Un tsunami llamado 5G
El “mundo feliz” del siglo 21 es un mundo conectado. Tendrá refrigeradores que avisan a nuestro teléfono móvil que falta leche o se está pudriendo una lechuga – o mejor aún, avisa directamente a la multinacional Amazon u otra red de ventas electrónicas, que lo incluya en la entrega semanal. Pañales con chips que avisen que hay que cambiar al bebé, zapatos que miden cuántos pasos damos, ropa con chips que interactúan con teléfonos y monitorean nuestros movimientos y estado de salud, y muchas otras formas digitales y robóticas de que las cosas se comuniquen entre sí e intercambien información sobre nosotros para las empresas.
El Internet de las Cosas se trata justamente, de comunicar objetos, no personas, explicó Andrés Barreda, profesor e investigador de la UNAM, en el seminario “Navegar la tormenta digital” que realizó la Red Social de Evaluación de Tecnologías en América Latina y otras organizaciones este 19 y 20 de noviembre. Una forma de favorecer exponencialmente ganancias para los que fabrican y comercian esos objetos, mientras que al mismo tiempo mina la comunicación real entre seres humanos y las relaciones comunitarias que son el sustento para entender, dar significados y pensar en cómo cambiar la realidad y qué necesitamos realmente.
En esta visión de un mundo hiperconectado también nuestros cuerpos pasan a ser objetos de monitoreo, obtención de datos e intervenciones, en lo que la industria de la salud (farmacéuticas, fabricantes de dispositivos médicos, vendedores de atención médica) llaman “internet de los cuerpos”.
La distopía de hiperconexión global de las cosas, cuerpos y capitales avanza a pasos acelerados aunque por ahora la mayoría solo vemos fragmentos. Como arañas en la red global dominan siete empresas de plataformas electrónicas: Microsoft, Apple, Amazon, Alphabet (Google), Facebook, Alibaba, Tencent. Son las que pueden gestionar los gigantescos volúmenes de datos digitales que estas nuevas formas de (in)comunicación conllevan y los sistemas de inteligencia artificial para poder lucrar con ellos. Alibaba y Tencent tienen sede en China, las demás en Estados Unidos. Todas están entre las 10 empresas de mayor capitalización de mercado a nivel global. Este mes, Amazon superó a Walmart como el mayor vendedor minorista a nivel global.
Un aspecto central y clave de estos desarrollos –que avanzan sin supervisión ni regulación pública— es el aumento de la conectividad electrónica. Por ello, las redes de comunicación 5G son claves, y merecieron una sesión especial en el seminario aludido, organizada por 17, Instituto de Estudios Críticos y Rhizomatica. El nombre se refiere a la quinta generación de comunicación electrónica y remite a las anteriores 2G, 3G y 4G, que conectan teléfonos móviles. No es apenas una actualización, sino una ruptura cualitativa en la forma de trasmisión y los impactos que tendrá, tanto económicos, como ambientales y en la salud.
Con redes 5G se pretende obtener mayor capacidad para trasmitir datos (volúmenes de 20 a 40 veces mayores), menor latencia (demora en recibir/ enviar datos) y continuidad de conexión en cualquier parte.
En general, las redes 5G usarán ondas de trasmisión milimétricas, mucho más cortas que las que están en uso, con mayor densidad, pero corto alcance. Requieren entonces torres de recepción/emisión que podría ser cada 100 metros, instaladas cada 10-12 casas. Para garantizar las condiciones nombradas, la propuesta de las empresas es instalar además 20,000 sátelites de baja altura que se comunicarán con esas torres. Todo esto significa que el nivel de radiación electromagnética a que estaremos expuestos en todo el planeta, cada ser vivo y ecosistema, aumentará exponencialmente, con mucho mayor densidad de onda, durante 24 horas por día y 365 días del año.
Aunque existen cientos de estudios científicos que indican que las radiaciones de la telefonía móvil y wifi tienen efectos negativos en la salud de humanos y animales, incluso potencialmente muy graves como cáncer, industria y gobiernos han contestado al debate, sugiriendo usar audífonos para evitar el contacto directo, conexiones por cable en escuelas, bibliotecas y otros centros públicos, apagar las fuentes de emisión en la noche, limitar tiempos de exposición, etc. Pero con las redes 5G, los impactos se multiplicarán enormemente, ya que al estar en medio de las zonas de trasmisión entre la atmósfera y los millones de aparatos conectados todo el tiempo, la radiación no será manejable de forma individual ni local.
Ariel Guzik, artista, científico, médico e inventor, que desde su Laboratorio de Investigación en Resonancia y Expresión de la Naturaleza se ha dedicado a escuchar y dialogar con los sonidos de la naturaleza, explicó como las redes 5G tienen un gravísimo potencial de disrupción en el campo magnético de la Tierra, cuyas ondas son esenciales, entre otras cosas, como guía de animales migratorios y la sobrevivencia de muchas especies.
Ante la gravedad de los impactos en salud y ambiente, un grupo internacional de científicos lanzó en 2015 un llamado a Naciones Unidas para detener el despliegue de 5G, que actualmente han suscrito expertos y organizaciones de más de 200 países. Pese a ello, sigue avanzando acríticamente el despliegue de 5G. Urge mayor investigación, análisis, debate y acciones colectivas sobre este y otros aspectos de la tormenta digital empresarial a que estamos sometidos.
– Silvia Ribeiro es investigadora de Grupo ETC.
Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/203580