Las lecciones de la covid-19 olvidadas por Trump que nos acercan a una nueva pandemia
En el quinto aniversario del inicio de la pandemia de coronavirus, varias decisiones tomadas por el nuevo ejecutivo estadounidense podrían dar alas a una variante especialmente preocupante de la gripe aviar, una plaga que ha saltado a gatos, vacas o humanos tras acabar con la vida de incontables aves.

Beatriz Barral, una periodista española residente en Nueva York, se metió la semana pasada en lo que definió como un ‘supermercado corriente de barrio’ en Queens. Los huevos estaban a entre $9,99 y $14,99 la docena. Es más, algunas tiendas han empezado a vender lo que llaman loosies, es decir, huevos sueltos para quien no puede permitirse una docena. Otras restringen la venta a un cartón por persona y día.
No eran ni ecológicos, ni de gallinas criadas con música clásica. Solo la consecuencia de la segunda gran amenaza provocada por un virus que Estados Unidos ha tenido que enfrentar en los últimos cinco años.Beatriz Barral, una periodista española residente en Nueva York, se metió la semana pasada en lo que definió como un ‘supermercado corriente de barrio’ en Queens. Los huevos estaban a entre $9,99 y $14,99 la docena. Es más, algunas tiendas han empezado a vender lo que llaman loosies, es decir, huevos sueltos para quien no puede permitirse una docena. Otras restringen la venta a un cartón por persona y día.
No eran ni ecológicos, ni de gallinas criadas con música clásica. Solo la consecuencia de la segunda gran amenaza provocada por un virus que Estados Unidos ha tenido que enfrentar en los últimos cinco años.
La primer llegó un 11 de marzo, pero de 2020, cuando la Organización Mundial de la Salud elevaba a pandemia global los brotes de SARS-CoV-2, el coronavirus que provocaba la covid-19 y que dejó millones de víctimas en todo el mundo (120 000 solo en España) y un daño económico incalculable. Todos, sin embargo, tratábamos de encontrar en aquella desgracia algo positivo: sin duda, saldríamos mucho mejor preparados para la próxima pandemia.
En esta ocasión, no procede hablar aún de pandemia, aunque la preocupación entre los científicos crece semana tras semana. De momento, la gripe aviar (la cepa H5N1 y, más recientemente, la H5N9) sigue siendo una enfermedad zoonótica, que se trasmite solo de animal a animal. Sin embargo, los virus influenza son conocidos por mutar con bastante rapidez para lograr saltar a otras especies. Habitualmente, de granja, aunque hace dos años, la gripe aviar llegó a esquilmar buena parte de la población de focas en Sudamérica.
Señales preocupantes de la gripe aviar
En lo que a los humanos respecta, hay dos señales preocupantes: la muerte de una persona en Louisiana a finales de 2024 por gripe aviar hizo saltar las alarmas. Era algo extremadamente inusual y es cierto que la víctima fue el trabajador de una granja de pollos, muy expuesto al virus, con más de 65 años y problemas de salud. Pero para un virus, siempre hay un primer paso. Además no ha sido el único: 70 personas se han infectado de gripe aviar H5N1 en EE UU. Por su parte, Canadá también está en vilo después de que una adolescente canadiense contagiada lograra evitar en el último momento un desenlace fatal.
“En el caso de la gripe aviar, hay un desafío adicional: es un virus que circula libremente a escala global en aves silvestres”, explica Estanislao Nistal-Villán, virólogo y profesor en la Universidad CEU San Pablo. “Actualmente, muchas de estas aves y otros animales expuestos al virus están desarrollando inmunidad natural, lo que hace imposible su contención total”. El riesgo surge cuando el virus salta de la vida silvestre a las aves de granja, “lo que ha llevado a medidas como sacrificios masivos, generando un debate similar al que hubo en torno a la inmunidad de rebaño en humanos”.
La otra señal preocupante es que, de esas 70 personas contagiadas de gripe aviar en EE UU, más de la mitad pillaron el virus en granjas de ganado vacuno. “Lo que probablemente ocurrió fue que, en un rebaño concreto de vacas lecheras en Texas, hace aproximadamente un año, el ganado se infectó a través de aves silvestres”, dice John Swartzberg, investigador en enfermedades infecciosas de la Universidad de Berkeley. “El ganado lechero se envía a menudo a diferentes rebaños en el mismo estado o a diferentes partes del país”.
Es lo que se conoce en epidemiología como infección por derrame: de una bandada de aves silvestres —el virus que casi mata a la adolescente en Canadá se sospecha procedente de unas ocas salvajes— a un rebaño de vacas lecheras. A partir de ahí, el virus fue pasando de vaca en vaca, y estas eran enviadas a diferentes partes de Estados Unidos.
Este virus, además, tenía una particularidad: “Infectaba las ubres de las vacas, nunca lo habíamos visto”. Desde un punto de vista evolutivo, es un movimiento muy hábil por parte del virus, dado que le permite saltar a la leche y, desde ahí, poder infectar a otras vacas u otros animales, como los gatos.
