El Cincel •  20/06/2015

Discapacitados en activo, la infértil vaguada

Jesús Portillo | No cabe duda de que en España estamos avanzando, aunque lentamente, hacia la inserción laboral de los discapacitados mediante bonificaciones a las empresas, cursos de formación a los empleados, reservas de plazas en concursos-oposición y campañas de sensibilización ciudadana. Sin embargo, la normalización del trabajo para los discapacitados parece una vaguada en la que todo lo sembrado se lo lleva la corriente de la necesidad. La mayoría de los empleos ofertados para personas discapacitadas pertenecen a sectores con condiciones laborales precarias sin opción de mejora, que empujan a la exclusión social a los discapacitados dependientes y no cualificados. Del Informe Olivenza realizado en 2014 por el Observatorio Estatal de la Discapacidad cabría destacar la necesidad de adoptar medidas de inclusión, de revisar el modo en que la reformas de pensiones afectan a los ancianos discapacitados y de hacer efectivas las medidas, no solo para la inserción laboral, sino para garantizar un empleo sostenible por las personas minusválidas.

Paulatinamente, los discapacitados han sido integrados en todo tipo de instituciones, acabando con la discreción excluyente de tiempos pasados en la que cualquier persona con limitaciones físicas, sensoriales o psíquicas era confinada en un rincón de la casa. No obstante y a pesar de conseguir la inserción laboral en porcentajes insignificantes, aunque en aumento, no termina de cuajar la conciencia política y empresarial de garantizar la adecuación de la jornada y el esfuerzo requerido para desempeñar el puesto a la discapacidad del empleado. La falta de regulación interna de las empresas, el vacío legal y la falta de auditorías al respecto, la falta de implicación corporativa de compañeros por miedo a ser represaliados y la falta de herramientas administrativas para denunciarlo, hacen de este problema un obstáculo velado. El novelista francés Víctor Hugo decía que “la aceptación de la opresión por parte del oprimido acaba por ser complicidad; la cobardía es un consentimiento; existe solidaridad y participación vergonzosa entre el gobierno que hace el mal y el pueblo que lo deja hacer”. Desde un plano teórico parece tener fácil solución el problema, la implicación de los diversos sectores sociales, empresariales y políticos. Sin embargo, la multitud de factores hostiles que recae sobre la población activa (precariedad laboral, economía sumergida y de subsistencia, irregularidad de los contratos, etc.) influye determinantemente en la no implicación ni solidarización con los handycaps de este colectivo.

La noche fértil - André Masson

Cuando hablamos de discapacidad y de búsqueda de igualdad social debemos tener en cuenta que es imprescindible que las autoridades pongan en marcha mecanismos que sitúen en condiciones de igualdad real a todos los empleados. Por ejemplo, el porcentaje de plazas reservadas, solo en instituciones públicas y no en muchas privadas, no equivale al porcentaje de discapacitados en relación al número total de aspirantes al puesto. En segundo lugar, es de vital importancia que se lleve a cabo la tipificación de ayudas al empleo, a la salud, a medicamentos, a pensiones, etc., atendiendo no solo al grado de minusvalía sino al tipo y a la edad de la persona afectada. En tercer lugar, se evitarían abusos internos en la sostenibilidad de la jornada de los discapacitados si las autoridades revisaran las bonificaciones respecto a su cumplimiento. La deshumanización del sistema de viviendas de protección oficial no ofrece garantías especiales para hacer frente a impagos por desempleo o enfermedad, quedando a merced de decisiones bancarias que no tienen en cuenta las circunstancias limitantes del afectado.

La comunidad discapacitada cuenta con una legión de voluntarios, asociaciones de afectados, ONGs que recaudan dinero y emprenden proyectos de inclusión, pero sin un plan integral de normalización que controle y gratifique a empleadores no es suficiente. No se trata de dar limosnas, subvenciones que cronifiquen hábitos parasitarios o pensiones vergonzosas, sino de crear oportunidades reales y convertir en autónomos a estas personas. ¿Qué son y cómo se crean esas oportunidades de hecho? Empleo y conciliación (familiar y médica), formación y adecuación del empleo, integración social mediante la eliminación de barreras arquitectónicas y prejuicios. Si solo importan a los familiares y amigos de discapacitados sus problemas, el problema siempre será más grande desde dentro e invisible desde fuera. “El peor pecado hacia nuestros semejantes no es odiarlos, sino tratarlos con indiferencia: esa es la esencia de la inhumanidad” (Bernard Shaw).

http://blogs.tercerainformacion.es/cincel/2015/06/20/discapacitados-en-activo-la-infertil-vaguada/


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Jesús Portillo Fernández

§ Doctor en Filología e investigador del Área de Lingüística en la Facultad de Filología en la Universidad de Sevilla.

§ Miembro del Grupo de Investigación de Lógica, Lenguaje e Información de la Universidad de Sevilla (GILLIUS | HUM-609).

§ Colaborador internacional en Centro de Filosofia das Ciências da Universidade da Lisboa.

§ Colaborador en Centro Cervantes - Refranero multilingüe (CVC).

§ Columnista en prensa digital sobre problemas humanos y concienciación social.

 

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