incluso estuvo ocupado por sus tropas durante dos décadas, luego expulsadas en el año 2000.
Pero la ofensiva sobre la población civil intentaría «degradar las capacidades de los grupos de resistencia y lograr una disuasión temporal en una guerra de desgaste más prolongada y de baja intensidad», como bien analiza la editora senior de The Electronic Intifada, Maureen Clare Murphy.
Asimismo, escribe Murphy, «Israel también busca desvincular la batalla con Hezbolá en Líbano de la lucha con Hamás en Gaza, lo cual rompe la unidad de frentes mantenida durante el último año y fragmenta la resistencia regional».
Sin embargo, Israel ha tropezado en sus intenciones ya que Hamás en Palestina y Hezbolá en Líbano gozan de apoyo y ascendencia política. Más aun, a pesar del asesinato de prominentes líderes como Nasralá y Haniyeh, ocurre de manera orgánica una continuidad del sistema de liderazgos a pesar de la fuerza de sus individualidades.
Recordemos que Hezbolá y Hamás nacieron precisamente del genocidio y del terrorismo que Israel ha impuesto sobre Líbano y Palestina; su naturaleza está colmada por la resiliencia y la voluntad existencial.
RESPUESTAS DEL EJE DE LA RESISTENCIA
Las muertes de Nasralá y otros comandantes de alto rango de Hezbolá no repercuten en la capacidad operativa de la organización en lo militar, aunque sea evidente que con el asesinato del Secretario General y de los comandantes claves caídos se genera un vacío en el dominio político difícil de ocultar.
Amad Saad, académica especializada en el grupo libanés, explica que los recientes acontecimientos no suponen «que Hezbolá esté al borde del colapso». Sigue:
«Pensar que el grupo se desmoronaría sin Nasralá es una interpretación errónea y una suposición racista que reduce a Hezbolá —un movimiento complejo y profundamente arraigado— a un solo individuo, lo que refuerza el estereotipo de que esos grupos en Asia Occidental dependen de ‘hombres fuertes’ carismáticos en lugar de la fuerza institucional, la resiliencia o el apoyo popular de las bases. Refleja una visión orientalista más amplia que descarta la capacidad de las organizaciones no occidentales para funcionar como entidades políticas o militares sofisticadas, capaces de perdurar más allá de la pérdida de un líder».
La estructura del movimiento ha sido construida de tal manera que «su excepcionalmente robusta continuidad del mando (…) permite una transición fluida del liderazgo, incluso en tiempos de crisis severas». Por ello, «está diseñada para regenerar continuamente su liderazgo y producir nuevas generaciones de comandantes militares».
Es por ello que, a través de «un sofisticado sistema de distribución de conocimientos a escala operativa», afirma Saad, «permite una rápida rearticulación y la continuidad de las operaciones». Esto sin desmeritar que recibió un golpe duro a la cabeza de la organización el pasado fin de semana, con implicaciones simbólicas y psicológicas que Israel ha intentado aprovechar con su última ofensiva.
Asimismo, el resto de fuerzas del Eje de la Resistencia han respondido a la ofensiva israelí, todos estos reportes del 1º de octubre:
Hezbolá ha atacado instalaciones militares israelíes desde finales de septiembre, en Tel Aviv y otras localidades. El uso de cohetes Fadi dominó la escena durante esta jornada.
El movimiento libanés, en ese marco, lanzó la Operación Jaibar con el canto «A tu servicio, oh Nasralá».
También hubo enfrentamientos entre Hezbolá y el ejército israelí tras el anuncio de una «invasión terrestre limitada» sionista en el sur de Líbano, en la frontera.
Las Fuerzas Armadas de Yemen atacaron objetivos militares en Tel Aviv y la ciudad portuaria de Eilat.
La Resistencia Islámica de Irak llevó a cabo varias operaciones contra objetivos israelíes en Haifa, entre otros objetivos vitales «en el centro de nuestros territorios ocupados».
Y una base estadounidense cercana al Aeropuerto Internacional de Bagdad fue atacada con cohetes Katyusha.
Al cierre de esta nota se reportó la reacción de Irán con misiles balísticos a bases e infraestructuras militares en Tel Aviv. Los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria de Irán emitieron un comunicado tras el lanzamiento de la respuesta: «Hemos apuntado al corazón de los territorios ocupados en respuesta al asesinato de los mártires Ismail Haniyeh, Seyed Hasán Nasralá y Nilforooshian».
El comunicado advierte que «si el régimen sionista toma represalias contra la operación iraní, enfrentará consecuencias violentas».
Cabe recordar en este contexto la retaliación de Teherán sobre Israel en abril pasado tras el ataque aéreo contra la embajada iraní en Siria, aunque las armas usadas son diferentes —en abril se usaron drones iraníes en combinación con los misiles balísticos—.
Mientras tanto, el ejército israelí sigue sus operaciones en Líbano, a pesar de que aun no ha comenzado la invasión en la frontera sur.
Los combates seguirán escalando, de acuerdo con los planes de Netanyahu. Podría esperarse un momento de desmesura israelí ante los misiles balísticos de Irán sobre Tel Aviv, así como una posibilidad de que no tome una acción mayor. Pero también una suerte de concierto bélico general en la región donde Israel juega varios frentes y tiene pocas ventanas para el éxito estratégico.