Una de las inquietudes, por tanto, es que algún humano pueda contraer el virus bebiendo leche cruda, algo bastante común en algunas zonas del país. Esta misma semana, Raw Farm, una empresa de productos lácteos sin pasteurizar de Fresno (California) se vio obligada a cerrar por contaminación de gripe aviar.
Aún con una sola víctima mortal, la situación prepandémica de la gripe aviar está provocando una gigantesca catástrofe económica. Muchas granjas de pollos o patos se han visto también obligadas a despedir a casi todos los trabajadores tras eutanasiar a la mayor parte de sus aves. En total, más de 35 millones de gallinas, patos o pavos han sido eliminados en lo que llevamos de año, víctimas de la enfermedad o sacrificados.
Una nueva guerra cultural
La estrategia, que suele ser el protocolo habitual en sanidad animal y lleva empleándose a rajatabla desde que el virus hiciera acto de presencia en el país, y más particularmente desde 2022, está siendo cuestionada desde la llegada de Trump a la Casa Blanca.
El 16 de febrero, Kevin Hassett, director del Consejo Económico Nacional estadounidense y uno de los economistas más próximos a Trump, dijo que “el plan de Biden era solo matar gallinas, y gastaron miles de millones de dólares matando pollos aleatoriamente en cualquier perímetro donde encontraban uno enfermo”.
Aunque otras voces autorizadas, como Rosemary Sifford, directora del servicio de inspección animal de la USDA, la agencia estadounidense de agricultura y alimentación, han insistido en que “no se prevén cambios en nuestra política de sacrificio sanitario” y que esta sigue las normas de la Organización Mundial de Sanidad Animal (WOAH, por sus siglas en inglés), la guerra cultural al respecto ya está servida entre los partidarios del movimiento MAGA (Make America Great Again).
Este pasado jueves, 6 de marzo, Elon Musk, el nuevo hombre fuerte de Trump tuiteó, en respuesta a un post que decía “Joe Biden ASESINÓ a los pollos”, que “es cierto. Hubo una loca matanza de 150 millones de gallinas ponedoras ordenada por la administración Biden”.
Como respuesta a estas políticas —y al elevado precio de los huevos— muchos estadounidenses están mirando hacia criadores no profesionales, lo que se conoce como backyard chickens o gallinas de patio, tanto para comprar huevos al margen de las grandes superficies como para adquirir gallinas de cría. Ambas son una mala noticia para detener la expansión de la gripe aviar, ya que suelen ser las aves salvajes, atraídas por la comida segura que pueden encontrar en estos corrales, quienes ponen en contacto al virus con sus futuros huéspedes.
El despido de empleados federales
Otro frente abierto por la nueva administración que está resultando ventajoso para el virus influenza es el despido de docenas de trabajadores especializados en enfermedades infecciosas, víctimas de los recortes que Trump y sus subalternos están aplicando para adelgazar el gobierno federal.
En este caso concreto, la oficina que coordinaba la red nacional de laboratorios de sanidad animal de la USDA sufrió una reducción del 25 % de su personal tras una oleada de despidos en masa anunciada desde Washington. La pérdida de esos trabajadores condujo a un cierre de varios programas clave para detectar la evolución de la gripe aviar, y rápidamente la USDA recibió la orden de intentar volver a contratar al personal despedido. Sin embargo, no está resultando tan sencillo: “No sé si querrán volver, muchos tienen la percepción de que estos trabajos federales ya no son seguros”, dijo a Politico una fuente anónima de la USDA.
Lo mismo ha sucedido en otro organismo clave para seguir la pista al virus: el Centro de Control de Enfermedades (CDC) despidió a 700 empleados a principios de este año y dos semanas después pidió por email a casi 200 de ellos (el encabezado era ‘Lee este e-mail inmediatamente’) que volvieran a su puesto de trabajo. Se desconoce aún cuántos de ellos se han reincorporado para continuar ejerciendo unas funciones que el ejecutivo juzgó críticas, solo que demasiado tarde.
Como consecuencia de estas medidas, tanto la USDA como el CDC han suspendido sus briefings semanales ante el Congreso para informar de, entre otras cosas, la evolución de la influenza aviar en el país.
A escala internacional, una de las primeras órdenes ejecutivas de Trump fue sacar a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud, algo que también ha obstaculizado el intercambio de información que permite a los funcionarios estadounidenses rastrear brotes y cepas del virus en otros países, dijeron tres fuentes gubernamentales a Reuters.
Los epidemiólogos o virólogos observan de cerca la situación temiendo el momento en que el virus logre acomodarse a los seres humanos. Siempre que un granjero, quizá afectado por la gripe común, se expone al H5N1 o al H5N9, abre la puerta a que ambos virus influenza compartan información genética clave para facilitar la adaptación del patógeno a un nuevo huésped.
Pero el estadounidense común no está tan preocupado por esta posibilidad como por el precio de los huevos en el supermercado.
Llegan las conspiraciones
Al igual que sucedió con el covid-19, esta epidemia está generando sus propias personalidades de internet, que se viralizan por mantener un discurso con poco rigor científico pero que suena muy bien. Joel Salatin, un granjero de Virginia reconocido por sus prácticas de agricultura sostenible, encarna ahora este papel. Su propuesta es dejar que el virus circule y, en vez de sacrificar a todas las gallinas, conservar a las supervivientes para construir razas más resistentes a la influenza aviar.
