Soy un izquierdista sonriente
Porque sí, porque no me siento triste por afrontar la lucha colosal que un día decidí tomar, y porque no me rindo ni me rendiré nunca a la idea de que este mundo no se pueda cambiar. Soy un izquierdista sonriente, porque me considero heredero de una larga tradición de lucha en la que muchos dejaron la vida, y aunque estemos perdiendo todavía, no pienso jamás que no vayamos a ganar. Soy un izquierdista sonriente, porque no me avergüenzo de mi rico pasado, pero sigo mirando al futuro que es donde alcanzaremos la victoria final. Soy, y espero ser siempre, un izquierdista sonriente que sigue trabajando, sin esperar nada a cambio, porque este planeta en el que hoy vivimos deje de estar sojuzgado por parásitos que hacen del crimen su arma para mantener su posición.
Soy un izquierdista sonriente, porque estoy orgulloso de lo que soy, y no necesito hacer demagogia o esconderme por ganar el falso afecto de los medios de comunicación en manos de mis enemigos. Soy un izquierdista sonriente, porque creo en la lucha de clases, y sé que la izquierda y la derecha existen, y lo que representa cada uno. Soy un izquierdista sonriente, porque no aspiro a tranquilizar a aquellos que viven cómodos explotando y sojuzgando a la mayoría, y no necesito que mis dirigentes se reúnan con el FMI para rogarles que nos dejen gobernar. Soy un izquierdista sonriente, porque sé lo que soy, clase trabajadora que no necesita buscar eufemismos para definirse como “los de abajo”.
Soy un izquierdista sonriente porque sigo sintiendo como propias las injusticias ajenas, y porque participo en cada batalla que vaya dirigida a acabar con ellas. Soy un izquierdista sonriente que también llora –eso sí-, en cada desahucio, en cada discriminación homófoba, étnica o sexual, en cada despido o en cada guerra imperialista que se da, pero que rápidamente recupera la sonrisa, aunque sepa que queda mucho por hacer. Soy un izquierdista sonriente que no está sólo, y que milita en una organización de mujeres y hombres que son mis hermanos, mis camaradas, que me hacen sonreír al hacerme saber que, como dijo Neruda, mi realidad no acaba en mí mismo, y somos muchos, muchos más de los que podrás conseguir jamás tú en tu proyecto ambiguo, y también mucho más fuertes, porque ya hemos demostrado que estamos dispuestos a dar la vida –pero jamás la sonrisa- por cambiar la historia.