Con las mujeres y contra la explotación: desmontando el artículo “Con las putas”
El periódico digital El Diario ha publicado un artículo titulado “Con las putas”, en el que sus autores se erigen en defensores de “las putas”. Tratándose de un medio de comunicación “progresista”, esperaba encontrar un buen análisis del problema de la prostitución y, sin embargo, me encontré con el enésimo relato mitificando la prostitución como una actividad elegida “libremente” por “trabajadoras sexuales”, reduciendo todo el debate a una cuestión de “puritanismo”. Los autores del artículo citan a la “trata de blancas” como la parte negativa que, sin embargo, habría que “separar” de la prostitución porque son “realidades diferenciadas”. Olvidan los autores del artículo que el problema de la prostitución lleva asociado en la inmensa mayoría de casos, además de la trata de personas, problemas de drogadicción, abusos en la infancia, pobreza extrema y un sinfín de hombres que viven a su costa, auténticas mafias que mueven más dinero que la venta de armas o de drogas.
Es curioso que al principio del citado artículo citen una frase de Gerda Lerner, que sin embargo no ha hecho reflexionar a los autores del artículo: “La ignorancia de su misma historia de luchas y logros ha sido una de las principales formas de mantener a las mujeres subordinadas”. No saben los autores que la inmensa mayoría de las mujeres prostituidas carecen de formación y ello contribuye en gran medida a que vean prácticamente imposible dejar la actividad que realizan para tener un trabajo, manteniéndolas así bajo su control las mafias que las rodean.
El artículo en cuestión comienza sorprendiéndose de que sea un partido neoliberal como Ciudadanos el que plantee una regulación de la explotación sexual de mujeres, mientras que considera previsible que la posición contraria del PP. Sin embargo, siempre ha existido en la derecha española el sector conservador, asociado a la jerarquía de la Iglesia Católica, que criminaliza a la prostituta, y un sector más neoliberal que no tiene ningún límite a la hora de comerciar con personas y derechos humanos, siendo un ejemplo Esperanza Aguirre que ya reclamó la regularización de la prostitución en 2010.
El artículo publicado en El Diario es tendencioso de principio a fin. Primeramente considerando que las organizaciones que defienden la abolición simplemente niegan “la posibilidad de abrir la puerta de la ciudadanía a las mujeres que comercian con servicios sexuales”, ignorando que dicha posición lo que busca es cerrar la puerta a traficantes y proxenetas que son los que de verdad comercian y logran auténticas fortunas vendiendo los cuerpos de las mujeres, mientras busca dar todo tipo de ayudas sociales y salidas laborales a las mujeres prostituidas, porque son ciudadanas y deben contar con todo el apoyo de la sociedad.
Los colectivos abolicionistas no son ajenos a la existencia de colectivos minoritarios como Hetaira, que están constituidos por mujeres que ejercen la prostitución, están organizadas y tienen reivindicaciones. Sin embargo, son conscientes de que dichos colectivos no representan a la inmensa mayoría de mujeres prostituidas que ni están organizadas, ni tienen más conciencia que el sobrevivir en el día a día. Las mujeres que están en las carreteras, las que están en los clubes de alterne, las que están esclavizadas por mafias sin escrúpulos, no tienen ni idea de quiénes son Hetaira ni qué reivindican. Obviamente, el artículo no hace mención a esta mayoría de mujeres prostituidas y pretende que colectivos pequeños “representen” a la mayoría, muy democrático todo.
Ignora el artículo que las posiciones abolicionistas surgen precisamente de la auto-organización de las mujeres, el feminismo, mujeres que habían trabajado con mujeres que habían logrado abandonar la prostitución y habían aprendido de la experiencia. El feminismo es la auto-organización de las mujeres, no la normalización de una actividad de explotación y subordinación como es la prostitución, donde la mujer está en inferioridad de condiciones simplemente porque ejerce por necesidad, mientras el hombre tiene toda la libertad para hacer lo que le plazca porque es quien paga. Es el patriarcado llevado a la máxima expresión. ¿Vamos a considerar feminismo a las mujeres maltratadas que defienden a sus maltratadores? ¿A las embarazadas que aceptan con resignación su despido porque entienden que la empresa tenga que ganar dinero?