Son discursos muy parecidos a los que se escuchaban al principio de la pandemia, con la solución sueca de confinar a los vulnerables y dejar que la población joven se infectara de SARS-CoV-2 para aumentar la inmunidad de rebaño.
Otra voz muy recurrente estos días en esos círculos es la del médico Peter McCullough, quien recientemente escribía que toda esta “crisis” de la gripe aviar era un complot para vacunar a los animales: “Hemos descubierto que los agricultores recibirán un pago por las pruebas de PCR masivas de los animales y por el sacrificio o la matanza intencional de las aves de corral y su eliminación. Esto comprometerá económicamente a los agricultores y exagerará enormemente la magnitud del brote actual con una cantidad masiva de pruebas de PCR con falsos positivos”, exponía en sus redes sociales este cardiólogo. “La estrategia del gobierno nunca dará una oportunidad a la inmunidad natural de las aves a la cepa actual, que muy probablemente tenga su origen próximo en el Laboratorio de Investigación Avícola del Sudeste del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) en Athens, Georgia».
Una conspiración con ecos covidianos que, sin embargo, no se sostiene. El virus lleva veinte años amenazando con venirse arriba y, concretamente, lleva siendo un quebradero de cabeza para las autoridades de todo el mundo desde 2022. Ese año se detectó también en España, en el cadáver de un ánsar común localizado a finales de enero en la Laguna Grande de Villafáfila, en la provincia de Zamora. Aquel tenía otra variante de la gripe aviar de alta patogenicidad, la H5N8.
¿Estamos más preparados, o menos?
Es cierto que las peores cosas de la pandemia de covid-19, como la desconfianza en la ciencia o en las vacunas, se están reproduciendo de nuevo estos días con el avance de la gripe aviar. Pero no conviene minusvalorar las enseñanzas que la pandemia de covid-19 trajo a las universidades y centros de investigación de todo el mundo.
Por ejemplo, los avances en la detección están siendo mucho más rápidos que hace cinco años. Hace unos días, un equipo de la Universidad de Washington en San Luis (Misuri) presentó en la revista ACS Sensors un dispositivo para detectar partículas de virus en aerosoles. Es un avance muy importante, ya que se ha detectado que el H5N1 también puede trasladarse con el viento, a partir del polvo de heces secas de ave.
La ciencia avanza muy rápido, pero el virus también. Uno de los inventores del detector, Rajan Chakrabarty, explica que entre que empezaron a investigarlo hasta publicar su artículo, “el paper evolucionó, pero el virus también, había mutado”, dice. “Las variantes son muy diferentes ahora”.
La investigación en torno a esta nueva amenaza también nos ha traído avances en vacunas (aunque laboratorios como Moderna o Arcturus Therapeutics están avanzadas, todavía no estamos cerca de ver una vacuna comercial contra la gripe aviar) y en la propia investigación genética de estas variantes patogénicas, en cómo se trasmite el virus a través de la leche de vaca o cómo puede neutralizarse de forma eficaz.
“Ha habido avances significativos en la cooperación científica global, aunque aún es
pronto para evaluar su permanencia a largo plazo”, reflexiona Nistal-Villán. “Desde la pandemia de COVID-19, se han fortalecido redes internacionales de vigilancia genómica, como GISAID, que
facilitan el intercambio rápido de datos sobre secuencias virales”.
La nueva autarquía
Por si fuera poco, hay un último factor desestabilizador: los aranceles de Trump. El presidente estadounidense ha comenzado su segundo mandato regando el mundo de tasas a la exportación de bienes a Estados Unidos, y estos países han respondido en represalia.
Los productos derivados del pollo no son ajenos a esto, de hecho, forman parte de la misma historia de los aranceles: se les conoce como chicken tax desde que en 1964 el presidente Lyndon B. Johnson impusiera un 25% a los coches importados a EEUU desde Francia y Alemania Occidental en represalia a las tasas establecidas por estos a los criadores intensivos de pollo estadounidense.
Para los herederos de esta industria, esta guerra comercial supone un nuevo frente en la batalla que ya están librando contra la gripe aviar, un enemigo que no entiende de fronteras. A finales de enero se anunció que el patógeno había golpeado fuerte en Georgia, epicentro de la cría de pollo en Estados Unidos.
“Es una amenaza muy seria para la industria nº1 en Georgia”, dijo en un comunicado el máximo responsable de Agricultura del estado, Tyler Harper. No es para menos: los principales compradores de pollo estadounidense, como China o Corea del Sur, llevan desde 2023 situando al pollo de Georgia en cuarentena de varios meses tras aparecer un nuevo caso.
Otros grandes compradores, como México o Canada, podrían ser los siguientes. No por casualidad, cuando el país canadiense anunció hace unos días los productos sujetos a aranceles del 25 % en respuesta a los de Trump, la primera línea era: Aves de corral vivas, es decir, gallinas de la especie Gallus domesticus, patos, gansos, pavos y pintadas.
Fuente: SINC