En defensa de la hoz y el martillo.
Ayer, cuando disfrutaba de mis vacaciones dedicado a la placentera tarea de no hacer absolutamente nada, un amigo me mandó un mensaje por whatsapp. Me había prometido dejar la mente en blanco, y no leer prensa, ni meterme en las redes sociales, ni quedar con nadie, ni en definitiva, hacer nada que pudiese enturbiar mi ansiado descanso. Para mi desgracia, tuve que coger el móvil y al abrirlo di al traste con mi meditado compromiso. Rosendo –que así se llama mi amigo-, me había mandado un extracto de una entrevista que hicieron no sé bien dónde, a Laura Domínguez, coordinadora local de Izquierda Unida en Burgos que, intentando hacer vendible y atractiva sus ideas al lector, llegó a decir en un momento dado que “ciertos símbolos como la hoz y el martillo estaban trasnochados”. Ahí, con dos ovarios. Sentí un cabreo monumental, y maldije en silencio a Rosendo por haberme mandado el mensaje que había arruinado mi estado zen. ¿Trasnochada la hoz y el martillo? ¿Cómo podía ser que una dirigente de mi organización que –para más cinismo- es miembro del Comité Federal del PCE dijese tal barbaridad?
En unos segundos reflexioné sobre ello. Es cierto que hay partidos comunistas que no emplean la hoz y el martillo en su anagrama, y no por ello son menos revolucionarios. No sólo el revisionista partido francés, sino también el inmaculado cubano, habían entendido que no era necesario recurrir al símbolo para reclamar una idea y por eso no hacían uso de la hoz y el martillo en sus actos. Ciertamente la hoz y el martillo no es más que un símbolo, una imagen que hace perceptible una idea, y por ello, no deberíamos sentir miedo de abandonarlo si esto resultase productivo para nosotros.
Pero justo cuando llegaba a esa conclusión recordé que la tipa era de Burgos, y no pude evitar acordarme de mi camarada José Cordero, y de los años que pasó en el penal de esa ciudad alejado de los suyos por haberse atrevido a desafiar al régimen franquista. También pensé en el poeta Marcos Ana, y de los 23 largos años que estuvo encerrado allí, y de cómo este había descrito su vida en aquel infierno en las terribles noches de sacas en las que cientos de comunistas fueron asesinados. Todos aquellos héroes se sentían identificados con la hoz y el martillo, y aunque no muriesen por ella, sí que lo hicieron por las ideas que representaba. Los revolucionarios rusos inventaron la hoz y el martillo para expresar la unión de obreros y campesinos en el nuevo estado surgido de la revolución soviética de 1917, y a partir de ahí, este símbolo se convirtió en estandarte de los partidos que se adhirieron a la III Internacional; los nacientes partidos comunistas que se fundaron a lo largo y ancho del planeta. Es un símbolo heroico, y que representa la lucha de todos aquellos hombres y mujeres que dieron su vida por alcanzar la utopía, y que perecieron en campos de batalla, en las guerrillas y en las cárceles de toda Europa por enfrentarse al fascismo. Ese símbolo encarna innumerables batallas por conseguir la libertad en países tan remotos entre sí como Chile, España o Sudáfrica, y también representa la lucha por la dignificación del trabajo en todo el mundo. Por ese símbolo muchas personas arriesgaron su vida, que en muchos casos perdieron, sólo por construir un mundo mejor.
Sentimentalismos aparte, puedo entender que si un símbolo es contraproducente se pueda eliminar, aunque sólo sea por puro “marketing” político. Sin embargo no puedo tolerar el argumento por el que esta mujer propone acabar con la hoz y el martillo, pues temo que tras su afirmación se esconda algo mucho más perverso que una simple discusión de símbolos. Dado que Domínguez alude simplemente a que la hoz y el martillo “está trasnochada” creo que cuando apunta a ello se está refiriendo más que al símbolo a lo que representa, como si se avergonzase de que a los comunistas nos relacionasen con nuestro pasado ¿Es que acaso está trasnochada la lucha de los nuestros? ¿O es que la lucha de clases ha terminado y ya no hace falta un partido comunista? Espero, por el bien de los comunistas burgaleses, que yo esté equivocado y la metedura de pata de Domínguez no sea más que una anécdota, yo mientras, seguiré sintiéndome orgulloso de ser comunista y de sentir la hoz y el martillo como lo que es, el símbolo de la lucha más hermosa que puede afrontar una persona por la liberación de la humanidad.