El artículo dice “defender una posición” que toma partido “por ellas”. Sin embargo, la regulación no toma partido por el último eslabón de la prostitución, sino que lo hace por los proxenetas, los dueños de clubes de alterne y las mafias de prostitución, que son las que realmente mueven el dinero y las que más se beneficiarían de una regulación. Está demostrado que la regulación conlleva una mayor explotación por una lógica bastante simple: la regulación implica normalización de la actividad y ello la legitimación de esta ante la sociedad, con lo cual se abre la veda para una mayor demanda de cuerpos de mujeres; la mayor demanda implica una mayor “oferta”, por una Ley básica de la economía, “oferta” que garantizarán quienes viven del tráfico de mujeres y de su explotación, un crecimiento de la explotación que que aumenta la “competitividad” en precios y en “servicios”, lo cual no lleva a otra cosa que una mayor degradación de los seres humanos explotados en dichas actividades, esto es, las mujeres prostituidas.
Obviamente, la regulación también beneficiaría a esos “hombres” que acceden al cuerpo de mujeres sin necesidad de tratarlas de igual a igual, sino simplemente aprovechándose de su pobreza. Beneficiaría a los políticos burgueses que convertirían al Estado en el proxeneta oficial del Reino, cobrando impuestos de la explotación y del tráfico de mujeres. En definitiva, las mujeres prostituidas son las que más tendrían que perder, ellas que en la situación actual suelen ejercer la prostitución de una forma esporádica, por necesidad, fuera de la Ley porque tampoco quieren que dicha actividad aparezca en su vida laboral o en la Declaración de la Renta. Una política que tome partido por ellas, en realidad, implicaría defender ayudas sociales para que no tengan que recurrir a la prostitución, mientras perseguiría con toda la contundencia a todos los agentes que intervienen en el comercio y explotación de mujeres. Es decir, sería una posición abolicionista integral.
Pero en el artículo se sorprenden de la posición abolicionista de IU, considerando que Ciudadanos ha ocupado aquí la posición de las “fuerzas rupturistas”. Es decir, consideran que regularizar las normas sociales injustas, literalmente “actuar sobre lo que ya existe”, es “rupturista”, mientras que cortar toda explotación de raiz no lo es. Es el mundo al revés. Incluso mezclan sin problemas las políticas prohibicionistas clásicas con las abolicionistas, que llevan aplicándose desde hace poco tiempo en países como Suecia. No duda el artículo en mencionar a la histórica comunista Alexandra Kollontai, que comparaba la prostitución con el matrimonio. Sin embargo, lo que no dice el artículo es que Kollontai consideraba la prostitución “la más terrible de las maldiciones que pesan sobre la mujer”, por lo que abogaba por su desaparición. Su comparación con el matrimonio es porque abogaba también por el fin del matrimonio.
El resto del artículo los argumentos son de lo más peregrinos. Por ejemplo, califica como una liberación de la mujer el cobrar por ejercer la prostitución. Vaya, si es que si no fuese por el dinero, nada lo diferenciaría de una violación al uso, sólo que en la prostitución la coacción no es física sino económica. El esquema es el mismo que en una violación, ella accede para poder sobrevivir, mientras él busca únicamente su propio placer. Parece que los autores del artículo no son capaces de imaginarse una relación sexual libremente elegida, es decir, sin coacciones económicas o de cualquier otra índole, en la que ambas partes comparten el placer y no hay una parte que se aproveche de la otra. También el artículo minimiza la explotación que sufren las mujeres prostituidas, comparándolas con trabajadoras de un Burger King o amas de casa. Sin justificar la explotación que pueda existir en cualquier trabajo, resulta aberrante comparar un acto casi de violación, de exposición del propio cuerpo, de extrema violencia psicológica (y muchas veces también física), con las condiciones más o menos bajas que puedan tener unas trabajadoras u otras.
El sujeto de liberación, en la prostitución, no es sólo la mujer prostituida, la “prostituta”, sino la mujer en sí y la clase trabajadora en general. Y para lograr la liberación debe ponerse fin de la injusticia y a una realidad que incide en la desigualdad, la humillación y la explotación pura y dura del cuerpo humano. Bajo ningún concepto la liberación de la mujer es la normalización de la prostitución, para mayor goce y disfrute de hombres, ya sean traficantes, proxenetas o aquellos que no pueden acceder a una relación sexual en igualdad de condiciones.