Decenas de muertos en enfrentamientos armados alejan las esperanzas de paz en Afganistán
- Ayer, escaramuzas y enfrentamientos entre las milicias Talibán y el Ejército Nacional Afgano en distintas regiones del país se saldaron con al menos 31 muertes.
- A pesar de los acuerdos de paz suscritos en Doha entre los Estados Unidos y las fuerzas islamistas afganas, el conflicto permanece en todo el país, con un gobierno de Kabul incapaz de asumir el control de todo el territorio.
Las esperanzas de que los acuerdos de paz de Doha, suscritos por los Estados Unidos con las fuerzas islamistas Talibán, parece diluirse a medida que el paso de los meses no reduce el nivel de violencia en el territorio afgano. Tan solo en la jornada de ayer, al menos 31 combatientes fallecieron en enfrentamientos armados en distintas regiones del país. En la provincia occidental de Badghis, 12 milicianos Talibán fallecían en enfrentamientos con el Cuerpo de Operaciones Especiales del Ejército Nacional Afgano (ENA), según un comunicado de las propias fuerzas militares. En Ghazni, en el este del país, un ataque del Ejército sobre la localidad de Chahar Dewar, controlada por las milicias, causó 9 muertes, todas militantes de Talibán, siempre según la versión del ejército.
Por su parte, las autoridades de Kabul también han sufrido numerosas bajas, con al menos nueve fallecidos entre miembros de las Fuerzas de Seguridad en un ataque a un convoy en la provincia de Uruzgan. Los ataques llegan justo en el momento en el que se debate de forma encendida la liberación de 400 prisioneros talibanes, aprobado la pasada semana por el Loya Jirga, el Consejo tribal del país. Los compromisos de liberación de prisioneros, cada vez más difíciles de cumplir para las autoridades de Kabul, reciben ahora el rechazo de algunas potencias occidentales que sostienen al gobierno oficial, como Francia.
Los constantes episodios armados alejan la posibilidad de que el acuerdo de Paz de Doha obtenga algo más que una excusa de retirada para las tropas estadounidenses. Encerrados en un callejón sin salida, con costosísimas tropas desplegadas en el país asiático desde hace 18 años que se encuentran en un total punto muerto, la administración Trump suscribió los acuerdos con las fuerzas islamistas con más hastío y desesperación ante el creciente coste económico de la aventura militar iniciada por George W. Bush (contra la milicia islamista que el propio Pentágono había impulsado) que intenciones de dar una solución al conflicto afgano. Pocos días después del acuerdo del anuncio del acuerdo de paz en Doha, diversos analistas apuntaban al gran volumen de similitudes entre su contenido y los Acuerdos de Paz de París de 1973 para poner fin a la Guerra de Vietnam, que supuso tan solo una derrota en diferido de la ocupación militar estadounidense.
El hecho es, que los líderes del Talibán, un movimiento salafista y fundamentalista en las totales antípodas sociopolíticas e ideológicas del Frente Nacional de Liberación de Vietnam (Viet Cong), se impulsa en los mismos motivos para atraer y movilizar a nuevos voluntarios en todo el territorio afgano: el frontal rechazo de la población a la ocupación militar extranjera, y la total desafección al gobierno central, considerado corrupto (acertadamente) en el mejor de los casos, y un mero títere de los intereses de Estados Unidos en el peor.
Algunas voces ven algún atisbo de oportunidad para el país, animando a la apertura de un diálogo inter-afgano entre el gobierno y los Talibán. Liberados de la presencia estadounidense, valoran, el diálogo entre las distintas fuerzas del país podrían llegar a conclusiones fructíferas con un acuerdo de paz nacional. Otras voces, sin embargo, consideran que las milicias islamistas no están dispuestas a alcanzar ningún acuerdo que no sea una recuperación del poder de facto, regresando a un escenario idéntico al de 1996-2001, cuando se hicieron con el control de la capital y tres cuartas partes del territorio. Otros apuntan a la total incapacidad de las autoridades de Kabul para asumir la responsabilidad de desarrollar estabilidad para el país y negociar en igualdad de condiciones ante los islamistas.
Mientras tanto, la violencia continúa en todo Afganistán y Washington parece desentenderse por completo del destino del país. Para Estados Unidos, las prioridades bélicas de 2002 suponen un estorbo del que desembarazarse cuanto antes en 2020, con el único deseo de conservar un mínimo de dignidad. Otra vez.