El actual sistema agroindustrial ha transformado la agricultura en una actividad dependiente de fertilizantes de síntesis, pesticidas y energía fósil. La industria agroalimentaria es dueña del 80 % de los recursos, pese a lo que produce solamente el 30 % de la alimentación mundial a costa de expulsar a campesinas y campesinos de sus tierras, destruir la naturaleza y calentar el planeta.
Según el IPCC, las emisiones ligadas a la agricultura, la silvicultura y otros usos del suelo, suponen un 24 % del total de emisiones antrópicas. La mayor parte de las emisiones históricas asignadas a este sector, derivan del cambio de uso del suelo por la deforestación y roturación de tierras para la expansión de la agricultura y la ganadería.
En España, pesar de las continuas declaraciones estos días del Ministerio para la Transición Ecológica en la COP25 en torno al necesario aumento de la ambición en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), según el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, las emisiones derivadas de la agricultura aumentaron un 2,9 % en 2017 respecto al año anterior.
Además, los procesos de degradación asociados al cambio climático afectan principalmente a regiones empobrecidas y tienen graves repercusiones para la agricultura. Por ejemplo, para un aumento de la temperatura de 2 ºC se estiman pérdidas de 8 % – 14 % en la producción de maíz o 7 % – 10 % de la de pastos. De hecho, el cambio climático ha sido identificado por la FAO como uno de los impulsores principales de las crisis alimentarias, que se van agravando con el aumento de la temperatura global, y que provoca migraciones climáticas.
Hasta ahora, las negociaciones internacionales no han propuesto mecanismos efectivos para evitar la crisis climática, sino que se han basado en falsas soluciones tecnológicas y de mercado. Los biocombustibles, los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL) o los Mecanismos de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los bosques (REDD y sus derivados) no sólo no han reducido la cantidad de emisiones sino que se han utilizado en muchas ocasiones para vulnerar los derechos de poblaciones indígenas y campesinas. Sin embargo, siguen sobre la mesa de debate en el marco de las negociaciones de la COP25.
Por todo ello, frente a la crisis climática Ecologistas en Acción defiende la agroecología como una herramienta imprescindible para enfriar el planeta. Los sistemas agroecológicos producen alimentos mientras aumentan la capacidad de los ecosistemas de regular el clima. Además, no dependen de combustibles fósiles ni de otros insumos como abonos nitrogenados, ya cierran los ciclos de materia y energía.
La organización ecologista demanda a los gobiernos que faciliten los cambios sociales y económicos necesarios para que el modelo agroecológico arraigue, lo que pasa por políticas públicas para dignificar la actividad campesina, facilitar el acceso a las alternativas que ya existen, acelerar en lo posible la transición, transversalizar una perspectiva feminista para que ésta sea justa y equitativa. Y evitar que los suelos y su capacidad de actuar como sumideros entren en los mecanismos de mercado que se negocian estos días en la COP25.